HÉCTOR CONTRERAS ORGANISTA

Doña Josefina Santos Alonso
Fundadora de la Tradición del Pozole en Chilpancingo

La profesora María Elizabeth Encarnación Trigo encabeza la tercera generación de la familia de doña Josefina Santos Alonso, quien en el año de 1921 inició en Chilpancingo la tradición culinaria más arraigada e importante de nuestro pueblo, la tradición de las pozolerías con sus exclusivos días de venta, los miércoles por la noche, los jueves de pozole verde, los sábados por la noche y el domingo en la mañana.
Ocupando el cargo de directora de la Escuela “Himno Nacional” en el popular barrio de San Mateo, en el mismo sitio donde hace 97 años su abuelita comenzó a vender pozole, la maestra Elizabeth nos concedió una entrevista mediante la cual pudimos conocer el origen de la afamada y famosa “Pozolería de doña Jose”, que en casi noventa años de existencia ha sido visitada por todos los chilpancingueños y muchas personalidades y familias venidas de otros lugares.
“Mi abuelita, la señora Josefina Santos Alonso fue una mujer trabajadora y luchona. Viendo que a veces el dinero no alcanzaba, pensó en ayudar a la manutención de sus hijos y comenzó a hacer pozole. Inició, como para probar, en este lugar precisamente.
La pozolería ha tenido varios lugares, pero el primero de ellos fue aquí, después se fue a la calle de Ocampo, esquina con 16 de septiembre, posteriormente se trasladó a Leona Vicario número 26 y actualmente está en la calle Canuto Neri número 53, que es donde estamos trabajando desde hace tres años.
“Ella inició en el año de 1921. Después de unos años, viendo que ella ya no podía con el negocio se lo pasó a mi mamá, la señora Guillermina Trigo Santos, ella también, toda su vida hizo pozole, cosa que le sirvió para sacar a todos sus hijos adelante. Somos cuatro mujeres y un hombre. Las cuatro, todas profesionistas, el hombre es empleado de la Secretaría de Educación, pero todos siempre educándonos con los valores de los padres de años atrás.
“En ese tiempo de los años 20 en Chilpancingo había muy poca población, la gente no tenía tantos carros. Recuerdo que mi abuelita me platicaba que en 1960, cuando se dio la huelga de la Universidad tocaban las campanas de la iglesia y era para que se fuera toda la gente a la alameda, e inclusive ella a veces se llevaba pozole para repartir entre los universitarios. Mi mamá también trabajó varios años, pero en 1985, habiendo cumplido con todas nosotras, dándonos las carrera, decidió dejar la pozolería en manos de mi hermana, la mayor, María de la Luz y su servidora porque mis otras hermanas tienen doble plaza y nosotros nada más teníamos una.
“Las dos comenzamos a llevar el negocio pero ella por problemas personales se separó de su esposo y también quiso dejar la pozolería. Entonces la pozolería se quedó conmigo, yo estuve ahí hasta hace tres años, en Leona Vicario y Belisario Domínguez. Después de ese tiempo nos trasladamos al lugar en que estamos actualmente y afortunadamente, aunque ha habido tiempos difíciles que nos ayudan a crecer como seres humanos, la gente, no toda, se fue con nosotros, a seguirnos, algunos porque pensaron que no era lo mismo o porque se acostumbraron al lugar.
“Seguimos contando con el aprecio de varias familias, como la familia del licenciado Camacho, que siguen siendo nuestros clientes, la familia Sevilla, son varios hermanos que nos hacen favor de seguirnos y así como ellos varias gentes de Chilpancingo con quienes contamos actualmente. Ellos van. Los días de pozole siguen siendo los tradicionales: los miércoles, en la noche; los jueves al mediodía, los sábados en la noche y los domingos por la mañana.
“Cuando mi abuelita comenzaba me parece que también había otras señoras que hacían pozole, una señora de la colonia Obrera y doña Docha. No se pusieron de acuerdo pero empezaron a hacer pozole los mismos días. El jueves es tradicional que las personas vayan al pozole verde, aunque ya no toda la gente lo come verde, algunos prefieren el pozole blanco. La tradición del pozole de los domingos era porque después de la misa de las seis de la mañana, las familias se fueran al pozole, actualmente ya no es así. Todavía siguen yendo pero ya no tan temprano.
