Alejandro Mendoza

La mayoría de los políticos no entienden, o se hacen los desatendidos del hecho que la congruencia de las acciones que se realicen, determina su credibilidad y autoridad moral, tanto en un plano individual como en uno gubernamental.
En tal sentido, en política la noción de congruencia no puede entenderse como mera coherencia lógica. Al hablar de congruencia se alude automática o implícitamente a un conjunto de ideales, valores y principios que son, por decirlo de algún modo, las premisas constitutivas de la democracia. 
Una persona puede ser congruente o no con una historia, un desarrollo y un porvenir determinados cuando cumple estos factores que, por así decirlo, conforman el marco ideológico más general de una nación, estado o municipio; no se improvisan ni pueden alterarse cada, trienio o sexenio de gobierno. 
Esto tiene que ver con lo que podríamos denominar la esencia de la democracia. Y aunque podrá parecer general o inclusive vago, desde luego que puede aplicarse al caso de nuestro país, y derivar ciertas moralejas y lecciones que son de importancia no desdeñable, si lo que se quiere es tener gobiernos dignos de crédito y confiables.
Para la mayoría de la gente, la política no es más que un negocio en la vida económica y empresarial, y les parece imposible que los políticos de uno y otro bando actúen con la congruencia que la doctrina y los principios de su partido les exigen debido principalmente a intereses de tipo económico.
En sistemas políticos donde la corrupción y la impunidad dominan, la congruencia importa un comino. Es el cinismo el que se ha apoderado de la conciencia de la clase política. Si se acusa de corrupto a un político, porque en verdad es un corrupto, ese político se muere de risa porque la corrupción es parte de su vida moral, de sus usos y costumbres.
Por tal motivo, ningún político sea de derecha, sea priista, o sea de izquierda se sonroja cuando le sacan sus trapitos al sol. Se ha llegado al extremo de ser cínicos. Eso es lo correcto: la corrupción. Lo demás son tonterías. Eres un torpe si no te corrompes, el chiste es obtener dinero, dinero y dinero.
Por eso es importante que tengan presente este escenario quienes ganaron un puesto de elección popular y tienen la oportunidad de ejecutar el plan que presentaron a la ciudadanía con el cual iban a cambiar y mejorar las condiciones de vida para las familias.
Quienes fueron favorecidos por el apoyo en las urnas ahora tienen el deber de pasar de las promesas a las acciones, de dar congruencia política a sus palabras y convertirlas en hechos. Inclusión, diálogo y negociación deben ser las condiciones bajo las cuales deben conducirse los representantes populares, pues la tarea que les confiaron así lo exige.
Servir es hacerse útil a los demás. Quien sirve a través de la política multiplica el efecto de trabajar en favor del bien común, ya que las acciones que concreta tienen un mayor alcance y tienen la posibilidad de apoyar a quienes más vulnerables se encuentran.
Un auténtico servidor público se conduce con ética y compromiso, condiciones que también son parte de la congruencia política y de la búsqueda del mejor bien posible para la ciudadanía.
Quien desde un cargo público realiza un buen trabajo recibe la enorme recompensa del deber cumplido, es decir, ver que sus esfuerzos valieron la pena porque dieron o están dando fruto al lograr que las personas tengan un mejor nivel de vida.
Pero, así como ocupar un puesto público es un gran privilegio, existen muchas trampas y tentaciones para quienes ostentan un cargo en el gobierno. Todo político debe cuidar su integridad y no olvidar su principal objetivo: servir a la ciudadanía y no al revés.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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