Crímenes políticos infames, también en el zedillato
Felipe Victoria
Hoy hace 22 años, el magistrado Abraham Antonio Polo Uscanga no pudo llegar a la entrevista pactada con José Cárdenas, en Radio Acir, ni al Juzgado Penal donde declararía insistiendo en que debían soltar a los líderes de la Ruta-100 de Autotransporte de Pasajeros y reponer el procedimiento porque no estaba cabalmente comprobada su culpabilidad plena.
En el sexenio de José López Portillo, el singular regente Carlos Hank González municipalizó el transporte en el DF, afectando los intereses económicos del llamado pulpo camionero.
Como en 1994 al Grupo Atlacomulco y los camioneros-banqueros Alcántara Rojas no se les hizo que Hank González fuera el candidato sustituto tras del asesinato cometido contra Luis Donaldo Colosio Murrieta, se les desató el apetito por hacerse del negocio de transportar cinco millones diarios de pasajeros y como la Ruta-100 casi quebró por el robadero con fraudulentas compras ficticias de refacciones y motores, el impedimento para su privatización era el Sindicato de choferes, y comenzaron por consignar defectuosamente a los líderes como Ricardo Barco y diez más.
La apelación presentada ante la Octava Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia del DF fue aceptada por el magistrado Polo Uscanga Abraham Antonio y tendrían que liberar a los del sindicato, echando por tierra el negociazo.
Tiempo antes, Luis Miguel Moreno Gómez, responsable de la Secretaría de Transporte y Vialidad consultó con el magistrado sobre el saqueo que traían en Ruta-100 los directivos apadrinados por Raúl Salinas Lozano y le aconsejó denunciarlos.
Misteriosamente resultó que Moreno Gómez se “suicidó” de dos balazos en el abdomen con un revolver Taurus calibre 38, disque porque le molestaba una úlcera, antes de la semana santa de 1995.
El entonces regente capitalino Oscar Espinoza Villarreal había ordenado al titular del Tribunal, Saturnino Agüero Aguirre, que presionaran al magistrado Polo Uscanga para que no aceptara la apelación de los abogados del Sindicato, pero como éste se negaba a consignas contrarias a Derecho, comenzaron a hostigarlo e incluso fue secuestrado, golpeado y herido a picahielazos.
Decidió apresurar el trámite jubilatorio no sin antes decretar la liberación de los líderes, pero ya preparaba un libro denunciado la corrupción en la compraventa de plazas de jueces y magistrados en el DF.
El veracruzano Abraham Antonio nunca estuvo conforme con que lo sacaran de ser subprocurador de Justicia tras treinta y dos años de carrera en el Ministerio Público, convirtiéndolo en magistrado sin haber sido antes juez. Pero estorbaba por incorruptible.
Desde que lo ascendieron en diciembre de 1988 a subprocurador de Averiguaciones Previa cuando entró Ignacio Morales Lechuga a la Procuraduría defeña, Polo Uscanga impidió que nombraran subprocurador de Control de Procesos al penalista Enrique Fuentes León y como director de la Policía Judicial a su protegido Fernando de la Sota Rodalléguez y a Federico Ponce Rojas como director de Averiguaciones Previas.
Terminando el salinato y con Ernesto Zedillo llegó a la regencia Oscar Espinosa Villarreal, quien manejó las finanzas de la campaña y controlaría la reprivatización del autotransporte, pero les estorbó Abraham Polo Uscanga y ordenaron su ejecución, montado una escena de supuesto suicidio en el despacho particular del magistrado, en el noveno piso del Condominio Insurgentes la noche del lunes 19 de junio de 1995, disque utilizando un revolver calibre 38 marca Taurus.
Para la mañana del martes 20 corrió la noticia del hallazgo del cadáver y el entonces nuevo procurador José Antonio González Fernández y David Garay Maldonado, secretario de Seguridad Pública, no pudieron más que cumplir las órdenes de disimulo del regente Oscar Espinoza Villarreal y del presidente del Tribunal Superior, Saturnino Agüero Aguirre.
De nuevo el sistema oficial de simular pesquisas dando largas y tratando de imponer versiones tergiversadas e inverosímiles.
Por tanto años en la Procuraduría y un sólido prestigio, el asesinado tenía muchos amigos y algunos de ellos, exsubordinados y periodistas, se adentraron en las investigaciones ubicando a un famoso excomandante apodado “El Grandote”, que fue visto llegar al Condominio Insurgentes la noche del crimen.
Ese personaje fue mencionado antes por Abraham Polo Uscanga cuando lo secuestraron hiriéndolo; tenía rencillas contra la víctima por impedir que Morales Lechuga lo hiciera director de la Policía Judicial y a su padrino Enrique Fuentes León, subprocurador.
Curiosamente el “El Grandote” fue quien en Tijuana, cuando mataron a Colosio, “tacleó” al agente Sánchez Ortega catafixiándolo con Mario Aburto Martínez; formaba parte del Grupo Omega patrocinado por los camioneros Alcántara Rojas del grupo mexiquense de Atlacomulco y se le conocía como “Taurus”. Vaya casualidades entonces.
Zedillo para sacar del apuro a Oscar Espinoza y compinches, negoció quitándolo de la Regencia para hacerlo Secretario de Turismo y aflojó la Jefatura de Gobierno al PRD con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, olvidando el caso Polo Uscanga, que después quiso revivir el procurador Samuel del Villar Kretchnar con ayuda de penalista Alberto Woolrich, estrecho amigo del magistrado asesinado.
Oscar Espinosa, como secretario de Turismo, fue acusado de robarse 400 millones de pesos del presupuesto de Prensa, lo dejaron escaparse a Galveston, Texas, primero vía Acapulco en el avión que le prestó Enrique Molina, el zar de los ingenios azucareros y después fue a esconderse a Nicaragua.
Nunca quisieron esclarecer la muerte de Polo Uscanga.