Alejandro Mendoza
La división entre las personas es una latente problemática que existe en todos lados. Sin embargo, el saldo negativo más dañino se observa en miles de hogares por la desintegración familiar. Y con más evidencia en la relación gobierno-sociedad y en la vida interna de los partidos políticos.
Siempre ha sido motivo de análisis y reflexión el papel de los gobernantes en rol como unificador de los esfuerzos colectivos para una mejorar calidad de vida de todos. Cuando se plantea el desarrollo integral de una comunidad, éste no se puede comprender sin el factor de la unidad promovida por quien gobierna.
Hay consideraciones relevantes en cuanto al papel del gobernante como factor de unidad entre el pueblo que dice gobernar. Es cierto que cuando el gobernante es entendido, se mantiene el orden y la estabilidad.
Es muy difícil encontrar a personas en posiciones de liderazgo, de poder o autoridad, que realmente comprendan su responsabilidad de velar verdaderamente por la unidad y la armonía entre las personas del grupo bajo su mando.
Hay quienes sostienen que la unidad se mantiene al concentrar energía y dirigir el pensamiento de manera correcta basado en valores y principios universales, al aceptar y apreciar el valor de la rica indumentaria de los participantes y la contribución única que cada uno puede hacer, y al permanecer leal no sólo el uno al otro sino también a la tarea.
En el espectro de la sociedad se pueden comprobar los terribles daños de la ausencia de unidad en los fines y objetivos saludables para un mejor escenario de vida.
La falta de voluntad y capacidad de padres de familia, gobernantes, políticos, maestros, profesionistas, religiosos, etc., se combina con la gran telaraña de intereses nocivos personales de todo tipo, y generan el caldo de cultivo para la división de las personas.
Prevalece una escasa comprensión sobre la valiosa unidad y que ésta se construye a partir de una visión compartida, una esperanza anhelada, un fin altruista o una causa para el bien común.
En lugar de entender que la unidad da sustento, fuerza y valor para hacer que lo imposible se haga posible, lo que se práctica es el egoísmo, el personalismo, el individualismo y la desunión de esfuerzos.
Junto con la determinación y el compromiso, la unidad hace que la tarea más difícil parezca fácil. Pero para eso es urgente entender que la estabilidad de la unidad proviene del espíritu de igualdad e identidad, de los valores nobles personificados en los principios universales fundamentales.
Como dice una valiosa reflexión: se debe entender que la grandeza de la unidad es que se respeta a todos. Que la unidad crea la experiencia de cooperación, aumenta el fervor y el entusiasmo por la tarea y hace que el ambiente sea poderoso y facilitador.
Unidad, unidos, unión, son palabras que simbolizan una voluntad humana en todas las áreas del ser humano. Los lemas y consignas que evocan la unidad simbolizan esa voluntad; sin embargo, la unidad es también una construcción, un proceso, y como todo fenómeno social es cambiante, en desarrollo, dependiente de una multiplicidad de factores condicionantes internos y externos, construcción en la que la voluntad política juega un papel fundamental.
Lo cierto es que todo gobernante debe velar en todo tiempo por la unidad de quien dice gobernar: el pueblo. Esa es una tarea muy relevante.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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