*A pesar del despliegue de militares y policías, Diana Paulina de 13 años, quien era una apasionada basquetbolista, fue raptada y asesinada
*“No queremos saber quién fue. Nosotros ya perdonamos a las personas que hicieron este daño. No nos va a ganar el resentimiento, el odio ni la venganza”, dice con resignación un familiar de la víctima
Alondra García Lucatero
Diana Paulina tenía 13 años. La raptaron y asesinaron. Nadie exigió justicia. “Nosotros ya perdonamos a las personas que hicieron este daño”, asegura un familiar cercano.
En Chilapa el miedo se siente, se respira. Entra por la nariz y penetra en lo más profundo del ser, hasta carcomer las entrañas y el corazón.
Se percibe en los 60 kilómetros que separan a Chilpancingo de Chilapa. El corredor de la muerte, como se le conoce en los últimos meses.
El miedo se extiende como una estela silenciosa. La presencia de policías y militares marca la ruta de la violencia.
El primer retén de la Policía Estatal se encuentra en El Ahuejito. El segundo en El Durazno.
En otoño, la niebla se levanta suave sobre las casas y sobre la carretera.
Desde lejos llega el olor de la leña que arde en los fogones de las casas, donde la gente se guarda con recelo. Donde la vida sigue, aunque afuera camine la muerte en medio de un mar de violencia.
El tercer retén se encuentra en el crucero de Ayahualulco. Decenas de militares se despliegan en esta franja donde colindan peligrosamente los territorios que disputan dos grupos delictivos: Los Rojos y Los Ardillos.
El cuarto retén se ubica en la entrada a la ciudad de Chilapa. Más despliegue militar.
Ahí, en esa ciudad cercada por policías y militares, plagiaron a Diana Paulina.
Fue un domingo 12 de noviembre. Pasaron los días. Creció la incertidumbre.
El martes 21 de noviembre, su cuerpo apareció en un camino de terracería que conduce a la comunidad de Acazacatla. Habían pasado nueve días desde su desaparición.
Ayer la enterraron. Nadie exigió justicia. El miedo, como un halo siniestro, inundó la ciudad.
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Con 200 años de antigüedad, La Villa es uno de los barrios más antiguos y tradicionales de Chilapa
Antes conocido como La Nueva Españita, este barrio presume de calles de trazos rectos, casas multicolores y una iglesia pintoresca al centro.
Ahí nació y creció Diana Paulina, en una casa de la Calle 13 Norte.
Su cuerpo fue velado ahí, en la casa de los abuelos.
Después lo llevaron a una vivienda recién construida por sus padres, a un costado del río.
Para llegar, hay que cruzar un camino de terracería rodeado por espesos árboles.
La casa de dos pisos, aún sin resanar, se levanta sobre un extenso terreno verde en el que pastan un par de vacas.
Adentro, el llanto emerge casi silencioso.
El ataúd de madera con el cuerpo de Diana Paulina yace directamente sobre el piso, rodeado de flores blancas y rosas.
“Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…”, se escucha apenas como un murmullo.
Afuera, tres niños pequeños juegan y ríen a carcajadas, inocentes ante la muerte y la violencia.
A las 2:37 de la tarde comenzó a llover. El delicioso olor de la tierra mojada se mezcló con el aroma de las flores.
A las 3 de la tarde, el cuerpo de Diana Paulina salió para siempre de su casa.
Más de 100 personas caminaron bajo la lluvia tras la carroza fúnebre, hasta llegar a la iglesia de La Villa.
Adentro, el sacerdote y decenas de personas ya esperaban la llegada del féretro. Llegó tanta gente que muchos tuvieron que quedarse afuera.
La misa concluyó con una ronda de aplausos para la pequeña.
Después, su ataúd fue llevado en hombros por varios voluntarios hasta la cancha de basquetbol, en donde ella practicaba ese deporte casi a diario.
Mariachi, flores rosas, globos del mismo color. Llanto, tristeza, dolor, mucho dolor.
Sus compañeritas del equipo de basquetbol se despidieron de ella gritando la porra que las identificaba: “¡Juntas atacamos!”.
Después, lanzaron cinco tiros hacia el tablero. Llorosas, nerviosas, con el cuerpo y el corazón temblando, las primeras cinco fallaron.
Pero la última, quien cargó la foto de Diana Paulina durante todo el trayecto, encestó el tiro.
Después, tras su última visita a la cancha de básquetbol, fue llevada al camposanto.
Nadie exigió justicia. El dolor de la gente era perceptible en el ambiente, pero el miedo era aún más evidente.
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Deportista, buena estudiante. Sus últimas semanas de vida fueron difíciles.
El 20 de agosto quedó huérfana de padre, quien murió a causa de una enfermedad.
Cincuenta y ocho días después, el 17 de octubre, la niña cumplió 13 años, pero pasó un día muy triste a causa de la reciente pérdida de su papá.
Veintiséis días después de su cumpleaños, fue raptada, y nueve días después, la mataron.
Estudiaba en la escuela secundaria ‘Benito Juárez’ y jugaba en el equipo de básquetbol del barrio, con el cual compitió en varios torneos estatales en los que incluso alcanzaron el campeonato.
Le gustaba el Facebook y formaba parte del club de fans de Los Plebes del Rancho.
De acuerdo con su tío, Diana Paulina era “sociable, alegre y muy amiguera”.
Aunque no era alumna de 10, sí era estudiosa y responsable en la escuela.
Su tío, hermano de su madre, reconoce el dolor que aflige a toda la familia, pero asegura que no buscarán la justicia.
“No la van a revivir, no la van a regresar. Por eso no vamos a continuar con la investigación. Decidimos dejarlo por la paz. No queremos saber quién fue y tampoco esperamos nada del gobierno”, comentó en una charla con reporteros que acudieron al sepelio de la menor, cuyo asesinato ha indignado a la sociedad.
“Nosotros ya perdonamos a las personas que hicieron este daño. Nos vamos a unir más a Dios. No nos va a ganar el resentimiento, el odio ni la venganza. Lo vamos a aceptar con humildad”, expuso.
Y así, en silencio, la niña fue sepultada.
Afuera, en las calles de Chilapa, la vida sigue en un ambiente en el que el miedo predomina.
“No salgas a la tienda, no vayas sola, no camines sola”, me advirtió con preocupación un periodista de Chilapa. “Aquí no puedes simplemente salir a caminar”, añade.
El regreso a Chilpancingo fue amargo. Otra vez los retenes del Ejército y la policía.
Atrás quedó la triste y angustiante realidad que viven los habitantes de esa ciudad. La muerte, el miedo y la impunidad prevalecen en Chilapa, donde este año se cuentan más de 200 asesinatos. El de Diana Paulina es otro que se suma a esa larga lista.