Alejandro Mendoza

 

Es cierto que para donde sea que volteemos a ver, observamos terribles males en la sociedad, y de momento pensamos que es completamente responsabilidad de los gobiernos garantizar una sociedad moderna, con civilidad, ética y moral.

Sin embargo, hoy quiero traer a la opinión pública la importancia que tiene la formación de nuevas generaciones desde el mismo seno familiar. Los delincuentes en potencia, la mayor de las ocasiones se comienza a formar en las familias.

Definitivamente podemos afirmar que los padres y las madres tienen una gran responsabilidad en la formación de nuevas generaciones que tengan una mentalidad y una visión totalmente distinta, basada en principios y valores que les permita ser congruentes e íntegras.

Se conoce que la familia es la célula que le da fuerza a la sociedad. Y en las diferentes áreas de ésta se debe ponderar el compromiso de formar personas que puedan enfrentar y superar la actual situación que se vive en todos lados de creciente maldad, desorden y violencia.

De lo que ocurre en el mundo, el pasado 24 de mayo, la especialista y terapeuta ocupacional canadiense Victoria Prooday publicó su artículo “The silent tragedy affecting today’s children” (La tragedia silenciosa que afecta a los niños de hoy), alertando sobre las nuevas epidemias que afectan a nuestras hijas y a nuestros hijos, y sus consecuencias negativas sino se actúa de manera inmediata para corregirlos.

Y es que no hay duda que en nuestra actual sociedad con sus valores y principios que la rigen, sin ética y moral, la desintegración familiar está a la orden del día. Y se va heredando a las nuevas generaciones familias desintegradas y disyuntivas.

Entre sus conclusiones sobresalen algunos datos que vale la pena considerar. Uno de cada cinco niños o niñas presenta algún problema serio de enfermedad mental; incremento en un 43 por ciento la cantidad de niños y niñas con problemas de hiperactividad y déficit de atención; aumento de un 37 por ciento de adolescentes con depresión.

Pero además destaca, y lo cual es muy grave, un incremento en un 200 por ciento de suicidios de muchachos entre 10 y 14 años de edad, así como su incorporación a bandas juveniles delincuenciales o narcotráfico.

Las causas de estos problemas evidentemente se encuentran en el medio ambiente, en los senos familiares desintegrados, desatención de los padres y madres, y en los estilos parentales que están desviando en una dirección incorrecta en la educación de esta generación de niños y niñas y adolescentes.

En gran medida, se han cometido errores con consecuencias terribles en los senos familiares, por ejemplo: ausencia emocional de los padres, no hay claridad en los límites y disciplina, carencia de responsabilidades, pobre alimentación y déficit de sueño, poco ejercicio libre y paseos al aire libre, poco juego creativo y oportunidad de ocio y aburrimiento, padres ausentes y digitalmente distraídos, padres permisivos en el niño o la niña, gobiernan el mundo.

Y no hay duda que en muchos hogares se enfrentan a situaciones como el inflar la autoestima de los menores de manera equivocada, en lugar de hacerlos responsables y capaces; pocos límites en las horas del sueño y alimentación no balanceada; estilo sedentario, niñeras digitales y tecnológicas, y satisfacción de caprichos inmediatos.

Lo cierto es que el reto es preparar e instruir a una generación de jóvenes felices, exitosos, saludables, responsables, comprometidos con el mundo que lo rodea para hacerlo mejor cada día.

Como culmina la especialista, debemos entender, que nuestra responsabilidad como padres es formar una generación fuerte, consciente y con un sentido de vida hacia los demás. Nuestra misión es preparar a nuestros hijos para el camino difícil que le va a tocar caminar, y no los preparamos haciendo su vida más fácil, porque estaremos creando a una generación muy débil que ante la más mínima adversidad se va a destruir.

Se necesita de una generación que se esfuerce, luche y trabaje por un mundo mejor y tengan esa influencia en todas las áreas de la sociedad.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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