Alejandro Mendoza Pastrana
No soy partidario de la descalificación, ni tampoco de la adulación. Creo que la reflexión es la forma más correcta de entender de manera objetiva la realidad. He tenido la oportunidad de saludar personalmente en varias ocasiones y en diversas situaciones, a lo largo de un buen tiempo, al licenciado Héctor Astudillo Flores.
Me consta que más allá del político, servidor público o gobernante, hay un ser humano con virtudes y errores como cualquier otro. Hoy le toca la dificultosa responsabilidad de gobernar al estado de Guerrero en condiciones totalmente distintas a la primera vez que intentó ser gobernador en el año 2005.
De ninguna manera se trata de realizar una justificación de los aciertos o errores del gobernante en turno. De hecho, quiero apelar a la compresión del ser humano con sus amplias limitaciones cuando queda expuesto a factores externos que no están en su control.
El curso de la vida me colocó en una competencia electoral con el licenciado Astudillo en las elecciones del 2008. Me ganó tres a uno. Lo reconocí esa misma noche de la elección. Recuerdo que había un sentimiento popular a favor del licenciado Héctor Astudillo, derivado de las críticas contra el gobierno de Zeferino Torreblanca, quien lo había vencido tres años antes en la elección de gobernador.
Más allá de posiciones políticas e ideológicas, creo que el licenciado Astudillo tenía en mente hacer el mejor de los trabajos posibles al frente del Gobierno del Estado de Guerrero. Pero, la nueva realidad enfrentó a esa buena intención.
Desde luego que es responsabilidad de quien ostenta la investidura del Ejecutivo Estatal hacer todo lo que esté a su alcance para que el pueblo que representa y gobierna avance hacia mejores condiciones de vida. No se puede eximir esa responsabilidad.
Históricamente, Guerrero ha sido un estado que ha tenido su alto grado de dificultad a la hora de gobernarlo. La pobreza, la marginación, la guerrilla, el caciquismo, la corrupción, habían sido caldo de cultivo para constantes eventos de inestabilidad, desorden y violencia social y política.
Y en la nueva situación que vive el país, resultado de la actividad ilícita, la inseguridad pública y la violencia, el estado de Guerrero no ha quedado exento.
Y este nuevo contexto social, político, económico y hasta cultural, es el que le ha tocado lidiar al gobierno del licenciado Héctor Astudillo.
Ningún hombre o mujer en la faz del planeta podría confrontar tan terrible situación, si primero no existe la voluntad política y el sincero y genuino deseo de querer hacerlo, y segundo, si no existe verdaderamente un frente unificado con los gobiernos federal, estatal y municipales, así como con todos los sectores de la sociedad, la iniciativa privada, la iglesia, la academia, incluidas las fuerzas políticas y sociales interesadas realmente en la recuperación del orden y la paz.
El slogan oficial “Guerrero nos necesita a todos” realmente encierra una gran verdad. Sobreponerse a los intereses personales, de grupo o de partido no es cosa sencilla, y más cuando se trata de anteponer los intereses de la gran mayoría. En este escenario, en los hechos, pareciera que nadie cede.
Yo quiero que le vaya bien al gobierno del licenciado Héctor Astudillo Flores, así como a cualquier otro hombre o mujer que gobierne nuestra entidad, independientemente del partido político que gane en las urnas, porque sé que le irá bien a nuestra bella y noble entidad. Yo quiero que se hagan bien las cosas en el gobierno del licenciado Héctor Astudillo Flores porque sé que muchas familias guerrerenses serán beneficiadas.
Insisto, no creo en la descalificación para ganar bonos políticos, tampoco en la adulación para ganar favores, estoy convencido que el licenciado Astudillo puede hacer todavía mucho más por nuestro sufrido y agredido estado de Guerrero; mucho más de lo que ya ha hecho. Tiene la experiencia política y administrativa para hacerlo. Estoy completamente convencido que Dios le dio esa oportunidad.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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