Alejandro Mendoza
No se puede pensar en transformar y cambiar realmente las condiciones actuales de la sociedad en que vivimos, si primero no pasa por la imperante necesidad de la transformación individual de la persona.
Para donde quiera que miramos se observa el saldo terrible de la ausencia de valores y principios del ser humano.
Y más allá de cuestiones filantrópicas o motivaciones meramente altruistas, lo que se necesita un diagnóstico real de la situación por más cruel o crudo que éste pueda ser.
Nuestra realidad no podrá sincera y realmente transformada si primero no se hace el verdadero esfuerzo por asentarse en la realidad que vivimos y, a partir, de ahí, comenzar el proceso de regeneración.
Conscientes de la fragilidad del ser humano que es proclive a andar por el camino de la destrucción y la maldad, se requiere de una verdadero compromiso individual para iniciar el proceso regenerativo del cambio de lo personal a lo social.
Sabemos que el deterioro de nuestra sociedad para por los cuatro ámbitos más relevantes de la vida en comunidad: lo socia, lo político, lo económico y lo cultural.
Por ejemplo, pensar en querer cambiar las cosas sólo con un cambio de gobierno de un partido político por otro, no es sinónimo de un avance, por el contrario, muchas veces significa un retroceso, y la prueba de esto, es la situación en la que se encuentra nuestro país México y nuestro estado Guerrero.
Para exponer mi punto de vista, quisiera referirme antes a Mahatma Gandhi, quien fue uno de los hombres más extraordinarios no solo del siglo pasado, sino que de toda la historia de la humanidad, y en especial a esta parte de su pensamiento ideológico: “Debes convertirte en el cambio que deseas ver en el mundo” y “Como seres humanos, nuestra grandeza yace no tanto en poder rehacer el mundo – eso es el mito de la Era Atómica – sino en poder rehacernos a nosotros mismos”.
Lo que debemos entender que en el caso de nuestra nación el poder del Ejecutivo, que es la máxima autoridad, recae en la persona que lo ostenta, es decir, que en cada elección para presidente de la República, para gobernador o para presidente municipal, se elige a quien se supone será el responsable de conducir a la sociedad hacia un futuro mejor en todos sentidos.
Evidentemente la conducción no ha sido nada alentadora en ninguna de las responsabilidades sea en materia de seguridad, desarrollo social, finanzas, etc. En fin, pero el asunto que pretendo exponer, no es el saldo del ejercicio de gobierno, pues ese resalta a la vista y cada quien puede hacer su propia reflexión y tener una opinión sobre el tema.
Lo cierto es que en gran medida la estabilidad, el orden y el destino de un pueblo depende que el gobernante sea entendido y sobre todo que tenga realmente el noble propósito de servir a su generación, a su gente. El gran dilema es que la corrupción, la pobreza y la violencia tienen al gobierno actual en jaque.
Cuando la persona sobre la que recae la representatividad del Poder Ejecutivo, por la razón que sea, pondera los intereses de unos cuantos (y más cuando esos cuantos tienen motivaciones de enriquecimiento ilícito, delincuenciales y corruptas) se condena a la mayoría, al pueblo, a un estado de deplorable sumisión, atraso y pobreza por más generaciones.
México y Guerrero han tenido esta historia. Los ideales que de la Independencia y de la Revolución se tergiversaron durante el curso de la historia. Los opresores del pueblo mexicano fueron convirtiéndose poco a poco los mismos gobernantes mexicanos.
No hay nada más loable en esta Tierra que ver a un hombre o una mujer, desde la posición que tenga, defendiendo y trabajando todos los días a quienes, el mismo sistema político y económico, los ha convertido en personas o grupos humanos en condiciones de debilidad, pobreza y marginación.
Y creo, estoy convencido, que desde el Poder Ejecutivo, se puede hacer mucho. Depende del pensamiento ideológico, no partidista, de quien lo representa temporalmente.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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