Independientes cobran fuerza

 

Felipe Victoria

 

En México llegaron a designar ¡once veces! presidente al militar Antonio López de Santa Anna y desconocer a Benito Juárez García, para imponer como segundo emperador a un austriaco por instancias del Clero y los adinerados.

Corrió con suerte el Benemérito abogado y se sacudió al monarca Maximiliano restableciendo la República y reeligiéndose en la Presidencia, seguido por su mejor estratega militar Porfirio Díaz Mori, que impuso orden y paz para progresar, y se las ingenió para tener aplacado al pueblo simulando democracia electoral.

Treinta y cuatro años le duró el sistemita, pero se cruzó en su camino un idealista que pensó como justo y saludable que el sufragio popular se respetara haciéndolo efectivo en las urnas.

Francisco I. Madero consagró su vida a esa causa, que para Porfirio Díaz era un sueño imposible, pero la constancia del prócer convenció mediante clubes y partidos a los liberales para quitar del poder al dictador, que optó por irse desterrado en mayo de 1911; aunque hubo bienestar económico para algunos privilegiados, para las clases populares, obreros y campesinos no hubo justicia social; el acicate  necesario para encender la mecha del estallido revolucionario en noviembre de 1910 auspiciado por periodistas valientes.

Madero no convenció gobernando por su tibieza y el desorden se agravó, lo asesinaron en febrero de 1913 usurpando la Presidencia  Victoriano Huerta y entonces se desató la otra cruenta fase revolucionaria entre los caudillos que ambicionaban ser presidentes, matándose entre sí y cuando Álvaro Obregón en 1928 se brincó las trancas del nuevo lema federal de la no reelección, lo asesinaron en Coyoacán.

Otro militar, Plutarco Elías Calles, discurrió formar un partido oficial poderoso (PNR) para disciplinar a todos los que buscaran presidir el país por cuatro años o menos, como él manejó los hilos, hasta que seleccionaron al General Lázaro Cárdenas del Río, que cambió la Presidencia a un plan sexenal a partir de 1934 y modificó las siglas del partido oficial a las del PRI en agonía.

Aunque se abrieron espacios a la oposición política de Acción Nacional y varios partidos de izquierda socialista y comunista, pero nunca obtuvieron grandes triunfos electorales porque el gobierno no sacó las manos del control electoral.

Pero dicen que las cosas por servir se acaban, los procedimientos electorales se fueron “encochinando” en un PRI que se escindió con el PRD, forjado por Cuauhtémoc Cárdenas en mayo de 1989.

En 1994 al PRI le mataron a su candidato Colosio y apenitas lograron encaramar a Ernesto Zedillo, pero para que diera paso a la alternancia en el poder que el Tío Sam y la clase empresarial exigían ver en México.

Los de la más rancia oposición no la supieron hacer ocupando Los Pinos, y los vicios y corruptelas que achacaban a los tricolores las adoptaron, pero en una versión peor.

A Vicente Fox y Felipe Calderón nunca se les abrió el entendimiento que ciertos controles institucionales debían seguir en manos firmes, para no dejar robustecerse al imperio del narco ni desatar la violencia geométricamente.

A los blanquiazules se les ocurrió hacer el gran negociazo dilapidando recursos disque para eficientar, certificar y acreditar las fuerzas civiles para seguridad pública; planes y proyectos que enriquecieron a unos cuantos y dejaron más indefensa a la población, más ricos y poderosos a los cárteles e impunes a los delincuentes.

El colmo ha sido que los procedimientos electorales ya parecieran estar en manos del narco, que alquila o vende curules y cargos de elección popular como alcaldías, diputaciones, gubernaturas y senadurías.

El electorado hastiado sigue sin acudir a las urnas muy espontáneamente, si acaso cinco o seis empadronados de cada diez votan y entonces ganan los candidatos que logran por ahí del 30 % de la mitad captada para escrutinios, y los demás sufragios se reparten entre la pedacera con alianzas convenencieras, donde ya no hay respeto a estatutos de partidos ni ideologías, sino puras mañas hacia el poder por el poder con un gran elenco de saltimbanquis y trapecistas que a cada rato cambian de siglas y colores.

Por eso el desencanto para el 2018; a ninguno de tantos partidos le creen ni tienen confianza ya, pero como reminiscencia de aquella lucha  Maderista nace una corriente de personajes que ya recorren el país como candidatos presidenciales independientes, sin querer más nexos ni manchas y con la propuesta de terminar de tajo con la corrupción y simulación.

Seguro ya han escuchado mencionar los nombres de Jorge Castañeda Gutman, Javier Rodríguez, Armando Ríos Piter, Emilio Álvarez Icaza, Pedro Ferriz de Con, Rodolfo Neri Vela, Gerardo Fernández Noroña y Ernesto Rufo Appel.

Ellos necesitarían contar con el 1% de las listas nominales de electores, en por lo menos 17 estados y somos 84 millones 744 mil 212 votantes potenciales, lo que significa que cada candidato independiente necesitaría unas 877 mil 442 firmas cuanto antes, pero ¿con qué recursos financieros cuentan para entrarle al palenque político?

No es utopía de esos mexicanos llegar a Los Pinos sin ser apadrinados por partidos, recordemos que a Madero le decían loco y peores cosas.

El engrudo se les hizo bolas al PRI, PAN, PRD, el flamante Morena y otros de relleno decorativo; las candidaturas independientes son la opción restante antes que algo más drástico ocurra.