Alejandro Mendoza

Una verdad es cierta y es ésta: el ser humano es infinitamente complejo en su hábitat social: Tiene sus propios intereses, busca sus propios objetivos en la vida, algunos piensan en los demás, otros usan a los demás para sus fines, hay quienes cuidan su vida para satisfacer sus propios deseos y hay quienes dan su vida para satisfacer los anhelos y sueños de otros.
Usted puede pasarse la vida entera observando a la gente sin comprenderla por completo. Esclavizados en la rutina de sus actividades diarias, las personas ya no pueden ver más allá de esas responsabilidades. Su visión ha sido achicada. Como si pareciera una programación automática, ordenada por los intereses de alguien, ya no se piensa, no se reflexiona, no se valora en función de una conciencia objetiva. Aunque, desde luego, hay sus raras excepción.
Pero lo más relevante son las relaciones interpersonales en esa jungla de inconciencia colectiva popular. Y en ese tenor muchos se mueven en función de este principio: nunca confíe en nadie por completo y estudie a todo el mundo, incluso a sus seres queridos y a sus amigos porque a todas las personas los mueve un interés.
En la filosofía de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo cualquier hombre que intente ser bueno todo el tiempo terminará yendo a la ruina entre la gran cantidad de hombres que no lo son. Por lo tanto, un príncipe que quiera conservar su autoridad deberá aprender a no ser bueno y usar ese conocimiento, o prescindir de su uso, según las necesidades que se presenten.
Esta tesis es refutable porque no se puede ir por la vida llevando como compañera la desconfianza a todos lados. Claro que debe existir una precaución, una cautela como forma de estilo de vida en cada situación que se presente de manera inesperada o en alguna relación interpersonal reciente, pero no motivada por una mala experiencia de la vida, porque tal comportamiento reflejaría un desorden psicológico.
Y justamente son las inseguridades de muchas personas que han propiciado el exacerbado encono que existe entre los seres humanos en todas las esferas de la sociedad cuando se trata de la lucha por el poder, principalmente en el gobierno y en la política, pasando por alto que al final somos de la misma especie humana.
Todas las personas tienen inseguridades. Cuando alguien se presenta ante el mundo y muestra sus talentos, naturalmente genera en los demás todo tipo de resentimientos, envidia, y otras manifestaciones de inseguridad. Esto es algo que hay que tener en cuenta: Se puede pasar la vida con la preocupación de los mezquinos sentimientos de los demás, pero hay quienes dicen que con sus superiores deberá encarar la situación de manera diferente: cuando se trata del poder, hacerle sombra al amo es quizá el peor error de todos los que se pueden cometer.
Las nocivas conductas egoístas entre la sociedad vienen en cascada desde las élites gobernantes. No se engañe pensando que la vida ha cambiado mucho desde los días de las reinas y reyes. Quienes logran ocupar posiciones de poder en la vida quieren sentirse seguros y superar a quienes los rodean en inteligencia, simpatía, ingenio y encanto.
Hay quienes creen que haciendo gala de sus dones y talentos ganarán el afecto de su jefe, pero es un garrafal error y muy común. Así se han perdido trabajos, se relega, se deja fuera de proyectos, se acaba con esa persona, se envía al ostracismo. 
El superior mucha de las veces disimula su aprecio con esas personas capaces, reflexivas, conscientes de la realidad, pero en la primera oportunidad que se le presente los reemplazará con alguien menos inteligente, menos atractivo y menos amenazador, como muchos casos en la historia en donde el que gobierna reemplaza a la gente brillante por personas mediocres y maleables. Y ese es el terrible mal que domina a la sociedad, no admitir la verdad, sino encontrar alguna excusa para librarse de su presencia.
La realidad es que la distorsionada y corrompida naturaleza de muchos seres humanos en posiciones de eminencia corrompe también las relaciones con sus subordinados y la sociedad, y a su vez, los subordinados con la sociedad y la sociedad entre la misma sociedad, y se convierte en un terrible círculo vicioso.
Luchar por la verdadera restauración de la vida en sociedad, debe ser la ruta correcta para tener una mejor y esperanzadora perspectiva de vida a futuro. Pero, desafortunadamente, parece que a la mayoría de las personas no le interesa y menos a los gobernantes.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
https://ampalejandromendozapastrana.blogspot.com