La máquina de escribir
Por Chanssonier
Al dirigirme a mi computador y registrar que este no estaba cargado, y ante la imposibilidad de escribir, este trabajo, pensé de pronto ¿Qué sucedería si Henry Mill no hubiera inventado la máquina de escribir en 1714, en su natal Inglaterra, y más tarde la hubiera perfeccionado el norteamericano Gliden Den 1868?
Es seguro que a la postre alguien lo hubiera hecho, pero fueron estos dos hombres los que terminaron con plumas de aves y manguillos, que eran por aquellos entonces los utensilios obligatorios para elaborar toda clase de escritos y dibujos. Era que la época de la letra primorosa hecha por calígrafos excelentes que se lucían con su habilidad en los sistemas Palmer, Rendilla o Góticos.
Los periodistas de aquél entonces, como don Jacobo de Villaurrutia, director del Diario de México, primer cotidiano de la nación, entregaban sus artículos hechos con pluma de ave, para después pasarlos al cajista, quien parado frente al peinazo iba formando los renglones con letra movible, pues lejano estaba aún el día en que Otto Mergenthaler fabricara el primer Linotipo, para hacer de las artes gráficas una cosa menos complicada como hasta entonces era.
El hombre, a través de todos los tiempos, ha querido manifestarse para dejar a la humanidad constancia de su presencia, de los que sucedió su tiempo. Lo primero que produjo para tal fin fue la escritura cuneiforme, barro arcilloso sobre el cual plasmó sus inquietudes y testimonios de sus tiempos; los rollos de Mar Rojo son otro valioso legado histórico de los pueblos asiáticos. Finalmente los fenicios nos dan el alfabeto que hoy en día es base de la escritura.
En México nuestros antepasados dejaron al través de los códices (Aubín, Ramírez, Azoyú, Chilmalpopoca y otros), su historia; fue el papel de amate el preferido para esto, como era el papiro entre los egipcios y el de arroz entre los chinos, o si nos alejamos los pergaminos en la biblioteca de Pergamo. La aparición de la imprenta con tipos móviles inventada por Juan Gutemberg, alemán, en 1439 (y el primer libro en edición de la Biblia), cambió todo un mundo de costumbres, desterrándose al amanuense para tareas de impresión, porque había nacido el elemento que los substituía con gran ventaja, pudiendo hacerse libros en cantidades ilimitadas. Concluía el incunable para dar paso a la edición de gran tiraje.
Pero la industria editorial estaba en pañales aún, porque no había la máquina que confeccionara originales rápidos; esto sucedió hasta que la máquina de escribir fue inventada. Entonces sí empezó a facilitarse el “parado” de galeras.
En 1839 Luis Daguerre inventó la fotografía sobre principios de José Nicéforo Niepce (1822), el cual más tarde fue aprovechada por la imprenta, cuando Federico Ives, de origen estadounidense, inventó el fotograbado y los negativos fotográficos, pasando a este medio para confeccionarse en plomo y acero.
Son los Estados Unidos el primer país en hacer periodismo industrial, luego que Richard M. Hoe inventa la rotativa en 1846, para elaborar ediciones en serie, pues desde 1779 el francés Louis Robert había inventado a su vez una máquina para hacer papel, lo que facilita su producción en gran escala.
Sí el periodismo en el siglo XIX a pesar de los inventos es ciertamente modesto, no lo será más en el siglo XX, cuando las rotativas y el fotograbado evolucionan los sistemas tradicionales de su confección. Reute manda los primeros cables transatlánticos con noticias, en tanto que en 1925 puede enviarse una fotografía a través de la telegrafía. Nacía pues la telefotografía que grandes beneficios a la industria editorial.
Pero aún falta arreglar archivos con polvosos expedientes que en las naciones guardan todo su pasado; es así como en 1928 George Mcarthy inventa el microfilm, el cual permite en sólo unas cuantas láminas tener toda una historia, que no puede tenerse en varios pisos atestados de voluminosas cajas, las que requieren tratamiento especial para no echarse a perder.
Hasta estos momentos la máquina de escribir seguía siendo indispensable en las redacciones de todos los periódicos; nada hay que la substituya y aún hay quien se atreva a decir que es insustituible, pero solo el tiempo bien a demostrar que no es así.
En 1937 el científico estadounidense Howard Aiken logra inventar la computadora electrónica, el cual al principio no tiene gran aceptación. Un año después se inicia la Segunda Guerra Mundial y los pueblos de la tierra se aprestan a la lucha bélica. El invento tarda algunos años en hacerse popular, pero a partir de la segunda mitad del siglo se va apropiando de todo lo que ha sido la imprenta, substituyéndola en la confección de todo tipo de trabajos que antes realizaban muchos obreros. Una sola persona maneja y hace en una hora lo que diez hombres no hacían en una jornada de trabajo.
La prensa plana con rama de tipo movible pasa a la historia; ahora se trabaja bajo el sistema de offset con láminas de zinc. Un año más tarde que Aiken creó la computadora, Chester Carison inventa la copiadora Xerox, hoy tan popular y tan imitada.
Hay quienes aún escriben en máquina tradicional, una herencia que en mi familia se ha legado, y aquellos que lo hacen únicamente en los procesadores de textos de modernas computadoras. Ya en muchos periódicos los diaristas se han rendido ante esta máquina electrónica milagrosa, ahora también bajo el sistema de rayo láser.
Quizá mi máquina tenga todavía una función, pues pretendo desde este espacio, seguir escribiendo las notas tradicionales, históricas y las noblezas hombres y mujeres que nos han legado esta tierra de gran ilustración. Mi ciudad de Chilpancingo y mi estado de Guerrero; no son solo sucesos funestos o hechos mediáticos violentos. Somos grandes. Está escrito en nuestra historia.