Isidro Bautista
No parece que se esté en el año 2018. Es realmente vergonzoso observar a candidatos y partidos políticos desgarrándose, a toda costa, las vestiduras en su hambre por el poder.
En lugar de propuestas, que son las que se necesita escuchar para ver cómo podría sacarse del pozo a este país, permean los pleitos, las ofensas, principalmente entre los candidatos presidenciales de las tres coaliciones, como son Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Andrés Manuel López.
El Instituto Nacional Electoral parece haberse dormido, o prestarse al juego. Ya debió haber retirado del aire los spots de radio y televisión que contienen mensajes que denigran, por estar prohibidos en la legislación.
Se denigran y denigran, y el INE, como si no existiera, y la gente, cada vez más harta de ese tipo de disputa.
Anaya, quien iba hacia arriba, se ha desplomado en la preferencia, en parte por incurrir en ese tipo de lenguaje y, en otra, por ser objeto de ataques desde el PRI, incluido de su candidato.
En Guerrero, sólo Beatriz Mojica Morga echa lumbre. Aquellos lo hacen porque de plano creen que cualquiera de los tres podría ganar dentro de los 115 días que faltan para votar, y en cambio ella, por desesperación, por ver que su partido, el PRD, se desmorona.
Cada vez que asoma la cabeza es para descalificar, lo cual es lo más fácil que pueden hacer los candidatos, a falta de argumentos que espera la sociedad.
Ve cómo su candidato presidencial, Anaya, ahora cae —quizá momentáneamente, pues la política es como la rueda de la fortuna—, y que en su estado hay rupturas del PRD, porque sus tribus no saben ponerse de acuerdo, y el desprendimiento de sus militantes, que por dignidad no conciben ir del brazo con la derecha.
Seguramente la perredista ha de notar que en Guerrero la lucha por el Senado se da entre las coaliciones que encabezan Morena y PRI, con Félix Salgado Macedonio y Manuel Añorve Baños, respectivamente, y que por lo tanto, no alcanzaría llegar al escaño ni por minoría.
Hasta ahora, contra lo que muchos pudieran haber pensado, Salgado Macedonio ha guardado una actitud prudente y certera, sin que Añorve se quede atrás. Ambos han asumido una postura civilizada. A ver cómo le entran ya en plena campaña. Desde un modesto punto de vista, el primero tendrá como un reto contrarrestar el hecho de no haber tenido presencia cierto tiempo en las siete regiones, pero cuenta con la ventaja de llevar la bandera del lopezobradorismo, en tanto el segundo, aún es una figura fresca, tras su candidatura de gobernador, y carga con un Meade que, a la fecha, no sale del tercer lugar en posicionamiento.
Ahora, particularmente refiriéndose a Guerrero, existe el riesgo de enfadar al elector por la integración de las tres coaliciones, pues en algunos casos observará a tres partidos tomados de la mano con un solo candidato, y en otros, cada uno con el suyo, peleándose el poder.
Esto significaría que un partido de la coalición de López Obrador podría casarse con uno de Meade o Anaya, fuera de la elección presidencial o de senadores, tratándose de la disputa de ayuntamientos o diputaciones.
Ejemplo: Rubén Figueroa Smutny, candidato de Nueva Alianza a alcalde de Acapulco, chocará con PRI y PVEM en ese municipio, pero en otros lados debería —se supone debería— respaldar la fórmula encabezada por el priísta Manuel Añorve, por ser éste abanderado de la coalición de la que su partido forma parte.
Qué vergüenza, dirían muchos: ¿cuándo se iba a uno a imaginar al PRD y PAN comiendo en el mismo plato? La izquierda y derecha, ahora ¿hermanos, después de un abismo histórico existente entre ambos, desde su nacimiento?
No importa que sean como agua y aceite, pero son más fuertes sus intereses económicos que los ideológicos, igual que todos los partidos, sólo que ahora PRD y PAN con menos vergüenza. Y a la gente ya no le toman el pelo, y menos a los militantes de esos dos partidos, que han de estar mirando para dónde irse al rato. Por eso debe entenderse la actitud pendenciera de Beatriz Mojica.
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