Alejandro Mendoza

 

Se puede pensar que las circunstancias que se viven son terribles y que nada se puede hacer por cambiar las cosas. En tal sentido, tendríamos que aceptar esta realidad y aprender a sobrellevar la situación, sin aspirar a nada más.

Y es que la mayoría de las personas se ha postrado ante una aparente justificable apatía, desilusión, decepción y desesperanza. La fe de un verdadero cambio parece haberse perdido.

Desde cualquier perspectiva que se que quiera ver la realidad que se vive, el saldo es desalentador. Ocurre lo mismo si se habla de la política, el gobierno, la cultura, la religión, la educación, la economía, bueno, hasta del futuro.

Y la verdad no es para menos. Pues hasta en la iniciativa privada hay incertidumbre. La certeza de un escenario optimista ha quedado sujeto en gran medida al rumbo del país a partir de la elección presidencial del 2018.

Definitivamente los últimos tres sexenios presidenciales, pasando por Fox, luego Calderón y al final Peña Nieto, postraron al país a un grado inimaginable.

En todos los sentidos se acrecentaron los saldos negativos, pero sobre todo, en temas de corrupción, inseguridad pública, pobreza, narcotráfico, impunidad, violación a los derechos humanos, crisis económica, aumento de impuestos y precios de productos básicos.

La confianza y la credibilidad en el gobierno y en los partidos políticos se deterioró como nunca antes. Las complicidades en actos de corrupción y conflicto de interés crecieron descomunalmente. Y la calidad de vida de millones de familia se desplomó drásticamente.

En este escenario fue evidente el enriquecimiento inexplicable y rápido de personajes en el poder y en la política, mientras millones de familias engrosaron las cifras de la pobreza y pobreza extrema.

Por tal motivo, en todos los rincones del país se siente una pesadumbre. La mayoría de la gente habla de un futuro nada halagador. De hecho no ven por ningún lado un futuro seguro y cierto de un mejor bienestar.

Es difícil creer que un hombre o mujer podrá cambiar en un sexenio toda esta situación. Lo cierto es que la mayoría de los políticos y los gobernantes han perdido toda credibilidad.

En este contexto ha crecido la figura de Andrés Manuel López Obrador. Y pareciera ser  la última alternativa para darle al país un cambio de rumbo a toda la inercia de los intereses emanados y protegidos desde el mismo poder.

Su crecimiento en las encuestas, pero sobre todo en su constante primer lugar en las preferencias electorales, da cuenta, sí, de su liderazgo nacional, pero también del hartazgo prevaleciente por toda la situación que se vive en el país.

No se puede minimizar las estructuras partidistas existentes porque de una u otra manera dan presencia y fortaleza a partidos políticos como el PRI, PAN, PRD y en menor medida el resto de ellos. Lo mismo ocurre con los demás aspirantes. Pero sin duda la figura de AMLO ha crecido al grado de rebasar el posicionamiento de todos ellos, incluido Morena.

Si Andrés López Obrador logra en los próximos meses concretar la alianza con todas las fuerzas partidistas y liderazgos de izquierda, incluido el PRD, la posibilidad de ser Presidente de la República se potencializa, en caso contrario, este escenario se pone en riesgo. Es pues la otra alternativa.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.

almepa10@yahoo.com.mx