* “Viernes negro”, violento, en Acapulco

* “Los demonios andan sueltos”… se oye

* Extraño y muy raro proceder policiaco

Jorge VALDEZ REYCEN

Fue un viernes negro en Acapulco.

El olor a gasolina quemada, con plástico, llantas y el pánico reflejado en miles de usuarios del transporte público urbano contrastaban con un muy extraño y raro comportamiento de los cuerpos policiacos de distintas dependencias.

La prevención del delito es letra muerta, deslizó un alto jefe de la Fiscalía General del Estado (FGE). La Secretaría de Seguridad Pública municipal de Acapulco mantuvo un bajo perfil. Peritos y agentes ministeriales realizaron el trabajo de recabar evidencias forenses de quemas de unidades del transporte colectivo, en distintos puntos del puerto.

Al mismo tiempo, en La Sabana, balaceras dejaban el saldo de tres presuntos cobra-cuotas abatidos en una refriega con elementos de la Fiscalía Antisecuestros, que al parecer fue circunstancial. No se informa en la FGE si se investigaba un plagio y se topan con extorsionadores cobrando a sus víctimas. Todo es un mar de conjeturas, rumores, trascendidos, y un raro comportamiento de cuerpos policíacos descoordinados, recelosos, desconfiados, nerviosos y de escasa participación.

Como por “arte de magia” dejaron de circular más de 850 camiones urbanos de todas las rutas. También los colectivos para la zona poniente de las colonias Jardín, en sus tres secciones. Las urvans fueron retiradas intempestivamente, dejando a los usuarios a la deriva, sin servicio.

Acapulco vivió un viernes negro “por la disputa de grupos delincuenciales rivales”, se entendió así. Pero que las corporaciones intervinieran, para nada.

Miles de porteños caminaron las desoladas calles, la calzada Pie de la Cuesta, Mozimba, Ejido, Constituyentes, Diego Hurtado de Mendoza… el mercado central era un cementerio con un silencio sepulcral. Parecía un mercado fantasmal. Locatarios prefirieron cerrar. La gente se refugió en sus casas. Era un “toque de queda” de facto, sin que patrullas atendieran la emergencia del transporte público, como lo hacen en la CDMX.

En las calles, taxistas amarillos pedían hasta 100 pesos “por dejada”. Igual los azules… todo era desconcierto y temor. “Piquetes” de Policías Ministeriales comenzaron a hacer lo suyo: revisar automóviles para detectar vehículos robados. A eso se circunscribe ahora la policía investigadora de los delitos. Y es que se especula que es más redituable, porque hay agencias aseguradoras que pagan hasta 10 mil pesos por unidad recuperada a las corporaciones, sean federales o estatales y hasta municipales. El negocio… al fin y al cabo.

Entre los “de abajo” de cada corporación se lanzan comentarios de que “algo anda mal con los de arriba”. Esto es que el secretario de Seguridad Pública no se lleva con el fiscal General y a su vez el secretario de Seguridad Pública de Acapulco tampoco tiene confianza con ministeriales y estatales. Es algo soterrado, lleno de presión, aunado a la espiral delictiva de extorsiones, quemas de unidades del transporte público, homicidios dolosos y delitos de alto impacto que solo se miden estadísticamente, pero no se esclarecen.

Algo raro sucede entre las corporaciones. Y eso lo saben los de enfrente. No se explica de otra forma ese proceder durante los momentos más álgidos de ese viernes negro.

Un alto jefe de la FGE solo hizo dos comentarios: están quemando unidades porque se trata de cobrar un derecho “de piso” y porque algunos camiones son “de la maña”. Los tres abatidos en La Sabana fueron señalados de pertenecer al “Capuchino”.

Lo cierto: la información es confusa, vaga, imprecisa y llena de conjeturas, tal parece que así es como opera la FGE.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.