Delia Campos
Los saldos del pasado proceso electoral se han desmenuzado –y siguen— en menos de cuarenta días. Del efecto que ha dejado tras de sí “el gran tsunami” a lo largo del país, hay mucho qué destacar, principalmente por la nueva composición territorial del mapa político y del poder.
Con 30 millones 47 mil 381 votos (el 53.17% del total de votantes), Andrés Manuel López Obrador es ya presidente electo legítimo, aunque la formalidad de la declaratoria legal será, según se ha informado, el 8 de agosto. Ricardo Anaya y el Frente obtuvieron 12 millones 582 mil 494 votos (el 22.26%) y José Antonio Meade obtuvo 9 millones 284 mil 11 sufragios (el 16.43%).
A nivel nacional la nueva realidad del partido todavía en el poder, el PRI, lo ubica hoy como nueva minoría, de lo que quiera usted contar. Y es que la post elección nos arrastró a vivir con más intensidad entre cuentas y cuentos. Personalmente prefiero lo primero; lo segundo, me ilustra y me divierte.
Desde el 1º de julio, pocas personas reconocen con sinceridad que México es otro. Que el sistema de partidos políticos se desmoronó.
Y en Guerrero, ¿cómo quedaron las cuentas? Morena arrasó. Aquí, votó por AMLO el 63.3% del padrón electoral, ganó ocho de las nueve diputaciones federales, las dos senadurías, y será mayoría en el Congreso del Estado –de los 28 distritos electorales ganó 18—.
Además ganó 13 alcaldías, entre ellas Acapulco, municipio considerado la joya de la corona.
De 1 millón 613 mil 138 votantes; 1 millón 18 mil 163 lo hicieron por AMLO, 285 mil 799 por Meade y 217 mil 838 por Anaya.
¿Y los cuentos?
La derrota electoral del partido en el poder inspiró cualquier tipo de historias –cuentos si quiere—: “La culpa es de Peña”, “no fue un voto para AMLO sino uno de castigo a la impunidad y a la corrupción en que está sumido este país”, “eso pasa por poner candidatos de las élites, amigos y familia”, “¡traición!, a pesar de todo votaron en contra”, “Nos engañó el partido, nos hicieron creer que a pesar de todo ganaríamos”… y así por el estilo.
El actual escenario político y del poder es inédito. El gobernador Héctor Astudillo llega a mil días de gobierno como político de oposición frente al poder Legislativo, con un partido menguado, un estado que no logra contener la violencia y de frente a una maquinaria que a nivel nacional empieza a desplegar el presidente electo, y que anticipa, desde ya, que trabajará con las cuentas, no con cuentos, y con un súperdelegado federal que hará el papel de vicegobernador, se dice.
Para quienes vivimos en Guerrero por supuesto nos importa que al gobernador Héctor Astudillo Flores le vaya bien. Nos importa la dinámica que imprimirá para los próximos tres años, nos importa que logre coordinación –y no confrontación— con los otros poderes, que siga siendo el gobernador de todas y de todos en los municipios, sin importar qué sigla gobierne.
¿Qué ruta seguirá Astudillo para fortalecerse en el nuevo escenario? Valdría la pena revisar al gabinete, analizar los resultados, los logros de cada dependencia y sobre todo las lealtades.
Si de lealtad se trata, en la administración pública, la mejor es de aquel o de aquella que en el ejercicio de su trabajo rinde buenas cuentas, ¡no cuentos!. La lealtad es también cumplimiento, honradez y observancia. ¿Quiénes del gabinete son leales al gobernador Astudillo y las y los guerrerenses?
EL 1º de julio nos dejó claro que se agotó el sistema de partidos políticos –de grupos y caciques—, que acabaron los contrapesos como los conocíamos y que el contrapeso de hoy se llama CIUDADANÍA, que no lo ha comprendido y sigue renegando. No le ha caído el veinte.
Igual que votamos, también botaremos. Las cuentas por delante, no más cuentos.
Posdata: El 13 de septiembre de 2018 asumirá la nueva legislatura local. Preocupa que no hay visos de interés por atender la agenda de género. Con la Alerta de Violencia de Género vigente, el tema no es menor. Los grupos que trabajan a favor de los DHM están más fuertes, informados y decididos que nunca. Se empujarán los cambios, que no quede duda.