Ten fe, valor, constancia y fortaleza  para enfrentar este 2018 

Alejandro Mendoza

La gente en su gran mayoría carece de conciencia de las cosas. De hecho, no existe una verdadera conciencia de la realidad. No hay conciencia de la vida misma.
Es habitual y familiar hablar de ella, pero la verdad es que sigue siendo una noción confusa que nos cuesta indicar con el dedo. ¿En qué pensamos cuando escuchamos la palabra conciencia?
Desde luego que nuestra imaginación se adelanta y pone frente a nuestros ojos dos figuritas, prendidas de cada uno de nuestros hombros; una toda vestida de satín blanco, con alas doradas y una aureola resplandeciente; la otra armada con tridente, cuernos, vestida de rojo y con una malévola expresión en el rostro.
O cómo alguien expresó correctamente que se viene a la memoria la imagen de Pepe Grillito, el amigo de Pinocho, exhortando a la traviesa marioneta a dejarse guiar por su conciencia.
La conciencia es sin duda un valor supremamente importante, porque de él ciertamente depende que seas feliz.
En la vida, prácticamente todos los días se actúa de manera inconsciente y subconsciente, lo cual lleva a ser y vivir en una realidad que no se desea.
Un simple ejemplo que debiste haber vivido en algún momento, es cuando estás en una reunión con mucha gente, o en un estadio de fútbol, y de un momento a otros todos se paran y empiezan a aplaudir. Subconscientemente, querrás hacer lo mismo porque los demás lo hacen, a lo mejor también aplaudirás sin saber el motivo por lo que otros lo hacen, sin siquiera sentir en tu interior ganas de hacerlo, sino como la presión de tu entorno.
Y bueno, para este ejemplo diríamos que no está malo del todo, que no podría afectarnos.
Pero el problema, es que en nuestra vida la conciencia de lo que hacemos se va perdiendo cada vez más, y vamos viviendo año tras año de la manera que “normalmente” nos dicen que está bien.
Debes aprender a adquirir conciencia a tu realidad, a pensar si lo que vas a hacer es lo que realmente quieres hacer, porque solo así es que llegarás donde te lo propone. No conseguirás el éxito si lo único que haces, es dejar tu camino en manos de otros.
La conciencia es la brújula que mantiene al barco en ruta. Si es veraz, todo lo que tiene que hacer el timonel es seguir la dirección que marca. Pero ésta puede fallar y así, el piloto equivocarse. De esta manera el piloto estaría subjetivamente en lo correcto, pero objetivamente equivocado. Para que la conciencia emita juicios certeros, es indispensable que se encuentre sana; de otro modo percibirá la realidad deformada y pronunciará sentencias equivocadas.
Es importante reconocer la existencia del bien y del mal para apreciar el valor de la conciencia. La conciencia dirige nuestras acciones hacia el bien. Nuestra alma posee una tendencia espontánea que le urge, con la fuerza de un mandato, a hacer el bien y evitar el mal. Esta inclinación interior tan irresistible no nos la enseñó nadie, ni la asimilamos de nuestra cultura, ni es una decisión que tomamos por cuenta nuestra. Es una característica común de todos los seres humanos.
La conciencia es la voz de la verdad y hace cuánto de ella depende, para preservarnos de vivir en la mentira. Cuando actuamos bien ratificamos la verdad de nuestro ser. Por otro lado, cuando obramos mal, negamos esta verdad. El remordimiento de conciencia funciona a modo de una alarma que se activa cuando algún acto cometido no ha sido coherente con la verdad de nuestro ser.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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