Jorge VALDEZ REYCEN
• El último Exorcismo de un Pastor
• En rituales y venció a Satanás antes
• Una historia real, dramática y de terror
Este es uno de los trabajos periodísticos más impactantes, dramáticos y de terror. Todos son hechos reales, no ficticios, y los nombres fueron cambiados, por obvias razones.
Aquella madrugada de principios de mayo del 2013 dos poderosos rayos estremecieron Acapulco. Era la primera tormenta y desde un balcón, aquel expastor de la Iglesia de Pentecostés, especialista en exorcismos, extendió los brazos y gritó:
–No me vencerás, Satanás!
Horas antes, casi las 7 de la noche, Stephen “N”, de nacionalidad canadiense, se había reunido en el malecón, cerca de la cancha de basquetbol, con dos jóvenes. Uno de ellos, Miguel, era su amigo de correrías y frecuentaban algunos bares. Los invitó a un hotel y ofreció dos mil dólares y licor, así como “crack” o piedra.
–¿Puedo llevar a otro amigo? –le dijo Miguel al taciturno extranjero que ya tenía más de dos años de haber llegado a Acapulco, desde Canadá, donde vendió sus propiedades y dejó de ejercer los rituales de exorcismo. Tuvo decenas de sesiones y se enfrentó en igual número con fuerzas malignas y el mismo demonio.
Stephen ya había rebasado los 65 años y mantuvo oculta su personalidad y gustos homosexuales en su tierra natal del país de la hoja de maple. Sin embargo, desde que llegó al puerto turístico un par de años antes de aquella noche fatídica, se dedicó a vivir sin límites.
Buscó una casa de huéspedes céntrica y cercana a la playa. Allí conoció a un empleado que había casado con una joven y vivían en una colonia a unas cuadras de la terminal de autobuses de la avenida Ejido. Aquel jubilado canadiense les ofreció dinero por una recámara y les pagaba por lavarles la ropa y alimentos. Si, dijeron, pero no sabían quién era realmente aquel personaje religioso que se había cansado de una doble vida, reprimiendo su preferencia sexual.
Comenzó a llegar tarde, ebrio, malhumorado y exigiendo privacidad. No les parecía del todo ese comportamiento, pero por la paga de la renta lo toleraban.
Así transcurrieron varios meses hasta esa fatídica madrugada de mayo, en plena tormenta eléctrica, quizá la más poderosa y violenta en cuanto al estruendo de rayos y la precipitación de lluvia.
En el hotel que rentaba habitualmente, Stephen invitó a Miguel y a dos de sus amigos y comenzaron la fiesta. Aquel veterano exorcista se colocó una túnica blanca y sólo usaba una trusa. Bailaba y se drogaba con aquellos jóvenes que comenzaron a ingerir tequila y a fumar “crack”. La tormenta los sorprendió después de la una de la madrugada. Ya estaban muy agresivos, pues había surgido una disputa sobre los dos mil dólares. No aceptaban compartir la suma.
Stephen se divertía, burlón, desafiante, en medio de la tormenta. De pronto, un rayo causó gran estruendo y cimbró a todo Acapulco, en ese instante el sexagenario se transformó. Comenzó a lanzar conjuros en francés y luego en español a gritos.
–¡No me vencerás, maldito! ¡¡Ya te mandé a los infiernos y allá te quedarás por siempre!! –gritaba alucinado el antiguo exorcista pentecostés. Los jóvenes seguían discutiendo. Uno de los tres, dijo que ya no seguiría la parranda y se marchó.
Al escucharse el segundo estruendo violento, terrible, de otro rayo… Stephen siguió en trance con mayor vehemencia. Retando a Satanás… Miguel aprovechó el desconcierto y agarró el envase de una caguama, lo rompió y atacó a su rival. El canadiense observó la escena y se quedó paralizado. Miguel lo degolló con el vidrio en segundos. La sangre de sus víctimas empapó al homicida que guardó los dos mil dólares en una funda de almohada, le dio dos tragos al tequila y brincó del balcón a una azotea de la casa contigua.
Los dueños del hotel habían escuchado el violento altercado y pidieron auxilio a la policía. Los agentes de la Policía Ministerial ya habían rodeado el hotel, muy cerca de la gasolinería “Modelo”.
Miguel siempre había ocultado una pistola entre sus ropas, decía que era de Stephen y que éste a su vez la tomó de la casa donde rentaba. Cuando los policías le marcaron el alto, sacó el arma… un certero disparo impidió que atacara a los agentes. Su cuerpo quedó recostado en la banqueta, cerca de los billares “La Joya”… junto al mismo la funda llena de sangre con los dos mil dólares.
Stephen y el otro joven fueron encontrados sin vida en medio de charcos de sangre… Fue el último exorcismo de Stephen…. y lo perdió ante Satanás…
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS (45 años haciendo periodismo!!).