SADYHEL ASTUDILLO

 

Uno de los recuerdos de mi niñez que más fuertemente tengo arraigados, es el del mercado central Baltazar R. Leyva Mancilla, por lo siguiente; en el área del estacionamiento de autos, concretamente por donde se ubica el puesto de aguas preparadas, con frecuencia y en los días que acompañaba a mi madre cuando iba de compras, observaba a un señor con sombrero y varias jaulas llenas de distintos tipos de aves, principalmente pericos, era tan común verlo que incluso les servía de referencia a varias personas. En aquel entonces el comercio con animales no era algo fuera de lo común ni se acompañaba de la palabra: ilegal.

Actualmente, de las veces que tengo la oportunidad de visitar a mis padres e ir al mercado, en ninguna ocasión lo volví ver, tal vez se vio frenado por la veda de animales en peligro de extinción o estos pertenecían a una especie protegida, además de que ya es del conocimiento general que el comercio de animales exóticos es ilegal y punitivo. Esperemos que el señor de sombrero haya cambiado el giro de su negocio al cual se dedique actualmente.

Realmente es lamentable ver a los animales en esa situación, ser literalmente secuestrados de su habitad natural para ser confinados a una jaula por el resto de su vida; eso es algo que a nadie de se le desea y mucho menos se le debería de hacer. Cabe mencionar que el sufrimiento de ellos no termina ahí ya que si tienen “suerte” caerán en manos de dueños responsables y que se sepan hacerse cargo de ellos, de lo contrario pasarán por hambre y probablemente morirán por inanición o por alguna enfermedad menor.

La palabra suerte se colocó entre comillas ya que a esto no se le puede llamar suerte, es la opción menos trágica, tampoco al hecho de que vivan libremente sin ser acechados debería de llamársele suerte, ese es su derecho y se debe de respetar.

Lo negativo de toda esta situación no termina ahí, existen casos de personas que deciden actuar de buena fe y tras comprar algunos de estos animales exóticos toman la “bondadosa” decisión de liberarlos. Eso solo empeora la situación.

En primera instancia tenemos el hecho de que una vez que el animal es liberado, lógicamente no sabrá a donde ir, la ciudad no les resulta un territorio conocido y al entrar en pánico se perderán, serán devorados por algún depredador o terminarán enjaulados en alguna casa cuando otro ser humano los atrape. Algunos otros tendrán la “suerte” de sobrevivir y lograr adaptarse al entorno de la ciudad o llegaran a alguna zona boscosa que les resulte favorable; déjenme decirles que eso también es algo negativo.

Supongamos que compran un animal en el mercado para dejarlo libre en algunas de las zonas de este municipio que todavía se encuentran arboladas, pero resulta que ese animal no lo atraparon en Guerrero, sino que lo traían de contrabando desde el norte de la república. Si el animal logra adaptarse al nuevo ambiente y reproducirse, comenzará a ahuyentar a los animales endémicos de esa región y se volverá una plaga, poniendo en riesgo el equilibrio ambiental de esa zona, ya que al adaptarse y reproducirse deberá conseguir alimento y refugio, afectando un ecosistema que no estaba acostumbrado a él.

Entonces ¿Qué debemos hacer?

En primera instancia evitar comprar animales de manera ilegal y si vemos a algún vendedor hacerle saber la falta que está cometiendo o en su defecto hacérselo saber a la autoridad correspondiente. Si poseemos uno y deseamos liberarlo, primero acercarse a algún veterinario o biólogo que los pueda asesorar sobre si es esa es la decisión correcta; bien esos animales podrían canalizarse hacia un zoológico o albergue temporal para después ser liberado en su entorno adecuado, recordemos que existen animales criados en cautiverio y por consiguiente no podrán adaptarse a una vida libre.

Si bien falta mucho para que este comercio ilegal deje de existir, ya que lleva varios años practicándose y –desafortunadamente- no es del conocimiento de toda la población que este acto es delictivo, cabe agregar que en algunos casos este es el sustento de varias familias; sin embargo, nuestras necesidades no tienen por qué alterar la paz de los animales ni mucho menos; nos corresponde a nosotros como humanos resolver nuestros problemas y corregir los daños que le hemos hechos a flora y fauna de nuestro país.

 

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