Alejandro Mendoza
Hay en la actualidad un sin fin de opiniones y posturas sobre la vida democrática, en el sentido de lo que debe ser y cómo deber ser. Desafortunadamente la percepción existente retrata a una vida totalmente antidemocrática, regida principalmente por intereses económicos de los grupos de poder dominantes.
La parte parlamentaria y ejecutiva necesariamente deben entrar a una nueva era en donde se establezcan nuevas prioridades y una visión distinta respecto al progreso de la sociedad.
Coincido en que un factor determinante es la ética del tiempo como principio para la eficacia de la gobernabilidad democrática, es decir, actuar a tiempo con base en los diagnósticos y tratamientos existentes.
El punto de no retorno en el que parece haber entrado la práctica política, es muestra de la nociva corrupción en todas las esferas de la sociedad, generada por los altos niveles de poder y control económico.
La forma superficial en que se buscan resolver los problemas torales de la sociedad, evitando la propia naturaleza compleja del asunto, sólo ha generado una situación mucho más terrible.
La carencia de la ética en la gobernabilidad democrática ha provocado específicamente que no exista gobernabilidad democrática. La visión a largo plazo y de beneficio común, ha sido suplantada por los beneficios inmediatos tanto personales como de grupo.
Los vaivenes y fluctuaciones de la vida política y de gobierno condicionan y muchos de los casos determinan las decisiones y rumbos de los gobernantes. Los principios y valores éticos y democráticos no pueden generar sus frutos en un escenario como tal.
En el mundo se ha marcado una constante en las prioridades de los gobiernos que ha venido repercutiendo en las formas de gobierno en países subdesarrollados y pobres. Tal contexto termina agravando la de por sí deficiente y retrógrada forma de hacer política en muchos lugares.
Lo cierto es que la constante violación a la ley ha gestado a lo largo de un buen tiempo, una condición social, política y económica deprimente. El principio elemental de la justicia social no existe en muchos lados. La impartición y administración de justicia se vende al mejor postor.
En tal sentido, la cohesión social a partir de la vida democrática no será posible, mientras que los principios éticos no sean realmente agentes de cambio y transformación, y el ejercicio del poder y la práctica política no responderán a las necesidades de la gente.
En la conciencia colectiva popular prevalece la idea de que las cosas cambien para bien, y que existan políticos y gobernantes con principios éticos y valores democráticos, en donde realmente se atienda lo prioritario: el bienestar de la gente para una mejor calidad de vida.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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