Alejandro Mendoza

Hay quienes sólo buscan rodearse de aduladores para satisfacer su propia vanidad y ego. No les gusta que les digan la verdad, aunque lo contrario sea su perdición y su fracaso. Y esa clase de “líderes”, dirigentes, directivos o gobernantes tendrán un final muy triste y desagradable.
En la historia de la humanidad se ha conocido de personajes que han jugado su papel muy efectivo y eficiente como aduladores, pero también de quienes han gustado de ser adulados por las personas que los rodean.
Se entiende que la adulación es la acción de hacer o decir lo que se cree que agradará a otro de manera consciente y premeditada. La adulación por lo general resulta interesada, con la intención de obtener algún tipo de beneficio o reconocimiento. 
Desafortunadamente es muy común que existan personas con un alto gusto por la adulación, al grado que han perfeccionado sus técnicas con el fin de lograr sus propósitos “echándose a la bolsa” a su jefe, líder, patrón o dirigente. Usan esa conducta de vida para poder ir escalando en sus pretensiones en el lugar donde se desarrolla.
Hay aduladores en las familias, en los partidos políticos, en el trabajo, en el gobierno, en la escuela, en las iglesias, en el comercio, en todos lados donde se establecen relaciones y comunicación entre personas.
La adulación es una acción que existe desde épocas antiguas y tanto es así que podemos encontrar un sinfín de maneras de representar su actuación, aunque dos son las más habituales y conocidas:
1.- Como una persona que se encuentra besando los pies de otra por el hecho de que esa acción le repercute positivamente a quien la hace.
2.- Como una mujer muy elegante que se halla tocando una flauta mientras a su alrededor vuela un importante número de abejas, que muestran sus aguijones.
Los reyes de la historia en todo el mundo son algunos de los personajes que se han visto y se ven más adulados por multitud de ciudadanos, bien por mera inercia o bien como una manera de poder obtener algún tipo de beneficio por parte de ellos.
La adulación es diferente al halago pues éste último parte de una expresión sincera y desinteresada, mientras que la primera también conocida como lisonja, es una alabanza afectada que no está vinculada al respeto o a la felicitación por un mérito real.
Pero está el otro extremo al adulador y es justamente el que busca afanosamente ser adulado, el que busca los aplausos y los reconocimientos de manera ávida y ególatra.
Ese tipo de personajes desean todo el tiempo expresiones y comportamientos de sumisión por parte de quienes dependen de él. Esperan la adulación de sus subalternos y no personas que piensen y tengan criterio propio sobre la realidad que vive.
Aunque su esencia es la misma, existen diversos tipos de adulación, pero la más grave es la maliciosa o dañina que realiza un individuo no sólo en su beneficio propio, sino también ocultando un propósito malvado y perverso.
Coincido con el hecho de que habitualmente los ejemplos más burdos de adulación tienen lugar en las altas esferas del poder. Los gobernantes, los presidentes y los dirigentes suelen tener aduladores que se pasan enumerando sus virtudes, con el objetivo de ganarse el favor de quienes mandan. El adulador cree que, al contar con la simpatía del poderoso, éste lo tendrá en cuenta para el reparto de dádivas o, al menos, para evitar eventuales castigos. Ésta es una escena que se repite constantemente.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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