* Se evitó una tragedia en Hueycantenango
* Festejaban “Día del Niño”… y llegó el drama
* Se intoxican 200 personas por pozole acedo

Jorge VALDEZ REYCEN

La celebración del “Día del Niño” en Hueycantenango (municipio de José Joaquín de Herrera) estuvo a punto de terminar en tragedia.
La ingesta masiva de pozole acedo provocó que más de 200 personas, entre ellos la mayoría niños y niñas, comenzaran a sentir náuseas, mareos, vómito, dolores estomacales… eran los síntomas de una intoxicación. La alerta se disparó y por sus propios medios comenzaron a trasladar a 20 personas al hospital más cercano, el de Chilapa de Álvarez.
De ahí se dispara otra alerta: “Una veintena de menores son reportados como intoxicados en la Montaña por comer alimentos en mal estado”. Las redes sociales difunden lo que había comenzado en una fiesta para los niños, se convirtió en drama y angustia.
Desde la CDMX, el gobernador Héctor Astudillo Flores es informado de lo que ocurre en la localidad de Mexcaltzingo, municipio de Hueycantenango… De inmediato instruye al secretario de Salud, Carlos de la Peña Pintos y al de Protección Civil, Marco Mayares, atender la contingencia y habilitar helicópteros como ambulancias para el traslado de 200 personas con síntomas de intoxicación grave.
La operación la encabezan De la Peña y Mayares, al frente de doctores y enfermeras con medicinas. Lo primordial es estabilizarlos y trasladar a los cuadros más severos. De Chilapa salen los helicópteros con los pacientes hacia Acapulco y Chilpancingo, donde los esperan más médicos y enfermeras.
La instrucción del gobernador Astudillo fue directa: “tienen que salvarlos… a todos. Es una prioridad, preservar la vida. Hagan todo lo posible. Si tienen que ir por ellos en helicópteros, háganlo… No los dejen solos”.
De la Peña y Mayares cumplieron la instrucción. Los intoxicados fueron estabilizados e internados en los hospitales de primer nivel de la capital y Acapulco, donde se reportaron estables y reaccionando favorablemente al tratamiento médico.
La otra etapa es iniciar una investigación sobre las personas que llevaron el pozole a la fiesta y su probable responsabilidad por el manejo desaseado, insalubre y peligroso de alimentos como el pozole. El excesivo calor habría provocado la fermentación y su descomposición. La responsabilidad se determinará mediante una investigación del Ministerio Público.
La premura de haber trasladado a los enfermos por vía aérea conjuró lo que pudo haber sido una tragedia, por el festejo a la niñez. Habría sido triste un episodio de luto y dolor.
Si algo se tiene que abonar fue el haber cumplido la instrucción precisa de salvar a todos, de disponer de todos los recursos del gobierno para atender a los 200 intoxicados… ¡Punto!
Que los niños hayan sido salvados, es una proeza… una hazaña. Por las distancias, lo precario de caminos rurales, la ausencia de personal médico, medicamentos y atención a una emergencia de dimensiones no previstas. No fue un simulacro. Fue en la vida real. No había margen de error… era salvarlos… sí o sí.
¿Por qué se dan estas tragedias? Por la falta de previsión: No se tomó en cuenta el calor que provoca la descomposición de la comida. Nadie probó el pozole antes de servirlo a los niños. Otra torpeza criminal. Y ya en medio del drama, los intoxicados no fueron trasladados a tiempo al Hospital de Chilapa… sólo a los más graves. Cuando debió haber sido masivo el traslado.
Por último, el factor tiempo. El trasladarlos vía aérea, acortando distancia y tiempo, significó haber salvado vidas. Fue la diferencia entre la tragedia y el triunfo de salvar vidas.
En suma, la emoción, sentimientos, vocación, miedo, angustia, oraciones, rezos, ruegos, lealtad, deber, misión, todo se conjugó y surgió el milagro. Bendito milagro del Día del Niño.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.