Isidro Bautista

El sábado anterior, después de seis años de haberse retirado de las filas del PRI, Raúl Salgado Leyva, quien fue factor determinante para que Ángel Aguirre Rivero ganara la elección de gobernador justo en un enero pero de 2011, “regresó” a ese partido.
Al frente de la asociación civil denominada entonces Todos por Guerrero, integrada en su mayoría por priístas —según se sabe— aportó más de 200 mil votos para la coalición Guerrero nos Une, conformada por PRD, PT y Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano, la cual hizo candidato al político de Ometepec.
Unas semanas antes había abandonado el cargo de coordinador de delegados políticos del Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI por no estar de acuerdo en la forma en que se postulaba al candidato a gobernador.
Se fue. Nadie lo detuvo. Nadie lo buscó. Se encerró en su casa. Rompió con una militancia activa, ininterrumpida, dentro de ese partido, de muchísimos años. Le faltó sólo ser presidente del CDE.
Y finalmente pasó lo que tenía que pasar: lo llamaron del otro lado. Quizá en el PRI no se imaginaron de sus habilidades políticas, de sus alcances. No lo valoraron.
Le hizo un boquete al PRI como nunca antes lo había tenido. Se llevó a su lado a miles de priístas. Conformó un ejército de activistas en las siete regiones. Cambió la historia del PRI. Si no lo hubieran dejado ir, quizá Aguirre no gana.
Aunque muchos priístas se afiliaron al PRD, obviamente una vez ganada la elección, él nunca lo hizo.
El sábado pasado entró a un auditorio lleno de militantes y simpatizantes del PRI, en el puerto de Acapulco, acompañado sólo de tres asistentes para que lo auxiliaran con una ponencia que presentó en la décimo-tercera sesión de la Escuela Municipal de Cuadros de ese instituto político.
Abrió la sesión cediendo el micrófono al público para que opinaran del PRI y de sus partidos contrincantes. Hablaron unos veinte, entre jóvenes y adultos. Nadie lo increpó. Al contrario, y al igual que en la ronda de preguntas y respuestas hechas por su participación, varios lo felicitaron por su oficio político, entre ellos Fermín Gerardo Alvarado Arroyo, dirigente municipal priísta, quien le formuló la invitación, y quien, al darle la bienvenida, dijo que el ponente “era un hombre orquesta” dentro del Revolucionario Institucional.
Y abandonó el lugar con un reconocimiento en mano en el que el propio presidente del CDE, Heriberto Huicochea Vázquez, estampó su firma.
En el PRI, concretamente en Guerrero, el término unidad ha sido más bien de retórica. En los tiempos recientes, las elecciones se ganan hasta con un voto de diferencia.
¿Cuántos priístas andan aún sueltos? ¿Quién los llamará a que regresen? ¿Cuándo? ¿Se creerá en el CDE que no son necesarios para ganar?
Aquí debe haber borrón y cuenta nueva. ¿Cuántos no se han salido del PRI para ir a apoyar a otro partido, y al rato ya están de vuelta?
¿Qué caso tiene entonces que ese partido hoy se haya abierto a candidaturas externas? José Antonio Meade nunca ha sido activo del PRI, pero es su candidato presidencial. Debe tener apertura para todos.
Dicen que en política no hay enemigo pequeño. Y urge reagruparlos, antes de que se echen compromiso con los de enfrente, en estos días en que cada vez crece la efervescencia. Ojalá hubiera más Fermín Gerardo Alvarado, para traerlos de regreso a casa.
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