* En 3 años, 10 vecinos de esa calle han sido asesinados y otros 2 están desaparecidos, revela José Díaz, vocero de ‘Siempre Vivos’

ALONDRA GARCÍA

En la Calle 13 Norte de Chilapa siempre hay luto. Es la calle de los listones y los moños negros. De las casas vacías.
En nueve cuadras, 1.1 kilómetros, tres años, 10 personas han sido asesinadas y dos hermanos desaparecidos.
Las víctimas pueden clasificarse: siete hombres, una mujer adulta, una anciana, una niña.
Cinco de las víctimas fueron incineradas, uno desmembrado, uno embolsado, la niña asfixiada.
Las cifras frías, insulsas, no alcanzan a mostrar la magnitud de la violencia.
La Calle 13 Norte, de trazos perfectamente rectos y fachadas coloridas, esconde el dolor que causa la muerte.
Comparte el nombre con la banda musical puertorriqueña Calle 13 que, en sus rimas, pareciera contar las historias de esta vía.

“Que vas a hacer cuando a tu hijo lo pillen en la disco
Y sin delicadeza con una AK le exploten la cabeza
O que le borren la cara a tu hermano de forma violenta
O que limpien a tu mai con la corta y la cuarenta
Tu eres bruto cabrón rapeando sobre como volar sesos
En un país donde te matan por robarte un peso”
– Adentro, Calle 13

Al caminar por las aceras de la Calle 13 Norte de Chilapa, la vida parece normal.
Sin embargo, los moños negros en las puertas de las casas resaltan, llaman la atención. Hay uno tras de otro.
El vocero del colectivo ‘Siempre Vivos’, José Díaz Navarro, señala las casas, una tras otra, mientras cuenta las historias de quienes solían vivir en ellas.
En una casa de dos pisos, de fachada blanca y líneas verdes, vivía David Eduardo García Torreblanca. Tenía 19 años cuando lo mataron.
El viernes 21 de abril de este año, su cuerpo y otros dos cadáveres aparecieron embolsados en la Autopista del Sol.
David era hijo del médico Leónides García Parra, ex candidato del PAN a la alcaldía de Chilapa.
Más adelante, en una casa sencilla de fachada naranja y portón verde, vivía el líder perredista Bernardo Ranferi Hernández Acevedo.
El luchador social fue asesinado la noche del pasado sábado 14 de octubre, junto con su esposa Lucía Hernández Dircio, su suegra Juana Dircio y su chofer Antonio Pineda Patricio.
Los cuatro fueron asesinados e incinerados el interior de la camioneta en la que viajaban, la cual fue localizada sobre la carretera Chilapa-Ahuacuotzingo, adelante de la entrada a la comunidad de Nejapa.
El recorrido por la Calle 13 Norte del barrio de La Villa continúa. Más adelante, en el número 905, hay una casa de balcón y fachada verde.
Ahí vivía Pablo Nava Cuevas, hasta que lo ejecutaron en el Oxxo de esa misma calle cuando fue a comprar.
Unos metros adelante, en la esquina, se levanta una casa color beige con detalles color ocre. Al frente tiene dos accesorias con las cortinas cerradas.
Ahí vivían Alejandro y Hugo Díaz Navarro, hermanos del vocero de ‘Siempre Vivos’. Ambos eran comerciantes.
El miércoles 26 de noviembre desaparecieron en el poblado de El Jagüey, cuando viajaban en una camioneta junto con los arquitectos Víctor Apreza García, Jesús Romero Mojica y Mario Montier Ferrer.
De acuerdo con los testimonios de testigos, los cinco fueron bajados a la fuerza por un grupo de hombres armados.
Cuatro días después, el 30 de noviembre, las autoridades hallaron los cinco cuerpos incinerados.
Un poquito más adelante, en una casa humilde de fachada naranja, vivía el taxista Felipe Parra Jaimes, quien fue asesinado en la primera irrupción que el grupo delictivo Los Ardillos realizó en Chilapa.
Sólo hay que caminar unos metros para encontrar una casa de dos pisos, con fachada azul y portón dorado.
Ahí vivía el profesor José Antonio Flores Ramírez. De acuerdo con los testigos, fue “levantado” por hombres armados cuando salió de su trabajo. Estuvo desaparecido y dos días después se localizó su cuerpo desmembrado.
Hay que caminar otros metros, no muchos, en la Calle 13 Norte de Chilapa, para llegar al 517. Ahí, en una casa pobre de fachada verde, vivía Diana Paulina.
La niña de apenas 13 años fue plagiada el 12 de noviembre. Su cuerpo sin vida apareció nueve días después en un camino de terracería del municipio. Murió por asfixia.
Un poco más adelante, en una casa de fachada color verde pistache, vivían los hermanos Moacir y Manuel Navez. Ambos siguen en calidad de desaparecidos.
Por último, en una casa beige con portón ocre, mataron a balazos a un padre y a su hijo, ambos de apellido Valle.
Al momento de recorrer la Calle 13 Norte, un contingente de más de 200 personas avanzaba delante de nosotros. Al frente, un ataúd de madera llevaba el cuerpo de la pequeña Diana Paulina, la última víctima mortal de esta vía.
De los 10 vecinos de la Calle 13 Norte que fueron asesinados en los últimos tres años, nueve murieron a balazos.

“Con un objetivo directo
la bala pasea segura y firme durante su trayecto
Hiriendo de muerte al viento, más rápida que el tiempo
defendiendo cualquier argumento
No le importa si su desitno es violento
Va tranquila, la bala, no tiene sentimientos”
– La bala, Calle 13

Y así, la Calle 13 Norte de Chilapa acumula historias de terror y muerte, en el cuarto municipio más violento del país, donde la violencia no para.