Sadyhel Astudillo
Aprovecho este espacio para enviar una cariñosa felicitación a mi papá René Astudillo que cumple años esta semana que inicia. Que este y todos los días venideros sean para bien y atesorados en tu memoria. Recibe un fuerte abrazo.
La semana pasada se hizo comparación de la manera que tenemos en México de festejar el quince de septiembre y el veinticuatro de diciembre; como el segundo acapara más la atención –y el tiempo- de la mayor parte de la población y ello, a pesar de que no son festividades propias y que son comparadas con una de las más grandes y propias festividades que tiene el país. La conclusión fue el seguir festejando ambas sin descuidar o dejar de lado nuestras raíces y tradiciones.
En esta ocasión toca hacer mención de la parte negativa de esos festejos.
Existen varios dichos relacionado con la manera de beber y de festejar de los mexicanos pero, para resumidas cuentas, se dice que somos de “carrera larga” y seamos sinceros, realmente es bastante fácil de comprobar y demostrar la veracidad de estas palabras. Varias cerveceras e industrias del alcohol tienen a México como uno de sus principales consumidores, basta corroborarlo con el siguiente ejemplo: en los refrigeradores de la mayoría de las familias puede faltar la leche o las verduras pero nunca algún producto embriagante y si es regional mejor.
Por tanto, una o más de festividades (mexicanas o no) son el pretexto idóneo para “conbeber” con los amigos y familiares vaya, no es casualidad que por estas fechas que acabamos de atravesar justamente la mayoría de las tiendas departamentales tiene promoción con los vinos y licores, sin necesidad de que los bares o antros hagan más difusión. Todo sabemos que para festejar sobran motivos, lugares y participantes.
Sin embargo y como versa una de mis frases favoritas de toxicología: “el veneno está en la dosis”, es decir, no está de más el tomarse un copita o una cerveza al día, de hecho, por cuestiones de salud es incluso recomendable pero, y como las mismas compañías bien lo dicen: “conocer es no excederse”. Debemos de manejar las fiestas y la bebida sabiamente, con límites y saber mesurarse, es decir, que si el festejo es de una tarde o noche, pues que así sea y, a la mañana siguiente seguir con la rutina, sin poner pretextos o lamentos de por medio.
Desafortunadamente en nuestro país, el día siguiente a las festividades es el día de cruda y resaca, la mayor parte de las ciudades están en paro, pocas personas se presentan a laborar, las calles están sin peatones ni autos y curiosamente (también desafortunadamente) muchos alumnos de varios niveles académicos faltan a sus clase y el colmo de los males se alcanza cuando esto se vuelve un vicio.
Vamos, todo esto no es necesario, no es necesario beber hasta el hartazgo, no es necesarios demostrar nuestra tolerancia al alcohol para sentirnos más mexicanos, no es necesario comprar varias botellas para demostrar un “estatus”, reflexionemos un poco y nos daremos cuenta de que la mayoría de estas situaciones, lejos de hacernos notar como alguien importante, nos dejan en el papel de un teporocho.
Por lo tanto estimados lectores, esta es una atenta invitación a seguir festejando, pero hacerlo moderada y educadamente, midiéndonos, conociendo cuando debemos parar y tener presente todas nuestras responsabilidades, porque no importa que sea el bicentenario de la independencia o nuestro cumpleaños más esperado, lo verdaderamente importante es nuestro bienestar y la imagen que queremos proyectar de nosotros mismos hacia quienes nos rodean y nos importan.
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