Alejandro Mendoza

Coherencia es la correcta conducta que debemos mantener en todo momento, basada en los principios familiares, sociales, éticos, morales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida. Muchas personas descaradamente no son coherentes, pero quieren aparentar que sí.
Definitivamente con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable. En nuestras relaciones personales es indispensable ser sinceros, confiables y ejercer un liderazgo positivo.
También para nuestra persona, es un medio para fortalecer el carácter y desarrollar la prudencia, con un comportamiento verdaderamente auténtico.
Sin embargo, este deseo tiene un problema grave cuando se pretende vivir así. Hay mucha susceptibilidad a la influencia de las personas y lugares a los que se acude.
Muchas veces, y casi en la mayoría de los casos, por temor se calla y se evita contradecir la opinión equivocada, o definitivamente se hace lo posible por comportarse según el ambiente para no quedar mal ante nadie.
La verdad es que no es posible formar un criterio y carácter, si no hay capacidad de defender los principios que rigen la vida de cada quien. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa del cargo, dinero, opinión o amistad que aparentemente está en juego.
Es obvio que se necesita ser valientes para superar el temor a ser señalados como extraños, anticuados o retrógradas, o puede que sea el extremo contrario y se hable bien como personas progresistas o visionarias. Lo verdadero es que un carácter débil inspira poco respeto y jamás logrará demostrar la importancia de vivir de acuerdo a principios y valores.
Hay quienes suponen que actuando en base a propias convicciones basta para ser coherentes, pero existe el riesgo de adoptar una actitud traducida en un “soy como soy y así pienso”.
La coherencia exige esa firmeza y postura, pero se necesita un criterio bien formado para no caer en la obstinación.
Todo indica que en algunos momentos se exige coherencia en los demás: recibir un justo salario, colaboración por parte de los compañeros de trabajo, que nos procuren atenciones en casa, la lealtad y ayuda de los amigos. Pero esto debe llevar a reflexionar si se trabaja con intensidad y en equipo, si se corresponde con creces a los cuidados que se reciben en casa, si hay lealtad y si se es verdadero amigo de nuestros amigos.
Siempre debemos estar conscientes que la coherencia hasta cierto punto es flexible. Por una parte, es aprender a callar y ceder en las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que el prestigio y la seguridad de las personas, la unidad familiar o la estabilidad social, están en juego, se tiene la obligación de enfrentar la situación para evitar un daño a los derechos de los demás.
La experiencia demuestra que se vive con mayor tranquilidad y nuestras decisiones son más firmes, al comportarnos de manera única. Y a la larga, todos aquellos que alguna vez se burlaron de nuestros principios, terminan por reconocer y apreciar la integridad de nuestra persona.
Por este motivo, la unidad de vida aumenta el prestigio personal, profesional y moral, lo cual garantiza incondicionalmente la estima, el respeto y la confianza de los demás.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonrían, sonrían y sea feliz.
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