Por Felipe Victoria Zepeda
¿Callando y aplaudiendo?
Por la racha mágica que rodea al Morena de López Obrador, de dondequiera le saltan nuevos reclutas ahorita que todavía no se ponen sus moños para aceptar a nadie.
Los que se desencantaron de los partidos en que militaron buen tiempo y nunca consiguieron ser catapultados ni para una regiduría, aprendieron el caminito desde 1988, cuando su jerarca fundador creó el partido y consiguió registrarlo.
Por desgracia las traiciones descompusieron el panorama electoral en 1994; los del grupo dolido porque Carlos Salinas no candidateó uno del clan: Manuel Camacho, Raúl Salinas, Emilio Lozoya, Muñoz Rocha y José Francisco Ruíz Massieu, de alguna manera convinieron con los del Grupo Atlacomulco maniobrar la sustitución emergente del candidato en favor del profesor Carlos Hank o del exregente capitalino.
Pero se les atravesaron otros más audaces y los dejaron embarcados en la coautoría del crimen de Tijuana y les acomodaron un tercero en discordia.
De camino para frenar inquietudes y planes rebuscados mataron a José Francisco Ruiz Massieu; Zedillo se quedó a darle “cortinazo” a Los Pinos y el traspaso al PAN en el 2000.
La estrategia del blanquiazul, candidateando a un guanajuatense dicharachero apoyado con los recursos oscuros que fueron negados al PRI, porque Fox si ofreció su liberación al famoso sinaloense preso por la muerte del Cardenal, fue exitosa.
Primero “santificar” de guadalupano al de las botas y éste abriéndose a toda clase de críticas inusuales en otros tiempos contra la investidura presidencial, a la que le perdieron el respeto.
Simpaticón el primer presidente panista. Quizá no brilló lo que debía porque su nueva consorte le robaba cámara, pero la ambición desmedida facilitó la pérdida del antiguo control policiaco a las mafias que antes respetaban órdenes.
Al final de su sexenio, con la loquera de las aspiraciones presidenciales de la jefa Marta, aconsejada entre otras por Elba Esther Gordillo, hubo descontrol y el PRI, con el prospecto tabasqueño de los de Atlacomulco, no la pudo hacer.
El hábil Genaro García Luna, que ayudó a cumplir la promesa foxiana de liberación del Capo en enero de 2001, se adueñó del sistema policiaco nacional y sedujo al “hijo desobediente” Felipe Calderón, para aceptar ciertos apoyos y hacer campaña casi contra la voluntad de Fox.
Orquestaron el chanchuyo electoral de 2006 contra el pujante perredista López Obrador, que se autonombró presidente legítimo calificando de espurio a Calderón, entretenido en la fallida guerra contra el narco que dejó muertes y desapariciones en lo que el Imperio del Narco creció y se diversificó.
Tanto fue el cántaro al agua hasta que se rompió y para el 2012 los mexicanos espantados se hartaron del blanquiazul en Los Pinos, comenzando a añorar los tiempos tricolores, aunque el perredismo de López Obrador no quitó el dedo del renglón.
Para las elecciones del 2012, el PAN puso a la contrincante más débil y el PRI manejó a su mejor producto atlacomulqueño, construido exprofeso hasta en lo sentimental, matrimoniándolo con una heroína de telenovelas que reportaría muchos votos.
AMLO repeló, pateó y se emberrinchó impugnando los resultados electorales de julio, pero el TRIFE le concedió el gane a Enrique Peña Nieto el 1 de septiembre de 2016. Sólo le quedó jurar que no lo dejaría gobernar en paz y hasta hacerle una revolución. Para calmarlo le dieron el registro de Morena pero les salió el tiro por la culata y la enanita del circo creció. Vaya política a la mexicana de amores perros.
Hablando de amores, al que están iniciándole la semana de rosarios es al PRI, que parece haber sucumbido el sábado pasado y está por verse la reacción de varios auténticos priístas de toda su vida, que llevaban años formaditos muy disciplinados en la lista de espera por la candidatura presidencial, cuando de pronto les cayó como balde de agua fría y con hielos, la ocurrencia cupular de quitar el candado que imponía militancia previa mínima de diez años para poder ser candidateados como externos, cualquiera que se diga “simpatizante”.
A estas alturas, ponerse de puritanos pidiendo candidateables impolutos cuando la política no es cosa de santos, sino de alquimia electoral, es una ocurrencia que generará reacciones peligrosas como una segunda escisión dentro del PRI, estilo aquella de Cárdenas en 1988 que originó al PRD que ya se desmorona y amorena a favor del tenaz López Obrador.
Ni quien le quite tantas cualidades y valía al economista y abogado José Antonio Meade Kuribreña, de procedencia panista, pero eso de intentar imponerlo en el lugar por el que otros hacen fila hace mucho, no parece lo más adecuado.
¿Cuándo se atreverán todos a liberarse del nefasto presidencialismo y entenderán que un solo personaje no puede ser todo EL PARTIDO, sino sus bases militantes sean del color que sea?
Muy pendientes de todo lo que viene de aquí a noviembre pues la moneda está en el aire, no se vayan con la finta; todavía nadie pierde ni nadie gana la candidatura presidencial priísta 2018.
Los de la fila de espera: Beltrones Rivera, Osorio Chong, Eruviel Ávila, Videgaray Caso, Miranda Nava, Narro Robles, Lamadrid Cordero, Joaquín Coldwell y Nuño Meyer siguen en cartelera. ¿Calladitos y felices?