“La mente del presidente… cada noche
juega con un sucesor diferente”.
Daniel Cosío Villegas
Efraín Flores Maldonado
Históricamente, después de 1929, la mayoría de las sucesiones presidenciales en el ámbito del PRI fueron tenebrosas… de perverso y eficiente cálculo en la mente presidencial, para heredar un candidato carnal; incluso en la primera sucesión, la candidatura del Partido Nacional Revolucionario (PNR), fue un engaño maravillosamente construido. Todos los líderes regionales convocados por Plutarco Elías Calles para fundar el nuevo partido, creyeron que el Lic. Aarón Sáenz sería el sucesor del sonorense, pero sólo fue un eficiente distractor y de la manga el Jefe Máximo lanzó e impuso la candidatura del Ing. Pascual Ortiz Rubio.
En 1934, siendo presidente Lázaro Cárdenas del Rio, todos esperaban que su maestro y guía ideológico Francisco J. Mujica, fuera el candidato presidencial, pero no fue así, pues el postulado resultó ser el general Manuel Ávila Camacho, mejor conocido como El Presidente Caballero.
Para suceder a Manuel Ávila Camacho, el candidato lógico era el guerrerense Ezequiel Padilla y sin embargo el candidato postulado fue Miguel Alemán Valdés, quien ubicó a su primo Fernando Casas Alemán como quien lo sucedería, pero finalmente se decidió por Adolfo Ruiz Cortines.
Este veracruzano de minúscula estatura física y política hizo pensar a los mexicanos que Gilberto Flores Muñoz sería el nuevo Presidente y finalmente se decidió por Adolfo López Mateos; éste fue el primer Presidente que no nos engañó, que no tuvo candidato señuelo, pues con tiempo encauzó a Gustavo Díaz Ordaz y lo convirtió en candidato presidencial.
Gustavo Díaz Ordaz hizo lo mismo y paso a paso fue perfilando a Luis Echeverría Álvarez y tampoco engañó a la opinión pública, pues finalmente propició su candidatura y triunfo electoral. Pero Luis Echeverría si se decidió a engañarnos y su candidato señuelo fue Mario Moya Palencia, para postular sorpresivamente a José López Portillo; éste también mostró dos candidatos señuelo: Pedro Ojeda Paullada y Jorge de la Vega Domínguez, para finalmente hacer candidato presidencial a Miguel de la Madrid Hurtado.
De la Madrid jugó con la candidatura de Alfredo del Mazo y finalmente se decidió por Carlos Salinas de Gortari, en plena crisis personal en virtud de la extraordinaria publicidad que tenía por el asesinato, siendo niño, de su jovencita trabajadora doméstica.
Viendo esta constante histórica, tengo razones suficientes para sentir, creer y pensar que José Antonio Meade Kuribreña es, en estos momentos, también un candidato señuelo, por las siguientes razones: la vida económica del país no es nada bonancible y hará crisis precisamente en el área administrativa en que Meade está ubicado, con una deuda externa de casi 10 billones de pesos; si bien es cierto que Meade tiene una imagen aceptable como profesionista y servidor público, también es verdad que no tiene estructuralmente el apoyo de ningún partido político y ello constituye su mayor debilidad, porque el PRI puede deshacerse de él en cualquier momento sin que represente un conflicto o una crisis en el interior del tricolor.
También es cierto que la militancia del PRI y los cuadros políticos del mismo ni lo adoran ni lo rechazan y, por lo tanto, no lo sienten como suyo; incluso en algún momento puede ser mirado en las filas del PRI como un intruso. Ello serviría de base para que finalmente Enrique Peña Nieto lo aproveche plenamente como señuelo, como distractor, y decidirse por la candidatura de Miguel Osorio Chong o incluso por la de Aurelio Nuño Mayer, que física y operativamente sería mejor aceptado que Meade por la ciudadanía y por la militancia del PRI como candidato presidencial.