Alejandro Mendoza
En virtud de que es uno de los temas más recurrentes en la vida pública y privada de nuestro país, es necesario enfatizar que la corrupción política es el abuso del poder que se les ha confiado, por parte de líderes políticos para obtener ganancias, con el objetivo de aumentar su poder o su riqueza.
Evidentemente la corrupción política no sólo se refiere a que el dinero cambie de mano; puede tomar, también, la forma de “tráfico de influencias” o de la concreción de favores que envenenan la política y amenazan a la democracia.
De acuerdo con especialistas sobre este tema y de referencias sobre el mismo, la corrupción política abarca un amplio espectro de delitos y actos ilícitos cometidos por líderes políticos antes, durante o después de abandonar la función.
Es diferente a la corrupción que se comete durante el ejercicio de la administración pública, cuando es perpetrada por líderes políticos o funcionarios electos que han sido investidos de autoridad pública y que tienen la responsabilidad de representar el interés público.
Aunque desde luego también debe considerarse el aspecto ciudadano a la corrupción política: los sobornos pagados a los políticos.
El doctor en temas de política y electorales, Mauro Alberto Sánchez Hernández, sostiene que “la corrupción política es un obstáculo a la transparencia de la vida pública. En las democracias establecidas, la pérdida de fe en la política y la ausencia de confianza en políticos y partidos desafía a los valores democráticos, una tendencia que se ha profundizado con la exposición de la corrupción en la última década”.
En los Estados en transición y desarrollo, la corrupción política amenaza la efectiva viabilidad de la democracia y vuelve vulnerables a las recientes instituciones democráticas.
La corrupción sabemos que es una tendencia que se presenta y que existe en todo tipo de organizaciones, en donde los prestadores de servicios se aprovechan de las facultades que tienen para sacar provecho de tipo económico a todo tipo de personas susceptibles a sus circunstancias y situaciones.
Sin embargo, mucho se ha intentado hacer para combatir este mal que resquebraja la sociedad de una manera voraz, dando resultados poco notorios.
Stephen D. Morris, quien realizó un interesante estudio de la corrupción en México, sostenía que “se la ha definido como el uso ilegitimo del poder público para el beneficio privado”; “Todo uso ilegal o no ético de la actividad gubernamental como consecuencia de consideraciones de beneficio personal o político”; o simplemente como “el uso arbitrario del poder”.
Otra definición con un énfasis más jurídico la proporciona Guillermo Brizio: “Se designa a la corrupción como un fenómeno social, a través del cual un servidor público es impulsado a actuar en contra de las leyes, normatividad y prácticas implementados, a fin de favorecer intereses particulares”.
La corrupción también ha sido definida como: “comportamiento político desviado” (falta de ética política); “conducta política contraria a las normas jurídicas” (falta de ética jurídica y política); y “usurpación privada de lo que corresponde al dominio público”.
La relación entre corrupción y política es mucho más profunda de lo que quisiéramos y los políticos estarían dispuestos a admitir. En primer lugar, no hay que perder de vista que la corrupción no sólo es una acción más o menos consagrada como delictiva, sino también un importante medio de influencia política con manifiestas ventajas respecto de la pura persuasión, por un lado, y la coerción, por el otro.
En el fondo, los actores políticos, sobre todo en los casos de corrupción oficial y política, casi nunca están dispuestos a renunciar completamente a esta forma de influencia.
La corrupción política es un problema que afecta gravemente la legitimidad de la democracia, distorsiona el sistema económico y constituye un factor de desintegración social. Los gobiernos necesitan estar conscientes de esta situación y deben realmente promover y ejecutar acciones que aseguren la erradicación de este flagelo.
La lucha contra la corrupción es tal vez uno de los campos en los cuales la acción colectiva de los Estados es no sólo útil y conveniente, sino absolutamente necesaria. Y es ahí donde hace falta mucho por hacer.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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