Por R. Salgado L.
De acuerdo a los últimos censos nacionales, México cuenta con una población aproximada de 130 millones 500 mil habitantes, de ellos, más de 53 millones viven en pobreza y cerca de 10 millones padecen pobreza extrema; lo que significa que el 44% vive en condiciones lamentables.
México es uno de los 10 países más poblados del mundo y su nivel de desarrollo ha venido transcurriendo de manera muy lenta. Los estados donde mayormente se acentúa este grave fenómeno de la pobreza son: Chiapas, Oaxaca y Guerrero.
En nuestro estado, la región que mayormente concentra este tipo de población es la Montaña alta, área colindante con los estados de Puebla y Oaxaca, de manera más específica.
La pobreza ha sido calificada como un estatus ético, y la padecen quienes cuentan con lo indispensable para vivir, manteniendo a salvo la dignidad humana.
La pobreza extrema, muy a menudo conceptualizada como un estado de miseria, coloca al ser humano en el extremo de incompatibilidad con la dignidad, o bien del derecho a la vida digna. Respetables estudiosos han venido objetivizando o ejemplificando a la pobreza como el purgatorio, y atrevidamente señalan que la pobreza extrema o la miseria, es como vivir en el infierno.
Independientemente a la conceptualización de cómo se pretende hacer entender sobre las delicadas condiciones en que se debaten miles de compatriotas, resulta imperativa la reflexión de que este país difícilmente podrá arribar a mejores niveles de desarrollo, en tanto no quitemos el enigmatizante problema de muchos que poco o nada tienen y que sus condiciones de vida resultan ser indignantes.
Hace algunos años la región de la Montaña de Guerrero constituyó un asunto de política prioritaria intentando lograr su desarrollo; infinidad de programas, proyectos y acciones así como cuantiosos recursos presupuestales fueron supuestamente invertidos; sin embargo, la calidad de vida de los que habitan en la Montaña alta, continúa siendo lamentable.
El Gobierno de la Republica está obligado a dirigir acciones vigorosas de gobierno para reivindicar a las áreas de alta pobreza en el país; redimensionar la complejidad de nuestros altos déficits sociales y direccionar la economía del País para que el ritmo del crecimiento sea parejo, evitando la desigualdad del norte con el sur y propiciando condiciones de un auténtico desarrollo nacional; la pobreza será siempre la más fuerte atadura que impide la prosperidad.
Las 32 entidades que conforman el país, algunas con mejor y mayor infraestructura se les facilita el crecimiento social y económico: pero otras, con una alta demanda y con limitados presupuestos, exigen mayor atención y que difícilmente podrán alcanzar su superación.
Las entidades del sur y sureste del país reclaman con urgencia el apoyo de la federación, pues independientemente a los esfuerzos de los gobernantes de estos estados, y al ímpetu y voluntad de sus gobernados, resultaría muy difícil sortear el cúmulo de necesidades, ya que lo apretado de sus presupuestos cada vez se ven más disminuidos.
En cada relevo presidencial que se sucede sexenalmente en el país, el Estado de Guerrero ha mantenido siempre la expectativa alentadora de que le pueda ir bien y cifra sus esperanzas en la magnanimidad del nuevo gobernante.
Tanto gobernante como gobernados hemos cifrado esperanzas de que al señor presidente le vaya bien porque estamos seguros, de que a Guerrero le podrá ir mejor; transcurridos ya casi 8 meses. Ha empezado a preocuparnos el futuro, ante la evidencia de que nuestra entidad no ha tenido mayor consideración en los planes y proyectos del Gobierno Federal.
Las evidentes debilidades y desaciertos ponen en duda también el rumbo del país: a nivel local, el programa del fertilizante no ha tenido una eficiente operación, la trasformación de las Estancias Infantiles hacia apoyos directos, ha dejado a cientos de niños en el desamparo; la deficiente atención a la salud por falta de medicinas y recortes de personal; apoyos económicos directos a jóvenes, aunque legítimos, no parecen tener seguimiento ni control; la cancelación del importante programa “prospera” aún no se ofrecen alternativas concretas para suplantarlo, etc.
Observamos alentadoras propuestas del presidente, pero también nos deprime el anuncio de empresas calificadoras internacionales que anuncian diagnósticos muy delicados sobre la situación económica del país, señalando la posibilidad de un limitado crecimiento, y lo peor es que no se observan proyectos de alto impacto que promuevan una amplia y sólida infraestructura que motive la inversión y mejore sustancialmente la economía. Guerrero ha esperado y su angustiante situación no puede esperar más. Necesita con urgencia el apoyo decidido del Gobierno de la Republica.