Ana Lilia Torres

A siete días del impacto del huracán “Otis”, el puerto de Acapulco luce devastado, con una zona turística sin servicios y miles de familias damnificadas por la fuerza del meteoro, que causó una de las mayores tragedias naturales en la historia de este centro turístico de fama mundial.

El recuento de los daños todavía no comienza; son incuantificables las pérdidas por las afectaciones en la hotelería, negocios, edificios y viviendas. Hay escasez de víveres y agua. El transporte público sigue paralizado y la gente camina largas distancias en busca de sus familiares.Todo es desolación.

Hasta hoy, la cifra oficial es de 26 muertos y 58 personas que siguen desaparecidas, así como 214 que ya fueron localizadas.

La noche del martes 24 de octubre, la vida de los acapulqueños cambió. En dos o tres horas de lluvia, el huracán categoría cinco provocó fuertes inundaciones, deslaves, caída de árboles y techos, dejando una ciudad destruida. Miles de ciudadanos perdieron todo.

Alrededor de las 11:00 de la noche empezó una fuerte lluvia acompañada de vientos que dejaron sin techo las viviendas más precarias. Las láminas volaban, mientras subía el caudal de ríos y arroyos. A las 12 de la noche arreció el huracán, dejando la ciudad en penumbras y bajo intenso aguacero.

Como pudo, la gente se resguardó del viento y la lluvia. “Mi familia solo pudo cubrirse con un colchón; el agua se llevó todo”, dijo un habitante de la colonia Llano Largo.

En el poblado de La Venta, los vecinos narraron que el agua subió metro y medio, por lo que tuvieron que salir nadando. “A los niños los subieron en un refrigerador que iba flotando en la corriente, para poder salvarlos”, contó entre lágrimas una madre de familia.

“Cuando abrí la puerta de mi casa, el agua me llegaba al pecho y tuve que nadar para salir; por momentos sentí que me hundía”, contó una vecina de la colonia Plácido Domingo.

En la colonia Nueva Era, una familia entera quedó sepultada bajo los escombros de su vivienda. Solo hubo un sobreviviente, que por la gravedad de sus heridas está inconsciente y no sabe todavía que perdió todo, narró un vecino.

En las primeras horas del miércoles, al salir a la calle, la gente empezó a buscar cómo comunicarse con sus familiares, lo que era imposible, por falta de luz, internet y transporte público.

La imagen de la Costera Miguel Alemán era desoladora por los daños en centros comerciales, hoteles, restaurantes y negocios. La Gran Plaza y Galerías Diana, los sitios de encuentro de muchos acapulqueños daban una imagen deprimente. El parque Papagayo también sufrió gran afectación.

En el Club de Yates de la zona Tradicional de Acapulco, uno de los atractivos turísticos del puerto,
por lo menos 30 embarcaciones quedaron hundidas y varios ocupantes están desaparecidos.

ACAPULCO ENTRE ESCOMBROS

A siete días de la tragedia, los acapulqueños luchan por rescatar lo poco que quedó de sus hogares.

Como consecuencia de los saqueos y actos de rapiña que hubo en los primeros dos días después del paso del meteoro, la ciudadanía no encuentra ni un solo negocio dónde comprar alimentos.

En las pocas tortillerías que están abiertas, los comerciantes abusan de la necesidad y desesperación de la gente, para venderle el kilogramo en 50, 80 y hasta cien pesos.

Para surtir gasolina, los acapulqueños hacen filas durante tres o cuatro horas bajo los rayos solares por un galón de combustible. Los pocos taxis particulares que dan servicio y cobraban 50 o 60 pesos la dejada mínima, ahora piden cien y hasta 250 pesos, mientras que los colectivos que tienen tarifa de 20 pesos, exigen 50.

El servicio de electricidad se restablece paulatinamente en algunas zonas de la ciudad. Las colonias Progreso, El Coloso, Colosio, Emiliano Zapata, Farallón y otras más fueron las primeras en tener luz, mientras que en el resto, cuadrillas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), realiza trabajos de reparación.

Con el paso de los días llega la ayuda para las familias damnificadas. Aunque no hay todavía comedores comunitarios, elementos del Ejército Mexicano distribuyen despensas en las colonias de la periferia de la ciudad.

En áreas como Ciudad Renacimiento, Arroyo Seco, 20 de Noviembre y Navidad de Llano Largo, los pobladores hacen largas filas para recibir paquetes de víveres y llenar garrafones de agua potable. Poco a poco, se mitiga la falta de alimentos y carestía provocada por la escasez.

En la Costera Miguel Alemán todavía hay cúmulos de escombros que dificultan el paso peatonal. De acuerdo con la Coordinación de Servicios Públicos Municipales, se han recolectado en Acapulco mil 500 toneladas de basura, que sólo representan el 30 por ciento de desechos que están en las calles y avenidas de la ciudad.

“Esto fue peor que el huracán Paulina y que las tormentas Ingrid y Manuel”, es el comentario que hacen los acapulqueños, al ver todo lo que causó “Otis” durante tres horas de furia el pasado martes.