Animo y adelante
Felipe Victoria
Héctor Antonio Astudillo Flores cumplió dos años gobernando Guerrero.
Tedioso escuchar frases de machote infinitamente repetidas sin ton ni son, pretendiendo endiosarlo y endulzarle los oídos para que crea que no hay nada por superar.
Los mandatarios no necesitan que se les diga que van muy bien, y a veces agradecerían que los que logran llegar a ellos mejor les marcara objetivamente los errores, proponiéndoles soluciones viables y concretas en vez de fantasías faraónicas.
Inminente pausa para revisión del equipo humano con que se desempeña, reajustar y hacer enroques; las facturas políticas de la ayuda en su campaña del 2015 ya fueron solventadas.
Los poderes fácticos tendrán que variar: se necesitan más astudillistas genuinos en la administración pública estatal, en tanto renejuaristas, añorvistas, waltonistas, zeferinistas y hasta perredistas, encontrarán otras ubicaciones.
Recuerdo que tres Generales divisionarios: Arévalo Gardoqui, Mota Sánchez y Ramírez Garrido, comentaban que el mando no se debe compartir y lo correcto era delegar funciones solamente, responsabilizando a subalternos y funcionarios de las decisiones propias, porque si a final de cuentas todo se le carga a un solo personaje es contraproducente, ya que nadie en la cúspide puede estar detrás de los subalternos todo el tiempo, ni pagando los platos rotos ajenos.
La historia del Estado de Guerrero es apasionante. A partir de que Juan N. Álvarez fue su primer gobernador tras la Erección de la entidad en octubre de 1849, para ninguno de los ochenta y tantos mandatarios subsecuentes fue fácil mantenerse en el poder. Solamente 6 consiguieron terminar completos sus periodos, entre ellos Rubén Figueroa Figueroa, Alejandro Cervantes Delgado, José Francisco Ruiz Massieu, René Juárez Cisneros y Carlos Zeferino Torreblanca Galindo.
En 168 años el estado cambió de gobiernos setenta y seis veces, aunque con varios personajes que fueron más de una vez mandatarios, dando un promedio aproximado de dos años dos meses en funciones.
Difícil y complicado el intenso destino político del Estado de Guerrero donde todo es posible y nada nos sorprende ya; imprevisible y casi ingobernable por su aguerrida e insumisa idiosincrasia, lejana al orden y la paz, donde poco entienden de razones y si acaso acatan sumisiones caciquiles.
Reitero mi felicitación al gobernador Héctor Antonio Astudillo Flores por sus primeros dos años al mando. No cualquiera lo hubiese logrado en las condiciones adversas que le entregaron la entidad, pero la Federación ha estado apoyándolo como sea, porque el objetivo es sacarla del barranco y moverla del cabús del desarrollo, pero se necesita una profilaxis total, con funcionarios que no vean tan solo por sus intereses personalísimos sino por Guerrero y los guerrerenses de veras.
Siempre en el ojo del huracán, lo que suceda bueno o malo, se sabe antes en el mundo que en Chilpancingo por las insumisas e incontrolables redes sociales tan clandestinas y libertinas; lo grave es que de tantos cibernautas que se hacen pasar por “disque periodistas” pocos lo son de veras.
Urge entonces aplicar estrategias adecuadas para protegerse de esos enjambres de activistas y chantajistas, que un día con otro ponen zancadillas tergiversando las cosas a favor de las mafias que no están contentas con el estilo diferente de Astudillo, e infiltran esquiroles para reventar sus eventos públicos entorpeciendo por lo menos a la verdadera prensa acreditada y legítima.
Áreas tan sensibles como esa requieren de fortalecer acciones y ajustar enfoques, acercando a quienes forman opinión en vez de alejarlos y segregarlos.
Del ámbito de la INSEGURIDAD PUBLICA, le digo así porque es lo que tenemos realmente, es hora ya de tomar decisiones cambiando de tajo las piezas clave que no han dado resultados y consintieron que las cosas se agravaran; nada de seguir llevándosela de a muertito echándole la pelotita caliente a la Federación, pues ni Miguel Ángel Osorio Chong, ni Salvador Cienfuegos Zepeda, harán lo que desde cada municipio no quieren hacer los alcaldes con sus remedos de policías preventivas perdidas en la ineptitud y corrupción, justificando entonces la urgencia del mando único, obstaculizado desde siempre en todo el país.
Y le sigo, ya que no hay chance de comentárselo cara a cara a mi gobernador y camarada: el área de la procuración de justicia, eternamente deficiente en Guerrero, anda peor de distraída que si estuviera de luna de miel con las mafias enquistadas desde dentro de la Fiscalía General en sus agencias del MP, donde si acaso entienden de tomar denuncias o practicar diligencias gratuitas de levantamiento de cadáveres, y todo lo demás lo ven como negocio tradicional.
En el Poder Judicial, responsable de administrar justicia aplicando las leyes, no todo va como debiera por la falta de vocación y preparación de algunos jueces y magistrados improvisados; las sentencias condenatorias o absolutorias siguen siendo objeto de mercado al mejor postor, por eso en Guerrero nos seguimos acercando al retorno del imperio primitivo de la venganza privada ante el hartazgo de la paciencia popular, que se sigue armando.
Los cuatro años que restan del periodo de gobierno de Héctor Antonio Astudillo Flores son cuesta arriba, con nuevos y más peligros, por angas o por mangas; tendrá que prepararse para un triple esfuerzo renovando y mejorando su equipo, cuidando que no crezca la arrogancia de camarillas que lo blindan y aíslan. ¡Buena suerte y un cordial abrazo!