Por Felipe Victoria Zepeda

 

La chaponovela de un cuarto de siglo

 

Allá por 1993, los planes de Carlos Salinas de Gortari por facilitar la reelección presidencial o extender su mandato, se miraban obstaculizados por dos factores principales:

PRIMERO: En la cúpula del narco aún sumiso y  respetuoso de las normas territoriales que le imponían PGR, SEGOB, SEDENA y SEMAR, se suscitó la guerra entre el Güero Palma y el Chapo Guzmán contra los poderosos hermanos Arellano Félix, mientras el Cartel de Matamoros crecía convirtiéndose en el del Golfo, liderado por Juan García Abrego, sobrino del mayor contrabandista tamaulipeco Juan N Guerra, cuatísimo de don Raúl Salinas Lozano, del Clan de Agualeguas.

El narco mexicano marchaba al son que le marcaran desde Los Pinos para que no hubiera ruido calentando las plazas, pero Joaquín Archivaldo Guzmán Loera se brincó las trancas.

SEGUNDO: El poderoso clero católico mexicano bajo las órdenes del Nuncio Girolamo Prigione y el Cardenal Primado Ernesto Corripio Ahumada, sugerían a la feligresía pedir que el maravilloso presidente Salinas continuara en el mando, pero se pusieron al brinco los jerarcas ensotanados del Sur y el Bajío, como Samuel Ruiz, en Chiapas, y Juan Jesús Posadas Ocampo, en Guadalajara, que simpatizaban con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y estaban dispuestos a participar en la “Revolución de final del Siglo” si le volvían a cometer fraude electoral en 1994. Los prelados solo pretendían un sisma independizando de El Vaticano en Roma, su iglesia católica Guadalupana en México y Latinoamérica.

Coincidieron entonces ambos mandos, clerical y civil, en que deberían poner quietos simultáneamente al Cardenal Posadas y al Chapo Guzmán en un mismo operativo a celebrarse en el aeropuerto de Guadalajara, Jalisco, el 24 de mayo de 1993; mientras los Arellano balaceaban al sinaloense, un comando especial se ocuparía del alto jerarca eclesiástico rescatando la información confidencial que cargaba para entregarla al Nuncio Prigione.

Las cosas no salieron como las proyectaron en un Nintendo: al Cardenal no le tocó tan solo una aparente bala perdida sino que lo acribillaron en su Marquis blanco y el hábil Chapo, que ese día no utilizó su “lanchón” Ford, logró escapar, y los de la judicial federal se lo llevaron a esconder a un rancho chiapaneco y más al sur de México.

La bronquísima que el doctor Jorge Carpizo traía en la PGR con los llamados por él “narcoperiodistas”, fue superada en intensidad por el crimen contra el Cardenal Posadas y la afanosa búsqueda del Chapo Guzmán, a quien le cargarían el muertito.

Un mes después traicionarían a Guzmán Loera entregándoselo a la PGR en la línea divisoria con Guatemala y comenzó la gran puesta en escena del Chapo como protagonista de una interminable novela política, como preso consentido haciéndose multimillonario y después como fugado y disque el más buscado, pero el más protegido, hasta que vino Barack Obama a Toluca, en febrero de 2014, y la DEA capturó al sinaloense en Mazatlán, pero dilataron la extradición.

No tardaron mucho en montar otra escena, la de la peliculesca segunda fuga por un enorme túnel del penal del Altiplano, pero la DEA  recapturó de nuevo al Chapo en Los Mochis, en enero de 2016, saliendo de una coladera del drenaje y ya por no dejar, el último día del mandato de Obama en los USA, se los dieron como regalo para intentar quedar bien con míster Donald Trump, el 19 de enero de 2017, precisamente dieciséis años después de que al parecer el entonces presidente Fox autorizó que se fugara del penal de Puente Grande, en Jalisco, para que se mantuviera en calidad de prófugo, trabajando duro hasta convertirse en multimillonario Forbes, vacacionando privilegiadamente en el imperio de sus primos los Beltrán Leyva en Guerrero.

El Chapo se obsesionó con que le regresaran su residencia en Pichilingue, Puerto Marqués, pero Jorge Carpizo se la dio en comodato al gobierno de Guerrero desde 1993 y la convirtieron en Casa Acapulco, para alojamiento exclusivo de gente importante y festejos muy privados de gobernadores y altos funcionarios federales.

Ahora que El Chapo Guzmán es huésped de la justicia de los USA en una Corte de Manhatan, en Nueva York, reclamado por otras seis de otros estados, a no dudarlo negocia la disminución de cargos por información y va dosificando sus revelaciones para que caigan “BAD HOMBRES” mexicanos que fueron o aún son hasta gobernadores.

La escena seguirá en cartelera mucho tiempo y hasta se da una fiebre de telenovelas y peliculitas sobre el niño en la miseria que creció en La Tuna Badiraguato, en Sinaloa, la cuna del “abolengo narco”, tan prolífico en narcos poderosos y audaces.

¿Cuántos políticos mexicanos no se sentaron a la mesa con Joaquín Archivaldo Guzmán Loera y recibieron sus favores y apoyos financieros para sus campañas? ¿Cuántos magnates empresariales no se asociaron con El Chapo para lavar dólares y obtener ganancias ilimitadas?

Como sea, por algunas poderosas razones el personaje sigue con vida y su papel en la historia criminal de México y los USA ya lo tiene, sin que su fin esté a la vista porque aún habrá más.

Ahora lo difícil de establecer es cuan presente seguirá en el entorno del México desmoronándose de aquí a mediados del 2018.