Sadyhel Astudillo

Este fin de semana visité de nuevo mi tierra natal, Chilpancingo de los Bravo. Tenía poco más de medio año de mi última presencia y como ya es costumbre, escribiré un poco al respecto sobre la visita.

De los ya más de diez años que llevo viviendo en la ciudad de Puebla, hay algo que cada vez que regreso en el servicio de transporte público, se repite y por lo visto se mantendrá así durante un largo periodo la felicidad de todos los que venimos abordo. Desde poco antes de entrar a la ciudad, ya todos están enviando mensajes, haciendo llamadas, mostrándose impacientes por bajar del autobús y ver a sus seres queridos, comer algo típico, disfrutar del clima y olvidarse del ajetreo de la ciudad.

Felicidad que se multiplica al ver a sus familiares o amigos que esperan por ellos en la central, abrazos, besos y comentarios que salen de bocas que tienen una sonrisa de oreja a oreja, inundan el ambiente. Poco después cada familia o grupo toma su destino para ir a casa o continuar con el viaje hacia otras comunidades.

El olor y el clima es lo que te recibe saliendo de la central, un olor que trae de vuelta a la mente y a las papilas gustativas, bellos y gratos recuerdos que se deben de repetir a cada instante durante la  breve estancia.

Comienza el camino a casa, las pláticas giran en torno a los sucesos más recientes y más importantes tras la ausencia, durante ese camino decides voltear la mirada a la venta y en una esquina de la calle vez un montonal de basura, en esa esquina especial donde jugabas con tus amigos, donde diste tu primer beso, donde tomaste por primera vez tu solo el camión, esa esquina llena de recuerdos ahora solo sirve para acumular basura, decides no darle importancia, ya casi llegas a casa.

Acercándote a tu destino pasas por el parque de la avispa y notas este emblema de la ciudad, está descuidada, que el parque no está en su mejor momento, ya que muchos de los paisanos a pesar de tener varios contenedores de basura repartidos por el parque, deciden tirar su basura en el pasto. Te entristece ver eso y lo anterior, pero bueno ya vas camino a casa, a comer (por fin) algo con el sazón de mamá.

La comida es amena, los recuerdos y las anécdotas aderezan los alimentos y las copitas de mezcal hacen que todo fluya mejor. En una de esas alguien te pregunta ¿Y cómo vez a chilpo? La sonrisa se te desdibuja un poco, recuerdas las bolsas de basura el parque y algunas calles con baches o con grafitis, decides no mencionarlo y simplemente decir: Pues ni me fijé, ya mañana que vayamos al centro voy viendo. Cruzas los dedos mentalmente para que el día de mañana te encuentres con un zócalo agradable y mejor que la última vez que lo visitaste, duermes esperando eso. Ya mañana habrá más sorpresas.

Esto me pasa y quizá a varios de los que vienen de visita, es un sentir y un pesar que nos acompaña durante la estancia y que nos llevamos de vuelta a los lugares donde residimos.

Así que, si esta es una invitación a amar y por lo tanto cuidar más a chilpo y no simplemente por los paisanos o los foráneos que vienen de visita, si no por ustedes mismos que residen aquí, para que todos los días caminen por la calle y se sientan (aún más) orgullosos de su ciudad, para que esta mejore y por ende todos sus habitantes; pero recuerden, será un proceso lento, de paciencia y perseverancia, pero el resultado valdrá la pena. Contribuyamos con la autoridad municipal y demostrémosle nuestro amor a la tierra que nos vio nacer, cuidándola y procurándola.