JOSÉ LUIS AMARO
En el Marco de la reciente visita de la relatora de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los derechos de los pueblos indígenas, que en su agenda se observó reflejado el estado de Guerrero. Una especie de agitación de la opinión pública y de los sectores más interesados, se dirigió a los temas más dolientes contra los pueblos indígenas, pues estos al igual que otros sectores sociales, han sufrido y compartido las consecuencias de los climas de inseguridad, impunidad y corrupción. La visita de la relatora que se interpreta entre los guerrerenses como una especie de ojo internacional que dirige su atención por un momento a estas tierras. A dado paso a un sentimiento de fe en vísperas de un curso más fluido en la solución de los casos concretos nacidos en los climas mencionados. Y no es de extrañarse en esta especie de sentimiento compartido, dado la eficiencia de instituciones nacionales (en este caso estatales) a las que les compete dar atendimiento y solución a los problemas emergentes de los pueblos indígenas, han sido incapaces de responder frente a las necesidades de estos pueblos.
Lo cierto es, y que no debe perderse de vista, que la solución de los problemas respecto a los pueblos indígenas y otros sectores vulnerables, no reposa en las visitas transitorias de organismos internacionales (que dicho sea de paso se agradece su interés). ¿Qué estas visitas crean una especie de presión a las instituciones estatales competentes? Tal vez, pero si se agudiza la mirada, a grandes rasgos observamos que existe un trasfondo multidimensional que debiera atender una solución más completa a dichos problemas. Es decir, dimensiones culturales, políticas y económicas por los guerrerenses las cuales nos comprometen a todos, la cuestión es aceptar el compromiso. Y evidentemente este compromiso colectivo se encuentra ausente en el estado. Por consecuencia las instituciones que representan o debieran representar las voluntades generales de la cultura, política, económica y en general social de los guerrerenses, se ven trastocadas (por no decir manipuladas) por voluntades o intereses personales. En esta situación se abre paso a la impunidad, corrupción e inseguridad que azotan al estado.
Partiendo de los pueblos indígenas en este marco, se les ubica a contracorriente al momento de reclamar sus derechos. Un intento por mejorar esta situación o agravarla, se observa simbólicamente en el proceso por reformar la ley 701, en la cual se pretende desaparecer el término “policía comunitaria”. Desatando el arrebato al derecho por defenderse las comunidades con integrantes indígenas que se ven rebasados por la creciente del estado. Claro que existen opiniones encontradas, las cuales fluctúan en el Congreso del Estado u de lo cual tendrá consecuencias (esperemos que sean positivas) y que son el reflejo de la descomposición del estado de derecho de nuestro país, la contradicción.
Frente a este panorama, lo repito, se deposita la fe en organismos internacionales, pero donde la fe y la responsabilidad debieran de estar puestas, es en las instituciones que atienden la solución a estos problemas a largo plazo, como lo es la escuela. Es la educación en las escuelas donde queda la posibilidad de cambiar esta situación, pues en ella se prepara al futuro ciudadano que tomara las riendas de estos problemas. A pesar de que la educación en México está en crisis (tema del cual hablaremos en otra ocasión), al igual que el país, es en estas instituciones que se obliga en un acto de nobleza cambiar nuestras tristes realidades. Pues en ella se toca un elemento clave en la descomposición social, la historia, el ciudadano guerrerense que desconoce la historia del estado y del país, no forzosamente está condenado a repetir los males pasados, sino que al momento de querer protagonizar un cambio, éste se encuentra extraviado en los puntos de partida. Porque si algo es cierto es que los problemas actuales son consecuencias de eventos histórico-sociales del estado, que siguen conservando su inercia de efectos en la sociedad actual.
Es difícil decir hoy en día que debemos de trabajar todos juntos en un clima de hermandad, porque el tema de los pueblos indígenas sufre rechazo cultural arraigado y para hacer frente a esta peculiaridad se necesita más que una buena educación en las escuelas, sino una metamorfosis cultural y social, la cual no será tarea fácil emprender en acciones concretas. Por el momento podemos hacer un llamado para aceptar el compromiso de participar y protagonizar nuestro papel de guerrerenses en estos tristes climas sociales, más que esperar una solución internacional.
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