La bella Chilapa

 

Por Chanssonier

 

Ya existían a la llegada de los españoles, llamándose Chilapan, en mexicano “chilar en el agua”. Desde entonces ya era un núcleo de población importante, a la cual el religioso Agustín de la Coruña le dio en 1534 la traza que hasta ahora guarda.

A principios de la colonia sus tierra formaron parte de la encomienda que la corona española entregó al conquistador Diego de Ordaz;  de aquí partieron los primeros frailes Agustinos a la evangelización de gran parte de los pueblos que ahora formaron parte del estado de Guerrero, sobre todo hacia la región de la montaña.

Durante el virreinato fue la ciudad más próspera  de esta zona, teniendo un camino real que la comunicaba con la capital de la Nueva España el cual nacía en Apango. Durante la guerra de independencia fue plaza que la insurgencia insistió en tomar por sus importancia tanto o mayor que Acapulco, porque en el puerto lo único que entonces valía la pena era capturar el castillos de San Diego para controlar la entrada y salida de barcos.

A partir de 1849 nace el estado de Guerrero, siendo Chilapa una de sus principales poblaciones segregada del Estado de México. En 1863, durante la intervención francesa nace el obispado, sobre el cual se hicieron gestiones desde los primero años de la conquista espiritual, renovándose insistentemente hasta 1918. Fue su primer obispo monseñor Ambrosio Serrano y Pérez, al que se le consagró en una fastuosa ceremonia efectuada en la catedral de Puebla.

Si bien fray Agustín de la Coruña es su evangelizador espiritual, quien  conquistó estas tierras para la testa de Carlos V, fue el capitán Gonzalo de Sandoval que aquí  llegó en 1522, partiendo al poco a la conquista de Colima. Fundando la población de tal nombre.

Larga y hermosa es la vida histórica de este lugar, el cual recibió el título de ciudad el 7 de mayo de 1854, de manos del presidente Antonio López de Santa Anna, ratificada en 1871 por el gobierno del estado con el agregado de Chilapa de Porfirio Díaz, a la cual dos años después lo cambiaron por el de Álvarez que hasta ahora ostenta.

En la Chilapa de hoy dos cosas son dignas de admirarse, el tianguis dominical único en el estado como pocos en el país; y por otro lado su maravillosa catedral, dedicada a San Miguel Arcángel, construida por el reputado arquitecto don Federico Ernesto Mariscal Piña, quien otrora terminó el Palacio de Bellas Artes y modificó el interior del proyecto con suntuosos vitrales. Joya arquitectónica del estado y del país.

A pesar de que su industria rebocera está en agonía, aún los escasos artesanos existen todavía, fabrican rebozos llamados de bolita y de ratoncito; los primeros para las mujeres próximas a casarse y los otros para uso de las niñas. Cuatro platillos distinguen la comida de este lugar con los chiles rellenos y picadillos, las chalupitas y el pozole; el postre más reclamado lo denominan “bien sabes”, siendo en verdad una delicia para el paladar.

Poco le queda en materia de costura, aunque siguen siendo famosas sus servilletas deshiladas o en punto de cruz; cerca de Chilapa, en Acatlán, aún se confeccionan prendas para uso de las indias, vestido que se conoce como de Acateca, de muy hermosos colores bajo un fondo negro o azul quemado.

Sus mujeres, ¡ah, sus mujeres!, son hermosas como los amaneceres, de piel tersa y mestiza, ojos negros de mirada tierna subyugante. Se les puede ver al salir de la iglesia; van siempre con paso menudo, recatadas, casi sin voltear a ver a nadie que no sea el hombre que habrá de llevarlas al altar.

La ciudad en lo general es limpia, con calles largas hasta perder la vista; las hay anchas y también angostas. Las primeras eran para un tránsito rápido, en tanto las segundas se utilizaban antes para tender los enormes hilos para la confección de rebozos.

Al as seis de la tarde las iglesias tocan el Angelus; antiguamente todo el mundo se hincaba en plena calle, ahora algunas gente de otro tiempo lo sigue haciendo aunque la inmensa mayoría lo pasa desapercibido.

En el costado norte de la esquina del amplio atrio de la catedral, existe una placa indicadora que allí estuvo la fuente y hasta ese lugar llegaba el acueducto, del cual se surtía  de agua la población. Y es que Chilapa fue la primera ciudad de toda la región que conto con ese sistema, tan moderno para esos tiempos.

Ahora, con el buen empeño de todos sus habitantes, tratan de volver a tener esa importancia que tuvo ayer. Y no hay nada ni nadie que le pueda quitar inmensa y profunda belleza y tradiciones culturales.