Alejandro Mendoza

La distancia entre la ciudadanía y la política es algo que algunos políticos se están ganando a pulso. La incongruencia política ya no es soportable por los ciudadanos; los que de una forma u otra nos dedican a actividades políticas deben estar conscientes que las personas quieren que el mensaje que se les ofrece sea congruente con nuestros actos.
Comprendo que cualquier ciudadano acabe por no confiar ni en la política ni en los políticos. No obstante, les pediría que observen bien y que analicen los actos de cada uno, no todo es igual, no todos son iguales.
Y es que la deslealtad y la traición al pueblo es un tema siempre presente en la vida pública. La deslealtad es una conducta recurrente de políticos y de aprendices de tales. La traición es una lacra a la ética personal. La deslealtad es una llaga purulenta en el rostro del traidor.
Expertos en el tema consideran que la traición es un elemento común de las relaciones humanas, ya que el ser humano establece vínculos complejos con sus pares que pueden ir cambiando con el tiempo y verse afectados por diferentes sucesos. La traición, sin embargo y a pesar de poder ser común, siempre es vista como un elemento negativo ya que supone que se pierde la confianza y la lealtad existente entre dos partes en las cuales existían previamente esos sentimientos.
La traición se expresa en dos improbables creencias del traidor: la superioridad personal del que traiciona que lo exime de los deberes de la lealtad hacia el otro; y el derecho de mentirle al otro para conseguir sus fines personales.
Normalmente, la traición supone algún tipo de daño para la persona que lo sufre, ya sea a nivel emocional como también a nivel físico, económico, laboral, intelectual, político, social.
Ciertamente la traición es una de las formas de corrupción personal más despreciables. Pero también un tema de reflexión ética por demás interesante. Toco apenas una de sus múltiples aristas: el perdón. ¿Es posible confiar en el traidor? ¿El traidor puede dejar de serlo?
La miseria personal del traidor es arquetipo del drama de la cristiandad; tema de la reflexión política metódica de la ciencia política moderna; y, de manera privilegiada, asunto de la literatura.
El descrédito de la práctica política de algunos está mucho más allá de cuestiones ideológicas, tiene que ver con las conductas nocivas del individuo por su ambición, avaricia, hipocresía, deslealtad, traición y eso lo tiene bien identificado la sociedad progresista que quiere realmente un escenario social y político saludable.
Muchas veces, el ámbito laboral puede transformarse en un ámbito altamente competitivo en el que situaciones como estas se dan a menudo, quebrándose entonces amistades o relaciones amigables duraderas a causa de la traición.
También puede darse en el ámbito de las relaciones amorosas, ya que cualquier tipo de engaño o infidelidad supone una traición a la idea de compromiso y lealtad que las dos personas pueden tener entre sí.
Pero en política, no caben las ingenuidades, y la traición siempre es premeditada y de muy mala fe. El motor son los intereses, comúnmente de índole económico, por eso, está bien dicho que el amor al dinero es el origen de todos los males.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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