POR: R. SALGADO LEYVA

   Bajo sospechoso ocultamiento ha transcurrido el proceso de elaboración de los diversos materiales educativos que –se supone— le dan sustento a lo que se ha considerado como un remedo de Nueva Reforma Educativa, mediante la implementación de Planes y Programas de Estudio de lo que se ha denominado como la Nueva Escuela Mexicana.

   Investigadores, pedagogos, maestros y padres de familia han coincidido en señalar que el nuevo planteamiento educativo está erigido sobre cimientos endebles, caprichosos, de débil sustento psicopedagógico y ausente de suficientes soportes científicos.

    Especialistas en educación señalan que bien pudiera haber merecido el juicio de procedimientos estrictos y elementales, de análisis metodológicos, de consultas y consensos de carácter profesional, pero se está ante la presencia de una extraña Pedagogía que hoy pone en el centro de todo el quehacer educativo a la Comunidad, sustituyendo a lo que históricamente se ha concebido como parte central y sustantiva: el desarrollo integral del niño.

   Los nuevos Planes y Programas restringen sustancialmente el conocimiento de las matemáticas y el dominio del lenguaje, lo que pareciera pretender reducir el proceso de enseñanza a la razón y al pensamiento lógico, para dar paso a una formación precaria y ausente de toda posibilidad de conectarlos con el desarrollo científico y tecnológico que hoy ofrece el mundo.

   A escasos meses de que concluya la administración del Lic. Andrés Manuel López Obrador, esta Reforma pareciera inoportuna, inapropiada y despojada de todo rigor de experimentación y sin haberla expuesto al tamiz de un Plan Piloto. Se ha modificado la estructura curricular eliminando las asignaturas y se quiere implantarla a partir del 28 de agosto próximo en una acción atropellada, sin suficiente información de contenidos, ni de fases progresivas de capacitación al magisterio.

   La inconsistencia metodológica de este nuevo Modelo Educativo y los incoherentes mecanismos de su posible aplicación, han generado temores y angustias, por los efectos y consecuencias que peligrosamente pudieran arrojar: la formación de seres humanos solo para ocupaciones fáciles, para mano de obra barata y desprovistos de capacidades para retos y tareas de alta competitividad, que les permitan el disfrute de mayores y mejores condiciones de subsistencia.

   Los grandes objetivos de un Sistema Educativo deben obedecer siempre al interés superior de formar hombres y mujeres libres, capaces y dispuestos a enfrentar los grandes desafíos del futuro.

   Descifrar los conceptos y contenidos de este Nuevo Modelo, que denominan como “transformador”, aunque fue concebido con fines ambiguos e impuesto por un reducido grupo de supuestos ”pedagogos iluminados”, ha colocado a los maestros en la complicada tarea de hacer esfuerzos extraordinarios para tratar de entenderlo y ha alentado a centenares de agrupaciones de padres de familia y de la sociedad civil a elevar demandas ante los tribunales judiciales mediante amparos que detengan e impidan su implementación con el argumento de que pudiera dañar, deteriorar o deformar la educación de sus hijos.

   Los Libros de Texto Gratuitos impulsados desde el régimen de López Mateos, en 1960, habían mantenido inalterables los supremos valores que le han dado identidad, orientación y rumbo al sentido nacionalista. Hoy, la supuesta “Nueva Escuela Mexicana” hace alusión a valores y acontecimientos sociales que no enriquecen el cultivo de las sanas emociones y no enaltecen los sentimientos de solidaridad nacional.

   Poner al centro a la “comunidad” en el Hecho Educativo, suplantando al niño como elemento sustantivamente virtuoso, sería una degradación. Sería lamentable no poder percibir los posibles efectos potenciales de un desastre que pudiera darse en el sector educativo, pero sobre todo en el desarrollo del país.

   Un marxista consumado como Marx Arriaga, responsable del nuevo Modelo Educativo, acompañado muy de cerca de un exchavista venezolano como Arturo Loaiza, pretenden transformar la educación a través de criterios individualistas, sin fundamentos científicos y alejados de todo principio psicopedagógico, ignorando las características específicas de los niños y jóvenes mexicanos.

    Debe evitarse la acción atentatoria contra 63 años acumulados de experiencias y de valiosas aportaciones sucesivas de miles de educadores y expertos mexicanos que lograron con esfuerzo construir las exitosas ediciones de millones de Libros de Texto Gratuitos.

     Este atrevido intento fue echado a andar sin previos diagnósticos, desposeído de planeación metodológica, de consultas pedagógicas y sin estrictos procedimientos experimentales, que bien pudieron darle legitimidad, y hubiesen sido las vías más apropiadas para generar seriedad y certidumbre.

  En este delicado asunto, los maestros de México tienen la palabra.