Alejandro Mendoza
La política es el arte de dialogar, de consensar, de acordar en un bien común, en beneficio colectivo. No obstante, hay quienes tienen una terrible animadversión por la política. La mayoría de la gente cree que el político es, por naturaleza, corrupto. En algunos casos se tendrá razón, en otros, definitivamente, no.
Desde la antigüedad el ejercicio de la política ha estado supeditado al escrutinio del público. En los diferentes imperios que han existido a lo largo de la humanidad: Egipto, Babilonia, Persia, Grecia, Roma y hasta la actualidad. Hoy no existen imperios, sólo países ricos y países pobres.
El caso más sonado fue el intento de Hitler por gobernar el mundo. No pudo, de hecho, su muerte aún sigue siendo un misterio. Encumbrado en el poder lo ejerció con pleno autoritarismo e insensibilidad humana. Fue factor decisivo para el inicio de la Segunda Guerra Mundial que dejó más de 70 millones de muertos.
En la actualidad el ejercicio de la política ha venido en constante declive moral, ético y humano. En gran medida pareciera que no existe el verdadero interés por generar pensamientos, ideales, acciones, conductas, comportamientos coherentes entre el pensar, decir y hacer, en beneficio de un futuro mejor.
Cada político tiene dos caminos ante sí: continuar en la inercia de la corrupción política por la razón que sea o decidir a generar un camino diferente ajustándose a la verdadera política del bien a los demás.
México es un país de grandes historias de luchas, derrotas y victorias en el terreno político. Grandes mujeres y hombres que dieron pensamiento revolucionario, armado e ideológico, para fundar el México contemporáneo. Y Guerrero ha jugado un papel crucial en toda esa historia.
Todas las encuestas dan cuenta que la actividad política es una de las más desprestigiadas del país. Sin credibilidad, sin legitimidad, sin integridad, sin valores, sin justicia, sin principios; la política naufraga en medio de un océano de gente que rechaza darle un destino confiable y con crédito.
Cada elección la pobreza, la mentira, el robo, la ignorancia, la apatía, hacen compañía a la política para seguir minando el descrédito en el que se encuentra. Con justa razón el 50 por ciento del padrón electoral no vota, ni mucho menos participa, ni quiere saber nada de la política.
Y es que es cierto que muchas y muchos han hecho de la práctica política un estiércol. No hay nada más ahí que intereses personales y de grupo que están atados a una muy limitada visión del poder, de las riquezas y la vida lujosa.
Sin embargo, es importante destacar que la práctica política es una cosa y la política en sí, otra. La gente detesta la política cuando en sí debiera detestar la práctica de quienes hace uso de la política para beneficiarse personalmente. La corrupción política nace, crece y se reproduce en la práctica política.
La política en esencia es noble. El abuso de ella hace que la práctica de unos cuantos someta a la gran mayoría al estar en los cargos de poder en donde se toman las decisiones.
Que la política es corrupta y cochina, como dice la gente, no lo creo. Lo que creo es que hay personas corruptas, frívolas, perversas, miopes, de muy corta visión que se aprovechan de una masa popular noble, trabajadora, paciente, ignorante, cómoda y distraída.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz