- “Les estamos enseñando a sobrevivir y cuidar a sus familias, algo que los tres niveles de gobierno no les pueden garantizar”, afirma Bernardino Sánchez Luna, fundador de la policía comunitaria en Ayahualtempa
Bernardo Torres
Con armas de juguete, de madera y plástico, niños de la comunidad de Ayahualtempa, municipio de José Joaquín de Herrera, juegan a ser grandes, instruidos por policías comunitarios de la Coordinadora de Autoridades Comunitarias de los Pueblos Fundadores (CRAC-PF).
Desde hace 15 meses, alrededor de 30 menores de edad se reúnen en la escuela de la localidad, donde reciben clases virtuales, y a la ve, son instruidos para poder disparar armas de fuego y protegerse de la delincuencia organizada que los hostiga.
“No son ocurrencias, no es exhibicionismo, ni irresponsabilidad”, respondió Bernardino Sánchez Luna, fundador de esta organización. “Les estamos enseñando a sobrevivir, y cuidar a sus familias, algo que los tres niveles de gobierno no les pueden garantizar”, añade.
Hace aproximadamente dos años, dos menores de edad salieron al campo a cuidar sus animales cuando fueron atacados a balazos por presuntos miembros del grupo criminal ‘Los Ardillos’, con el que mantienen una fuerte confrontación.
En el ataque el menor de dos hermanos fue herido en la pierna y quedó tirado en el suelo, su hermano, no mayor de 12 años, llevaba una escopeta y no dudó en responder el ataque.
Los dirigentes de la CRAC respondieron así a las críticas del presidente Andrés Manuel López Obrador, del gobernador Héctor Astudillo Flores, y del obispo de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza.
Sánchez Luna indicó que desde hace un año, los niños son instruidos en el uso de las armas porque no hay quien los proteja cuando salen a realizar sus labores cotidianas, la siembra o el cuidado de chivos y vacas.
Los mayores de 12 años portan escopetas con municiones, mientras que los menores de 12, desde los seis años practican con armas de madera o plástico, pero adquieren la práctica de cómo usar un arma o como defenderse.
En su aula de clases conviven los más de 30 niños y una niña. Practican el uso de armas, se les enseñan valores y trabajo comunitario, aunque la mayor parte del tiempo se la pasan jugando a ser policías comunitarios.
Los más pequeños corren de un lado a otro, incluso pelean por las armas hechizas, hasta que llega el momento de tomar el adiestramiento con seriedad y mayor responsabilidad.
En el centro de la comunidad abordan una camioneta Nissan, y entre risas y empujones también se les llama la atención para que “se comporten”, pues la mayor parte del tiempo no paran de correr.
Empiezan un recorrido de prueba por las principales calles de la localidad, hasta el módulo de la Policía Comunitaria que se encuentra en la entrada, a unos metros de donde también está el módulo de la Policía Municipal.
Este tipo de pruebas las seguirán realizando diariamente, y cuando estén preparados asumirán guardias como el resto de los hombres adultos, para vigilar los alrededores, proteger a otros niños, mujeres y sus ancianos. (Con información de API)