* A 2 años después de la barbarie
* Lo que no pueden (ni quieren) ver
* Guerrero ardía, sin gobernabilidad
Jorge VALDEZ REYCEN
Hace dos años, Guerrero sufría la peor crisis de toda su historia política, económica y social.
Los bloqueos carreteros, robos de vehículos oficiales, movilizaciones agresivas de encapuchados armados con palos y bombas “molotov”, los incendios de edificios públicos, saqueos de tiendas departamentales, en suma: ingobernabilidad.
El gobierno había claudicado al elemental principio de garantizar la seguridad y libre tránsito. Todo era zozobra. Pasajeros de autobuses eran vejados y obligados a bajar por pseudo estudiantes y normalistas agresivos y violentos. La policía permaneció a la expectativa. No había órdenes de actuar, ni de hacer nada.
Eran niveles indecibles de tolerancia ante la barbarie desatada. Los demonios sueltos de la violencia, la rapiña y el desorden.
Dos años después de aquel convulso episodio, el contraste es la recuperación económica, el retorno de niveles turísticos históricos de ocupación hotelera y presencia de turistas nacionales y extranjeros. Pero lo más preciado: la gobernabilidad, la certidumbre de que hay gobierno y el rescate del principio de autoridad.
Hubo quienes lo vivieron y sufrieron en carne propia. Otros lo festinaron como triunfo y hasta posaron para la foto en la galería de lo increíble. Usted lo recordará: edificios en llamas, como el edificio “Tierra Caliente” del Palacio de Gobierno; las oficinas de los institutos políticos del PRI, PRD y PAN vandalizados y quemados; la toma violenta de otros inmuebles oficiales y la alteración de la paz pública. Ese era Guerrero… en el peor de los escenarios nunca antes narrado por cronistas, ni enviados de prensa especializada.
Hoy es distinto.
El caso de Iguala detonó aquella barbarie.
La desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa abrió la caja de pandora y sobrevino la crónica anunciada de una tormenta perfecta. Fueron momentos inéditos de violencia inusitada y focalizada a la debacle de las instituciones. Dos años después, el fracaso de aquel frustrado intento regresa a la memoria.
Quien hoy quiera ver, que vea.
Usted recordará lo vivido. Podrá comparar lo que se hizo y cómo se recuperó la gobernabilidad, la economía y la paz social… El costo que tuvo esa recuperación.
Fue la interrupción de la estabilidad política en 4 décadas. Fue la dolorosa caída de un gobierno. El caos y la anarquía empoderados en las calles de nadie y de todos. El olor al miedo y a la gasolina quemada. Olor a muerte.
Guerrero tocó fondo aquella vez. Lo peor ya había sucedido en décadas para la entidad. Asistimos al funeral, sin invitación, de una fallida alternancia democrática. A los trucos de alimentar escenarios violentos para derrocar sueños transexenales. En suma, a la ingobernabilidad como método infalible para sumir en el atraso y marginación a 3.5 millones de hombres y mujeres con esperanza de vivir en paz y armonía.
Quien quiera ver, que vea. La dura lección de violencia, fue la enseñanza para superar estadios de adversidad. La crisis más dramática, costosa, cruenta, dolorosa ya la superamos.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.