* Después de estar 39 días en plantón afuera del Palacio Nacional, 320 personas, entre ellos mujeres y niños, no lograron que el presidente Andrés Manuel López Obrador los recibiera en audiencia
ALONDRA GARCÍA
Más de 300 desplazados regresaron a refugiarse en el auditorio de Chichihualco, tras permanecer en plantón durante 39 días afuera de Palacio Nacional, en la Ciudad de México, luego de llegar a acuerdo con autoridades del gobierno federal, aunque no lograron que el presidente Andrés Manuel López Obrador les diera una audiencia.
De acuerdo con su propio registro, son 320 personas las que estuvieron en plantón: 83 niños, 153 mujeres y 84 hombres.
Se trata de los habitantes desplazados de las comunidades de Filo de Caballos, Campo de Aviación, Los Morros, Polixtepec, Carrizal y Cuautepec de la Escalera, ubicadas en la sierra del municipio de Leonardo Bravo.
También hay familias de Izotepec, localidad perteneciente al municipio de Heliodoro Castillo.
A ellos se sumaron habitantes de Tlaltempanapa, municipio de Zitlala, quienes en noviembre del año pasado huyeron de esa comunidad debido al hostigamiento y amenazas de los grupos criminales.
Durante tres meses y medio, los pobladores de Tlaltempanapa se refugiaron en Copalillo. Después se sumaron al plantón de desplazados en la Ciudad de México.
En entrevista, comentaron que tomaron la decisión de no volver a Copalillo porque sufrieron discriminación por parte de los pobladores y del gobierno municipal.
El acalde de Leonardo Bravo, Ismael Cástulo Guzmán, recibió a los desplazados en el auditorio municipal.
La caravana llegó alrededor de las tres y media de la tarde. Con ellos llegaron dos camionetas de redilas cargadas con carpas, ollas, cobijas, colchonetas e incluso un tinaco.
Los desplazados se coordinaron para meter todo al auditorio. Media hora después, la esposa del alcalde llegó con tres ollas de barbacoa de pollo.
“¡Vengan a comer!”, grito una de las mujeres que la acompañaban.
En cuestión de segundos, decenas de niños se formaron frente a la comida.
La alegría inundó el lugar. Los niños cantaban, bailaban y gritaban con gusto mientras esperaban a que les sirvieran. Por un momento, la tragedia pasó a segundo plano.
La odisea
Crescencio Pacheco González es un desplazado de Campo de Aviación, comunidad ubicada en la sierra de Leonardo Bravo.
En su ropa sucia y su semblante cansado se nota el desvelo, las noches en el campamento, el piso duro, las noches gélidas y las tardes calurosas, casi infernales.
“Estamos cansados, desgastados”, comenta desde el otro lado de la mesa, mientras hace a un lado el plato de comida que acaba de terminar.
-¿Cómo fueron las condiciones en las que estuvieron en el plantón?, es la pregunta
-¡Degradantes!, responde con firmeza.
Indica que fueron 39 noches las que durmieron afuera de Palacio Nacional, en casas de campaña y toldos improvisados. Sobre colchonetas desgastadas y con cobijas raídas que no alcanzaban a cubrirlos del frío de la Ciudad de México.
Pacheco González dice que está molesto con el gobierno del estado, pues considera que han sido omisos para garantizar los derechos humanos a las familias desplazadas.
Recuerda que el 11 de noviembre del año pasado, cuando irrumpió el grupo armado en sus pueblos, tuvieron que huir para salvaguardar sus vidas. Atrás dejaron todo lo que tenían y durante poco más de tres meses se refugiaron en el auditorio de Chichihualco.
En ese lapso, dice, se reunieron en dos ocasiones con el secretario general de Gobierno, Florencio Salazar Adame, quien se comprometió a platicar con los civiles armados y a generar condiciones de seguridad para el regreso de los desplazados.
“No lo hizo, puras mentiras y engaños”, reprocha Pacheco González.
Explica que ese fue el motivo por el que se fueron a la Ciudad de México, a buscar una audiencia con el presidente López Obrador.
El 17 de marzo se instalaron en plantón afuera del Palacio Nacional. Ninguno conocía la capital del país. “Desconocíamos la magnitud”, reconoce el excomisario de Campo de Aviación.
Fue entonces que se encontraron con un escenario que no habían contemplado: los niños corrían el riesgo de ser robados o atropellados en aquella ciudad, considerada una de las más grandes del mundo.
Pero no fue el único problema que enfrentaron. Recuerda que esa noche que instalaron el plantón, una mujer entró en labor de parto.
“Llegó con esos dolores, toda la noche estuvimos atentos. Por la mañana se incrementaron, pedimos ayuda en la calle (…), se trasladó a un hospital donde le hicieron cesárea. A los dos días la dieron de alta y ahí la fueron a dejar (al plantón). Estuvieron en condiciones que no eran adecuadas para un recién nacido y una mujer recién operada, en el suelo, con toda la suciedad. Ahí estuvo hasta que se pudo trasladar con alguien de su familia”, relata Pacheco González.
También recuerda a Francisco Barragán Nava, un hombre de 54 años oriundo de Coatepec de la Escalera, quien murió en el plantón frente a Palacio Nacional.
Recuerda que Francisco se desvaneció en el campamento la noche del 8 de marzo. Una ambulancia lo trasladó al hospital.
“Los doctores decían que tenía un derrame cerebral, una trombosis, eso originó su fallecimiento a los ocho días de estar hospitalizado”, comenta Crescencio Pacheco González.
Indica que el propio Francisco pidió que lo sepultaran en su pueblo, a donde soñó en volver con vida. Por ello, pidieron ayuda a las autoridades.
“Le pedimos al gobernador que ayudara para llevarlo. Ellos se pusieron de acuerdo con el gobierno del estado. El gobierno estatal pidió permiso al grupo que tiene tomados nuestros pueblos para poder enterrar el cuerpo en el poblado de Coatepec de la Escalera”, explica el vocero de los desplazados.
A pesar de todas las experiencias tristes que han vivido en los últimos cuatro meses, Crescencio Pacheco dice que los desplazados están contentos.
No pudieron regresar a sus pueblos y nuevamente están refugiados en el auditorio de Chichihualco.
Sin embargo, señala que hay compromisos del gobierno federal para que, con la puesta en marcha de la Guardia Nacional, se generen condiciones de seguridad para volver a sus hogares.
“Creemos en la justicia, creemos en el gobierno, creemos que vamos a regresar a nuestras casas si Dios nos lo permite y seguimos con vida”, señaló.