“Ahorita el pozole los domingos es a partir de las nueve de la mañana. No quisiera mentir en quién fue primero que comenzó a vender pozole, si Doña Docha o mi abuelita, pero creo que fueron en el mismo tiempo las dos, pero de todas las pozolerías las más antiguas son Doña Docha y Doña Jose, una en San Antonio la otra en San Mateo. En San Francisco no hubo, al menos en esos tiempos, sólo en los dos barrios mencionados.
“Mi abuelita fue una persona que tuvo once hijos, pero a pesar del trabajo y que no había quien ayudara, ella salió adelante. Era muy cariñosa con nosotros, fue una mujer de antes que nos enseñaba cosas de cocina. Las madres y las abuelitas de años atrás se dedicaban a guisar, y para ella era primordial que supiéramos cocinar, que supiéramos lavar, que supiéramos planchar, pero de que fue una persona cariñosa, siempre hasta el momento que me acuerdo.
“De los once hijos que tuvo mi abuelita no los recuerdo a todos, pero sí a la señora Benita, el señor Malaquías, el señor Francisco, el señor Leobardo y mi mamá la señora Guillermina, hay otra que se llamaba Catalina, de los demás no me acuerdo. Mi abuelita falleció en 1979. Con la ayuda de mi mamá ocuparon casi sesenta años haciendo pozole. Llegó un momento en que mi abuelita ya no pudo sola y tuvo que apoyarse en mi mamá.
“La forma en como se hacía el pozole anteriormente era diferente. Las ollas eran de barro. Era muy rico el pozole, tiene otro sabor cuando se guisa con leña y en olla de barro, pero era muy peligroso ya que de repente, sin motivo alguno la olla tronaba, se regaba el pozole y era la pérdida. Fue mi mamá quien un día comenzó a hacer el pozole con gas y con olla de aluminio, no recuerdo la fecha. La última vez que se reventó una olla le quemó las piernas, entonces se vio un poquito delicada y optó por hacerlo con gas.
“No recuerdo la fecha exacta de cuando se casó mi mamá. Estuvo casada 27 años con mi papá, el señor Joel Encarnación Adame. Después, por problemas ajenos a nuestra voluntad, se separaron. Tengo recuerdos muy felices con mis padres juntos; mi padre es fallecido, mi mamá está sana, está muy bien, muy lúcida. Ella nació el 7 de septiembre de 1933, nada más que toda su vida ha festejado el 25 de junio.
“Ahora que el pozole de Chilpancingo, incluyendo los días tradicionales de su venta, se ha popularizado en todo México, sentimos una gran satisfacción de pertenecer a una generación de trabajo de chilpancinguenses, y aparte de eso, queremos continuar con ella. Estamos en la tercera generación y espero que mi hija más adelante continúe con esa tradición y tal vez sus hijas sigan.
“Hemos tenido algunas experiencias. Recuerdo que cuando mi hermana y yo todavía no éramos dueñas del negocio, venía don José Martínez y Chuchino Cabañas y traían a sus hijos. Estaban platicando y llegó la hija del señor Pepe Martínez y le dice: Papá, Santitos se fue al tanque. Había un tanque muy grande, y corren todos y efectivamente el niño se había caído al tanque, afortunadamente llegaron a tiempo. Eso fue una anécdota que todavía ellos han de recordar.
-Alguna ocasión que platiqué con su mamá me dijo que todos los gobernadores de Guerrero habían asistido a la pozolería, pero que en los años ochenta hubo uno de que dijo que no era marrano para comer pozole.
“Sí, fue el licenciado José Francisco Ruiz Massieu, y a partir de ese gobernador dejaron de asistir pero anteriormente nos visitaban. El licenciado Alejandro Cervantes Delgado iba los domingos con varios amigos a comer pozole. En la actualidad van políticos de varios partidos a comer pozole, pero no gobernadores”.
-¿Artistas o personalidades que hayan venido exclusivamente al pozole?
“Yo me acuerdo mucho de la pintora Dolores Olmedo, cada vez que venía a Acapulco, cuando regresaba, pasaba al pozole. Yo no sabía quién era. Un día la vi por televisión y me llamó la atención y digo; es la señora que viene al pozole. Me di cuenta que tenía una casa muy bonita y actualmente es el museo Dolores Olmedo y ella nos hacía favor de visitarnos y venir a comer pozole”.
-¿Con quién se casó usted y cuántos hijos tiene?
“Mi esposo es Ignacio Viana Ruiz y nada más tuvimos una hija, Anaeli. Tiene dos niñas, María Ivana y María Fernanda, de seis y un año, respectivamente. Nosotros tenemos 28 años de casados”.