Alejandro Mendoza

 

“Ser o no ser, ésa es la cuestión” o “To be, or not to be, that is the question”, es la primera frase del monólogo o soliloquio del personaje principal Hamlet, el príncipe de Dinamarca, escrita alrededor del año 1603 por el dramaturgo inglés William Shakespeare.

Hay una interrogante profunda más: ¿Qué debe más dignamente optar el alma noble, entre sufrir de la fortuna impía, golpes y flechas, o levantarse en armas contra el océano del mal y oponerse a él y que así cesen?

En esencia la trama se trata de que Hamlet queda devastado con la muerte de su padre el rey de Dinamarca. El famoso monólogo de Hamlet se sitúa en este contexto existencial sobre la vida y la muerte.

“Ser o no ser, ésa es la cuestión”, introduce la lucha entre la vida y la muerte que Hamlet libra dentro de sí mismo. Se pregunta si es más noble aceptar los caminos del destino y de la fortuna, o dar fin a la vida y así también a los sufrimientos que conlleva.

Nelson Castellanos Hernández explica que Hamlet se expresa así en un momento en que se encuentra desamparado, frente a la decisión que debe tomar: esforzarse por demostrar que su tío y padrastro es culpable del asesinato de su padre el Rey o abandonar la lucha.

Es decir el soliloquio es una meditación sobre la vida y la muerte, se sabe que algo está podrido en el reino de Dinamarca, y no se vislumbra cómo actuar. La alternativa de dormir o morir no resuelve el dilema, cuando se tiene conciencia que pasamos al lado del sentido esencial de la vida. Dejar hacer o dejar pasar no es una solución, nos convierte en cómplices de que se instale un nuevo modo de opresión, un gobierno ilegitimo que llega al poder por caminos oscuros e indignos.

Y después de 420 años de escrita esa frase, en la actualidad podemos afirmar que a lo largo de la historia se repiten situaciones trágicas, sin que la humanidad aprenda aún la lección.

Ser o no ser, es una frase que conlleva a reflexionar de fondo sobre los principios y valores y la forma cómo se enfrenta cada circunstancia en la vida.

Parafraseando a Castellanos, vale la pena expresar qué sentido tiene soportar un mensaje de odio, de división, de destrucción de valores, de sometimiento a una forma de gobierno. Como aceptar que se destruya el futuro del país, se roben el tesoro nacional y se viole la Constitución. Por qué soportar resignados la burla, la vulgaridad, la insolencia del poder de la fuerza y continuar con un modo de vida que nos condena a ser ciudadanos de segunda, víctimas del hampa y obligados a pensar de una sola manera. He allí el dilema.

Lo cierto es que en la vida interna de cada partido político que disputa el poder nacional, estatal y municipal, la frase ser o no ser, en su esencia, ha dejado de existir y tener sentido común, siendo suplida por un pragmatismo político atroz y un cúmulo de intereses económicos personales y de grupo.

Shakespeare plasmó para el mundo, con su pluma prodigiosa, el dilema que ha seguido a la historia desde siempre, ya sea que se esté consciente o no de ello. Para todos no es muy diferente que para Hamlet, el personaje del gran dramaturgo: “¿Ser o no ser? esa es la cuestión”.

Y más allá del significado contextual que pueda tener dicha expresión, se puede concluir que todos los días, en los diferentes escenarios que se mueven, ésa es sin duda la cuestión: ser uno mismo o no serlo, en apego la esencia de los principios y valores que dan sentido, propósito, existencia y dignidad a cada gobierno, institución, empresa y a la misma raza humana.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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