Alejandro Mendoza

Toda acción genera una reacción, o toda causa trae un efecto, o toda decisión trae consecuencias. Una ley de la vida en todas las áreas en la que se desenvuelve el ser humano. Nadie puede escapar a este escenario. Al final pueden ser buenos o malos los resultados, según sea el propósito que se busca.
Por eso es muy importante estar conscientes del papel que juega cada quien. No se puede ir por la vida pensando que cada quien puede hacer lo que se le plazca sin que haya consecuencias de sus actos.
La gente mala piensa que sus maldades no tendrán ningún castigo o consecuencia, pero tarde o temprano tendrá que acudir a esa cita con el destino. Esto es algo que no se puede evadir ni evitar.
La gente buena también tendrá que acudir a su reunión con el futuro y sus recompensas. Tampoco es algo que pueda evitarse.
La verdad es que en la actualidad se vive en una sociedad donde hacer la maldad resulta más atractivo que hacer el bien. Los efectos, reacciones y consecuencias están a la vista. No es fácil plantear verdaderos cambios en donde la consciencia colectiva se encuentra adormecida o esclavizada por los placeres y deseos del momento. Y en esencia parece que la gran mayoría prefiere vivir su momento sin pensar detenida y reflexivamente en sus resultados a corto, mediano y largo plazo.
No se trata sólo de hacer un planteamiento a una determinada conducta individual o colectiva, sino de acudir a la esencia del problema. Todos los sucesos que impactan negativa y drásticamente en la actualidad a la sociedad, tienen su origen en el extravío de la consciencia humana.
La inmediatez de la atención a la necesidad de cualquier índole ha suplido al pensamiento reflexivo de lo que más conviene en lo personal, familiar y social al momento de tomar decisiones.
Esta situación ocurre en los todos los niveles sociales y en todas las áreas de la sociedad. En el gobierno y la política se ha agudizado más este mal propagando este virus de manera exponencial a todas las estructuras social, política, económica, cultural, religiosa, etc.
Unos cuantos que se consideran firmes en hacer bien piensan que es un esfuerzo inútil confrontar a la gran mayoría que opta por hacer el mal, sin contemplación de las consecuencias que genera a ésta y la próxima generación.
La distorsión de los principios y los valores han profundizado la conducta irracional e inhumana en los seres humanos. Todos quieren que las cosas mejoren en todos los sentidos de la vida diaria, pero no se ve cómo ni con quién podría darse este escenario.
El gobierno, la política y la religión enfrentan terribles escenarios de descrédito y desconfianza. Lo cierto es que la esencia del ser humano es la supervivencia y muchos están ya programados en esa modalidad. No importa lo que ocurra alrededor siempre y cuando no se toque o afecte al que piensa así.
En fin, mientras la gente buena no haga nada por desidia, temor, egoísmo, insensibilidad o cualquier otra justificación, la maldad seguirá ganando terreno.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz