* MAL: De alcalde a peón de albañil
* Fue la “comidilla” entre políticos
* La llevaba cargada y cartucho arriba
Jorge VALDEZ
–¿Lo viste en el Feis? –preguntó con malicia.
–Andaba como albañil, en un “colado” de obra –lo confirmó.
Hablaban de Marco Antonio Leyva (MAL por sus siglas) fotografiado con una cubeta en la mano salpicada de concreto, bajando por escaleras de un “colado” en una obra.
La conversación era entre risillas de burla. Era de esperarse. Sembró enemistades y cosechó enemigos. La imagen fue subida a las redes sociales para el hartazgo de la comidilla de quienes han visto al defenestrado alcalde de Chilpancingo (con licencia definitiva) con un semblante cabizbajo, taciturno. Era la viva imagen de la derrota.
Ahora se dedica a proyectos de construcción de viviendas, una suerte de corredor inmobiliario, pues tiene terrenos –los que llenó de basura cuando fue la crisis que lo llevó al precipicio de su desmoronamiento edilicio— dicen sus todavía cuates. No se sabe. Su muro con más de tres mil 400 seguidores sigue intacto, con fotos de archivo, donde luce moños rosa y la guayabera oficial del sexenio astudillista que cuesta 800 pesos.
MAL era la comidilla en el Paseo del Pendón. Se lo acabaron con esa foto donde carga su cubeta con mezcla. “De alcalde a peón de albañil”, pudiera ser el mejor pie de foto que ilustre esa escena para la posteridad.
Hace un año, en pleno Paseo del Pendón, había bromas entre la misma clase política. “Oye, ¿por qué no invitaron a Mario Moreno?”, la pregunta escocía a MAL, lo hacía ponerse furioso. Quizá ahora, a Chucho Tejeda le habrán hecho la misma pregunta: ¿Invitaste a Marco Leyva?
El contexto de la caminata del Paseo del Pendón, era imposible acercarse al gobernador Astudillo. Si no era por su iniciativa, los guardias vestidos de civil y escoltas lo impedían.
Al extremo derecho, de gorra y lentes oscurísimos, el general Pedro Almazán caminaba erguido, enérgico, empujando. Detrás dos hombres con las manos derechas empuñando armas dentro de los bolsillos. Las llevaban cargadas y con cartucho arriba, listos pues. Soldados apostados en cada esquina, discretos. Más policías y más guardias.
La fiesta era de 120 mil capitalinos que danzaban, caminaban, bebían, disfrutaban a sus anchas una forma tradicional de su festividad anual a San Mateo.
Era la pasarela ideal hace 15 años, cuando los políticos medían su fuerza y arrastre ante la sociedad. Cada grupo iba con su “gallo” al frente. Formas de mostrar “músculo”, decían. Claro que no se pierden esas costumbres ignotas.
Lo que se perdió fue la compostura en algunos funcionarios del primer nivel, al llegar a la glorieta Unidos por Guerrero. Era el trayecto más difícil. Rostros con miradas vidriosas, pero estoicos, con piernas rígidas en cada paso. Simulando marchar con marcialidad. Hubo otros que tomaban agua ciel para bajar la deshidratación.
Mezcales de sabores, los más rifados. Y los chiquillos de la secundaria, los más borrachos. Brincoteaban como chivos, al calor del agave destilado. Ya no “se prendieron” su cigarrillo de marihuana, como el año pasado lo hacían, simulando una rueda y el del centro le atizaba a quemar los cuernos al diablo.
Era la fiesta de un Chilpancingo, que como hace un año, volvió a repetir el fenómeno de la catarsis por la violencia y mortandad. Que si había miedo, se lo aguantaron y vaya que lo hubo.
Nos leemos…SIN MEDIAS TINTAS.