Alejandro Mendoza

 

La democracia mexicana se presenta como el producto de una ruptura paradójica. La desarticulación entre las esferas política y pública no es congruente con los ideales de la democracia.

Los representantes no son representativos, y a pesar de que en el pensar colectivo ciudadano paulatinamente se adquiere consciencia de esta carencia, aún dominan en él, el desprecio a la rendición de cuentas y el desprestigio colectivo al actuar ciudadano.

La vida política fue ocupada por un sistema partidista ambicioso y egoísta que pretende ejercer el monopolio sobre la vida pública y la democracia. Un sistema viciado que inhibe la plena realización del ciudadano, quien además es cegado por una apatía social generalizada y un ambiente pesimista crónico.

En la mayoría del pensar colectivo mexicano no tiene cabida una política independiente de partidos, aunque hay casos incipientes de ciudadanos que alientan esa vía.

La vía progresista propone democratizar la vida política. Hacer de una democracia electoral una democracia participativa y representativa cotidiana. Una democracia de proximidad en la cual los ciudadanos se consideran y son considerados como elementos claves en la gobernabilidad.

Los individuos necesitan una mejor representación, el fortalecimiento de la participación ciudadana y una integración eficiente de cada ciudadano dentro del sistema democrático. Se trata de promover los espacios dedicados al debate ciudadano y al diálogo.

La democracia mexicana carece de mecanismos mediante los cuales se pueda fomentar la emergencia de reflexiones constructivas que tomen en cuenta la participación ciudadana.

Es necesario superar el análisis izquierda-derecha y, sobre todo en México, el que encasilla al funcionario y al representante en los colores de su partido, y no. Las ideas progresistas buscan difundir otra visión de la política, combatir el oligopolio partidista dominante en la vida pública y colocar al ciudadano y sus prioridades en el lugar que le corresponde en ella.

Es urgente encontrar y fomentar nuevas formas de pensamiento, nuevos medios de difusión y nuevas dinámicas de acción colectiva.  Analizar, capacitar, difundir. La propuesta debe de ser pragmática y sustentable. Es también una lucha contra la apatía y el inmovilismo de algunos que amenazan con paralizar a la sociedad entera. Porque el progresismo es antitético al status quo en el cual estamos encerrados.

En este sentido, el progresismo está estrechamente vinculado con la idea de un determinismo del porvenir humano gracias a la praxis social, es decir, gracias a la acción colectiva humana. La idea progresista reconoce las capacidades extendidas del ser humano para modificar su sociedad y el mundo a su alrededor.

De esta forma, el progresismo se manifiesta mediante el surgimiento de una fuerza creativa, una unión de voluntades e intelectos que abarca los activismos y las iniciativas atomizadas. Aprovechar el encuentro entre polos opuestos, dirigirla hacia una convergencia de ideas, hacia un debate constructivo. Consolidar en propuestas concretas el impulso de un trabajo profundo de reflexión crítica y propositiva. Esencial para generar la toma de conciencia ciudadana hacia el diseño de un nuevo pacto social, una nueva dinámica ciudadano-gobernante.

El progresismo no pretende ser una explicación universalista de la política o del mundo. El progresismo es un intento de mejorar nuestra situación. Es dejar atrás prejuicios, etiquetas y dogmas que no hacen más que dividir y paralizar a la sociedad. Enarbola ideas de libertad, equidad y justicia, en su más amplio significado.

A través de la garantía de los derechos y libertades fundamentales, el Estado tiene que crear las condiciones para el bienestar social y la seguridad de su población. Los ciudadanos, por su parte, deben de asumir sus funciones sociales y políticas de participación en el terreno democrático.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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