¿Prensa con ñáñaras?

 

Felipe Victoria

 

Los enormes avances tecnológicos cibernéticos, si bien no fulminaron a los medios impresos como revistas, semanarios, periódicos y diarios, sí les causan merma considerable en la circulación de ejemplares a la venta en puestos de las calles, pero subsisten con grandes sacrificios de las empresas por su valioso factor de perdurabilidad y que más de una persona los mira y conserva varios días.

A la radio y la televisión, el mágico internet también les pegó filtrándose a través de la telefonía celular; ha bajado el rating directo casero y en vehículos automotores, pues con el aparatito móvil hasta sentados al excusado pueden estar al pendiente de información más inmediata y de gratis, por decirlo así.

Las empresas editoriales nunca reflexionaron en el inconveniente de subir a las redes sus ediciones del día, ni la radio y tv que la audiencia vía celular libraría a quienes los miran y escuchan de los anuncios de patrocinadores y por ende de sus ingresos.

De espanto checar cuantas cosas se comercializan por las redes hoy en día, hasta los “masajes alegres” con que antes se llenaban planas enteras.

Previendo la debacle, algunos medios impresos nacionales solo suben parte de sus ediciones, condicionando a suscripciones el dar a conocer contenidos completos y algunas empresas optaron una temporada por dar a conocer en el internet solamente lo del día pasado.

Basta con preguntarle  los voceadores y expendedores de calle que ya están en proceso de extinción, o asomarse en las cafeterías y restaurantes, checando en cuantas mesas tienen algún periódico del día. La moda es ahora todos como zombis con la cabeza baja y la vista fija en las pantallitas de los celulares, charlando menos entre ellos o haciendo gala de destreza en los pulgares para chatear.

Esa intensa comunicación inmediata sin reglamentación alguna y libertinaje irresponsable al máximo, es una letal arma de dos filos, ideal para fabricar rumores perversos con mentiras y calumnias, generando a veces sicosis de miedo en la población.

Hay otros daños “colaterales”: menos gente enferma consulta                  a los médicos porque ahora anotan sus síntomas de malestares y hallan mil remedios caeros o nombres de medicamentos que pueden conseguirse sin receta, pero igual se anuncian ofertas engañosas de toda clase de productos y servicios, facilitando los fraudes en línea.

Bien dicen que todo en exceso es malo, pero todavía no encuentro servicios de confesiones religiosas ya que no habría manera de mantener en secreto lo que pecadores arrepentidos dijeran a los ministros de culto. Se materializó esa pesadilla del Genio Albert Einstein.

¿A qué y quienes más dañó el internet?, por supuesto a las venerables bibliotecas y a las maestras y profesores que antes daban clases particulares para regularizar alumnos, fulminando también la sana inocencia de la niñez que tiene pornografía al alcance y cuestiones más peligrosas aún.

No faltan ingenuos cibernautas que se la pasan dando santo y seña de sus actividades sociales y gustos personales, poniéndose de blanco para malandrines.

Qué dichosas serían las autoridades si la prensa en general, impresa o en medios electrónicos y cibernéticos, decidiera autocensurarse para para eliminar la nota roja y así crear sensación de que la inseguridad va siendo eficazmente abatida día con día, que solo se hablara de cosas bonitas y los grandes logros de los políticos, todo color de rosa.

Lamentablemente quienes ejercen el periodismo formal o hasta por amor al arte en su modalidad de “independientes” o free lance, tienen pasión por la comunicación, creyendo su patriótica obligación informar y comentar, a veces echándose la soga al cuello.

¿Cuantos periódicos más como alguno de Chihuahua decidirán  terminar sus publicaciones y circulación, por miedo o prudencia en un país donde no hay garantía, pero si demasiados discursitos?

¿Le interesa a los gobiernos municipales, estatales y el federal atender el problema nacional de la prensa en general o van hacia conseguir el sueño dorado de las dictaduras y las tiranías, si acaso con remedos de publicaciones controladas a modo?

La maestra Pizarrina fue a una misión sindical echándole porras a una mujer de Texcoco que quiere ser gobernadora del vecino Estado de México, por eso les traje a las comadritas porteñas.

-¡Riiing… salinsliiim!

-Comadre Proculina, ¿por qué cada vez es más raro ver sobre las mesas de restaurantes y cafeterías ejemplares de periódicos y revistas?

-Es la moda de la modernidad cibernética manita, hoy todos    andan que no sueltan sus telefonitos celulares ni para cuando hacen el amor.

-¡Shhh… cábrate cayona!, ni Dios lo mande que nos tengamos que acostumbrar a esas rarezas, tan sabroso que es sentir de piel a piel, acariciar y que te acaricien.

-Y la cantidad de depravados que dejan el video operando a escondidas de la pareja.

-Ni menciones más de eso que la chamacada en las escuelas hace barbaridades y asquerosidades, luego cuando se disgustan las parejitas vienen las consecuencias horribles.

-Aaarajo manita, así como de vez en cuando se les ocurre la operación mochila, deberían proscribir el uso de celulares durante clases.

-No se me hace tan mala idea manita; luego a los papis de los chamacos no les alcanza para que traigan calzones ni buen calzado, pero traen sus aparatitos y por eso se les facilita reclutarse de ‘halcones’.

-¡Shhh… cábrate cayona!