Alejandro Mendoza

 

Es evidente la falta de liderazgos comprometidos realmente con el progreso y el bienestar de los demás, aunque desde luego hay excepciones extraordinarias y loables, cuyas acciones nada tienen que ver con beneficios o intereses políticos o económicos, sean personales o de grupo.

En este tema la analista en temas de liderazgo del diario nacional El Financiero, Ana María Salazar, expone que los verdaderos líderes surgen en momentos de emergencia, de desastre y de acontecimientos sorpresivos. O eso parecería al leer las biografías de los grandes líderes mundiales. Más que nada, se les recuerda por la forma en que enfrentaron momentos extraordinarios y no necesariamente por la forma en que se administraban a diario.
Es cierto que entre las características esenciales que deben tener los líderes para superar cualquier crisis, se encuentra su capacidad para rodearse de asesores extraordinarios. Lo importante para todo presidente, gobernador, presidente municipal o persona que tenga autoridad, es poder reconocer de antemano, antes que suceda la crisis, si sus asesores son los adecuados para enfrentar problemas de seguridad que ponen en jaque la existencia del gobierno o que amenazan la vida de la población.

En este sentido la revista Forbes publicó un artículo excelente sobre “Liderazgos fallidos”, en el que argumenta que el ejercicio de autoridad es un laberinto que se complica en el momento en que el líder se tropieza con su ego. Y es ahí cuando se puede hablar de liderazgos fallidos.

Y luego agrega: Todos conocemos ejemplos de proyectos excelentes, con productos prometedores, con grupos de trabajo integrados por gente talentosa que terminan en un fiasco. ¿Qué pasó aquí si todo parecía ir viento en popa? La mayoría de las veces la respuesta recae en aquel que lleva el timón del barco. Si no se ejerce un liderazgo efectivo, aunque se tengan los mejores elementos para conformar el éxito, se puede fracasar.

Estoy de acuerdo en que un mal líder no es solamente el que pide las cosas a gritos, vocifera si los resultados no se dan y golpea en el escritorio; también lo es aquel que pide todo por favor, que sonríe y quiere ser el amigo de todos. Tan malo es sustentar el liderazgo sobre las bases del miedo, como tratar de ser míster amigo.

Un líder debe dar resultados. Para ello, el liderazgo entraña una distribución desigual de poder: los integrantes de un grupo llevan a cabo actividades, idealmente podrán dar su opinión, aportar ideas, pero, por regla general, el líder tiene la última palabra.

Los líderes fallidos no saben manejar los canales de autoridad, se encandilan con el ejercicio del poder y hacen mal uso de la jerarquía.

La sociedad realmente necesita de líderes que tomen el reto y la responsabilidad de sacar adelante a la generación presente y a la venidera.

Rick Warren en su libro “Liderazgo con propósito” es más que tajante al afirmar que un liderazgo bueno y fuerte, es lo que más necesita el mundo de hoy. Es cierto que a donde quiera que se voltea a ver, desde los gobiernos, la política, hasta los negocios, vecindarios y hogares, se puede encontrar los devastadores resultados de la inestabilidad, la indecisión y la corrupción.

Urge que haya quienes tomen la gran responsabilidad y el enorme reto de liderar con base en principios y valores que hoy en día muchos parecen haber perdido, y que pueden resumirse con buscar siempre el bienestar de los demás.

El otro escenario es que quienes tienen el control y el poder impiden a toda costa que esos liderazgos crezcan, pero a pesar de este gran obstáculo, los líderes deben buscar la forma y los mecanismos para abrirse camino.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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