Alejandro Mendoza
Empecemos por comprender que la política en sí, no es esa actividad mala y dañina que la gente tiene como idea de su significado.
Y es que para la gran mayoría esta actividad representa un tema que no genera interés, toda vez que casi siempre se relaciona con la imagen de una serie de personajes, funcionarios de gobierno o políticos, sentados muy cómodamente en sus caros sillones tomando decisiones sobre la vida o cosa pública de un país.
Comparto la reflexión de la estudiosa en la materia Evelin Gutiérrez que plasmó en su artículo “El dilema ético del político en el ejercicio de la política”, en el sentido de que “esta imagen se ve sumamente empobrecida cuando además se le suma la percepción que se tiene de ellos como personas conflictivas, que se atacan entre sí públicamente defendiendo posturas ideológicas y que al final, a pesar de llamarse a sí mismos representantes del pueblo, terminan siendo ajenos al mismo, poco accesibles para quienes les eligieron y hasta corruptos”.
Se debe tener claridad que la política, no sólo es el arte de dialogar y llegar a acuerdo, sino también es un real ejercicio intelectual, que como primera condición para su ejercicio debe tener, para los que la ejerzan, un alto componente de desarrollo humano integral.
No se concibe, desde el punto de vista de la dignidad humana, que existan políticos que crean que la política es para buscar patrimonios y riquezas personales. Aunque eso es lo que predomina en la mente de la mayoría de las personas.
Es por eso que existe muy poco interés por la política y esto se agrava cuando a través de los medios de comunicación, se suscitan enfrentamientos y discusiones entre políticos de diferentes partidos, cuyos argumentos además de ser muchas veces absurdos y débiles, resultan en la mayoría de los casos, en detrimento del otro.
El alto abstencionismo en las elecciones, los candidatos independientes y la poca participación política dentro de los partidos que hoy como nunca atraviesan por una seria crisis de credibilidad, son consecuencias de la mala práctica política de los dirigentes de grupos políticos y de los mismos partidos políticos.
En verdad que en tanto se reduzca la política a los partidos políticos, no se podrá comprender y apreciar la importancia que ésta tiene en la vida de un país, pues en realidad, la política es el corazón que le da vida al Estado.
No es ajeno pensar que la política, por implicar el manejo del poder, es una profesión fácilmente corruptible o que muchos quieren llegar a ser políticos para llegar a enriquecerse, dejando en segundo plano el bien común.
Lo que voy a transcribir lo dice el escritor Enrique Serrano. Esto es un muestrario de lo que es la política, buena o mala, pero gobierna el mundo.
“Para la política es necesaria la inteligencia y es por eso que la mentes más brillantes deben ser puestas en lugares de mando; pero solo después de advertirles que una inteligencia preclara no es suficiente en modo alguno y que la tontería ha logrado hazañas más frecuentes que el ingenio si está acompañada por la suerte y la energía necesaria.
“No son los filósofos los que ganan las batallas, aunque sí son ellos los que saben qué hacer después de las hazañas. La política es el arte de decir lo justo y de callar el resto; avisa los peligros que los demás no ven y promete las recompensas en las que los demás no creen.
“Es el arte de callar con cuidado lo que nadie quiere oír, pero sin dejar de tenerlo siempre presente. Impone enfrentar con decisión aquello que los demás están convencidos y rehuir con astucia lo que ellos no ven; es el arte de fingir que todo está bien cuando no lo está o de hacer creer que todo está mal cuando conviene a los propósitos de algún astuto gobernante.
“La cumbre del arte político no se da en la guerra como el pueblo piensa, sino en la paz cuando el tedio y la impaciencia campean sin ruido… La política es el arte supremo de presentar las equivocaciones como aciertos y los aciertos como principios inexorables del mundo. El buen político hace que los demás aplaudan con ahínco las cosas en las que él mismo no cree. En fin, toda práctica política hoy en día, es una simulación, pero tiene un trasfondo verdadero: los hombres deben ser gobernados con tal sutileza y maestría que no se percaten de quién los gobierna…”
Sin embargo, estoy convencido que la nobleza de esta actividad implica la responsabilidad no solo de ejercer el poder y el control soberano, sino de tomar las decisiones más acertadas y correctas para el buen funcionamiento del Estado y por lo tanto, de sus ciudadanos; en otras palabras, velar por el bien común.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz