Felipe Victoria

 

La Partidocracia en agonía

 

Aquella advertencia-amenaza del tenaz luchador tabasqueño ex priista, ex petista y ex perredista, Andrés Manuel López Obrador, en la convención Nacional Bancaria celebrada en Acapulco hace unos cuantos meses, tuvo los efectos mercadológicos planeados.

Asesorado con finos estrategas políticos con técnicas de cineastas para convertir en taquilleras películas que todavía ni se exhiben, le aconsejaron a López Obrador anunciar que un peligroso tigre se soltaría en caso de que le volvieran a hacer chanchullo electoral y cuajó redondita la receta:

Treinta millones de votos en las boletas electorales tachadas sobre AMLO y el Morena le dieron e inimpugnable triunfo en julio.

Suponiendo sin conceder que la mitad de esa copiosa votación fuera genuinamente por el tabasqueño y su flamante partido al que emigraron militantes desencantados de todos los demás institutos políticos, los cálculos estratégicos del hartazgo contra los añejos PRI, PAN y el prematuramente envejecido y debilitado PRD desmoronado, respondieron a los cálculos.

No solo arrasó AMLO para la Presidencia sino que se apoderó del Congreso con la mayoría de curules en el Senado y las diputaciones federales y estatales, lo que lo coloca en posición delicada, porque contar con la sumisión anticipada a sus propuestas será una gran tentación al autoritarismo por el que comienzan las dictaduras.

¿Quién nos garantiza que una de las primeras reformas electorales que se discutan no será la de extender el plan sexenal presidencial a decenal como primer paso, y después autorizar la reelección inmediata del titular del Ejecutivo federal?

Los que ahora son flamantes legisladores aunque no tengan una idea clara de lo que significa, tienen en mente estar obligados de antemano para aprobar todo cuanto a López Obrador se le ocurra, esté bien o mal,  y no se crea que todos están conformes con la drástica reducción a sus salarios y prestaciones anheladas, mal sabor de boca que les cambiaran la jugada ahora que ya están sobre el arca de la cuarta transformación que les impedirá de momento llegar a la riqueza pronta, sin permiso ya de robar, engañar y traicionar como siempre fue antes durante décadas en la aristocracia de la burocracia mexicana.

Apenitas se van sentando y asentando en sus curules diputados y senadores, pero en un ambiente de pleno desconcierto, sin cordialidad ni entre correligionarios morenistas que no tuvieron tiempo de aprenderse ni los estatutos de su partido, ni le tienen devoción todavía, pues muchos llegaron de rebote por coincidencia y anímicamente se siguen sintiendo como perredistas, pero ahora refugiados en el proyecto distinto que no les acaba de cuadrar del todo por eso de la austeridad republicana a que AMLO piensa sujetarlos.

Félix Salgado Macedonio, el icónico fundador guerrerense del PRD que tuvo que dejar su partido para amorenarse y lo hicieran senador por segunda vez, es de los primeros inquietos que por ahorita busca reflectores echándole bronca al priista ex presidenciable Osorio Chong, ligándolo al irresuelto asunto del ayotzinapazo de Iguala que le cargan al ex gobernador Aguirre Rivero y al presidente Peña Nieto.

Pero como no dio para más el piquete en tribuna, ahora propuso exigir que el PRI pierda sus colores tradicionales nomás por coincidir con los de la Bandera Nacional.

Caramba que notar eso o pedirlo cuando esos colores se los acomodó el partido oficial desde 1929 con Plutarco Elías Calles, ahora se interpreta como simples ganas de molestar y provocar discusiones, para estar en el centro de la noticia senatorial picándole la cresta a Claudia Ruiz Massieu y Beatriz Paredes Rangel o a Manuel Añorve Baños, su natural rival hacia la gubernatura guerrerense en 2021.

Pero a Félix le incomoda más otro competidor más joven y sí auténtico morenista antes que él: Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, desde ya sutilmente destapado al nominarlo AMLO como coordinador o cuña porfiriana para el gobernador Héctor Astudillo, y mientras ya presidente del Congreso local para hacer mucho ruido sobre la cancha en disputa.

Para el indómito ‘Toro sin cerca’ será el tercer intento de llegar a la gubernatura que dos veces perdió, contra Rubén Figueroa Alcocer y René Juárez Cisneros.

Clarito se percibe que el ambiente guerrerense está de antemano caldeado entre los mismos morenistas y los restos del perredismo sobreviviente, contra el decaído priísmo que se resiste a morir tras el fracaso por equivocarse de candidato imponiendo un simpatizante externo. Los panistas en Guerrero ni fu, ni fa.

De aquí al 26 de septiembre habrá que estar pendientes de las zancadillas que ayotzinapos, cetegistas y upoegistas le pretenden poner al gobernador Héctor Astudillo, próximo a cumplir sus primeros tres años gobernando a finales de octubre si todo sigue bajo control y no ocurren tragedias por la guerra entre narcos en las regiones montañosas o costeñas, donde la inseguridad y el crimen impune crece.

Al filo de la butaca entonces mientras el presidente electo ahora hace gira nacional de agradecimiento y le toca el turno de comenzar a cumplir tantas promesas que están resultando inviables, y así la luna de miel con el pueblo que lo eligió será más corta.

Lástima que no hubo suficiente decisión política para haber sacado de la jugada a los partidos que merecían perder el registro y así adelgazar la partidocracia que apesta en México todavía.