Hace 27 años, el estadounidense Charles James Moore hizo un hallazgo que transformó nuestra forma de ver el océano. Durante su travesía de regreso a California después de participar en una regata, Moore se percató de algo alarmante en las aguas del Pacífico. “No puedo mirar la superficie del mar por más de cinco minutos sin ver pasar algo que no debería estar allí”, recordó Moore.
En medio de un área remota del Pacífico Norte, entre San Francisco y Hawái, a mil millas de cualquier isla o costa, Moore encontró un cúmulo inmenso de desechos plásticos flotando en el agua, formando lo que hoy conocemos como el “gran parche de basura del Pacífico”. Este parche, que actualmente cubre una extensión de 1.6 millones de km², casi del tamaño de México, representa una crisis ambiental sin precedentes.
El giro del Norte del Pacífico, donde se ubica este parche, es una zona donde convergen las corrientes oceánicas y se acumulan los plásticos de todo el mundo. Según estudios realizados por Moore y su equipo, hay seis kilos de plástico por cada kilo de zooplancton en el área, lo que afecta gravemente la cadena alimentaria marina. La última vez que Moore visitó el sitio fue en 2023, y describió la situación como alarmante: “Es tan grande que no puedes decir: ¡Ahí está!, porque el área es igual al tamaño de cualquier país”.
Motivado por su descubrimiento, Moore fundó la Fundación Algalita y el Instituto Moore para la Investigación de la Contaminación Plástica, con el objetivo de concientizar al mundo sobre esta “plaga del siglo XXI”. Moore advirtió que, si la producción de plásticos sigue al ritmo actual, no solo los océanos, sino toda la vida en la Tierra, incluida la humana, podría enfrentarse a la extinción.
Durante el Segundo Foro por el Océano, celebrado en Cancún, Moore compartió su experiencia y alertó sobre la creciente amenaza que los plásticos representan. Miguel Canseco, coordinador del foro, destacó que el plástico no solo está presente en los mares, sino también en la leche materna, la placenta y el torrente sanguíneo humano, lo que pone en riesgo la salud de todas las especies.
El auge del comercio electrónico, acelerado por la pandemia de covid-19, ha exacerbado este problema. Según Oceana México, para 2027 se espera que el e-commerce genere 17,740 millones de kilos de residuos plásticos, equivalentes a 177 veces el peso del Estadio Azteca. Frente a esto, se propone la adopción de bioplásticos como una alternativa. Macarena Chaves, representante de Bioelements México, explicó que estos materiales son biodegradables en un período de tres a 20 meses y no dejan residuos tóxicos. Sin embargo, su implementación en México enfrenta barreras legales y económicas debido a la falta de un marco regulatorio unificado.
En México, cada año se producen seis millones de toneladas de plástico, de las cuales solo el 6% se recicla. A pesar de los esfuerzos por reducir el consumo de plásticos de un solo uso, la investigación de Bioelements muestra que la conciencia sobre las opciones amigables con el medio ambiente aún es limitada. El 73% de los consumidores no sabe de qué están hechos los empaques de los productos que adquiere, y el 65% percibe que los productos eco-friendly son más costosos.
Para enfrentar este problema, es fundamental la colaboración entre gobiernos, empresas y consumidores. Soluciones como el impulso de la economía circular, la responsabilidad extendida del productor y la eliminación de plásticos de un solo uso son pasos esenciales para mitigar el impacto de los plásticos en el medio ambiente y evitar futuras catástrofes ecológicas.
El descubrimiento de Charles Moore no solo nos reveló el alcance de la contaminación plástica, sino que también nos enfrenta al reto de actuar de manera urgente y colectiva para proteger los océanos y, en última instancia, la vida en el planeta.